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La casa del terror

Miraba la calle extensa a mi alrededor, los autos pasaban y pasaban mientras yo veía todo el lugar con detenimiento.

Adler estaba detrás de mi con una sonrisa socarrona detallando mis movimientos, ¿es que no sabía hacer otra cosa aparte de mirarme con burla? Ya luego le borraría la sonrisa del rostro.

Me dirigí al auto dispuesta a subirme a él y esperar a que Elliot bajara, pero al tomar la perilla esta no cedió. Sentí un pequeño resoplido de Adler detrás de mi, supongo que para contener la risa.

Estaba jugando conmigo.

—Por si no lo sabías, tú trabajo es abrirme la puerta – dije con autoridad y él elevó las cejas divertido.

—¿De verdad? Tenía entendido que debía cuidarla, si solamente debo abrirle puertas pues me pagan demasiado – dijo él y yo rodé los ojos.

—¿Siempre haces chistes como ese?

—Tengo más si quiere – dijo y yo bufé caminando hacia un parque que se hallaba en frente de la residencia.

Adler seguía mis pasos detenidamente sin decir una palabra, lo que yo le agradecí, esos comentarios poco ocurrentes era lo que menos me apetecía oír en ese momento.

El parque era bonito; árboles de tamaño promedio, bancas de madera pintadas de carmín dándoles un tono llamativo, el suelo tenía algunas hojas sin recoger que daban a entender la llegada del otoño a Australia. No había nadie salvo a algunas ardillas que corrían de un árbol a otro con bellotas en sus bocas, el aire fresco del lugar te hacía sentir la hermosa experiencia que Australia te brinda.

La tranquilidad.

Sin embargo yo no me sentía de ese modo.

—Su alteza está tensa – dijo Adler posicionándose detrás de mi y retirando mis rizos pelirrojos hasta estar detrás de mi cuello – ¿desea algo de relajación manual?

—No gracias – dije cruzándome de brazos – eres un corriente, pervertido y grosero por querer ofrecerme sexo en un lugar público – dije reprochándole a lo que sentí una carcajada como respuesta.

—Me ofende que diga algo tan vulgar – dijo rozando sus dedos por lo ancho de mis hombros haciéndome sobresaltar – para empezar: solo hablaba de un masaje inocente, segundo: disculpe que se lo diga, pero es usted la de mente impura que piensa que esa es la única forma de relajarse y tercero – sentí su cálido aliento acercarse al lóbulo de mi oído haciéndome cerrar los ojos y escucharlo susurrar –; yo no tengo sexo, yo hago el amor.

Sentí mis mejillas enrojecidas, casi estaban del mismo color que la banca en la que estaba sentada, sacudí ligeramente la cabeza intentando hallar despejar mi mente.

—P... Pensé que tu deber era solamente cuidarme – dije con una voz ronca y nerviosa, carraspeé.

—Reclamaré mi pago extra por masajista – indicó.

Sentí sus manos tomar posesión de mis hombros y empezar a tocarlos dulcemente, con sus pulgares hacía presión mientras que con la yema de sus dedos daba toques incesantes por todos lados, pasando hasta por el inicio de mi cuello.

Sangre real (Subiendo) ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora