Siempre a tu lado

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Alceo nació el año 1917, ese día fué especial, se hizó una fiesta a su honor pues esté sería el heredero de los Ilacam, prospecto a futuro rey.
Meredicia Jonestown se presentó también a la fiesta de los Ilacam, para ver a su sobrino. Recuerda que en ese entonces ella tenía apenas 12 años, y vió, en los brazos de su madre, al pequeño bebé rubio de ojos heterocromaticos.

— ¿si lo ves Mere? — preguntó su padre, agachándose para que su hija le escuchará adecuadamente

—si, es el hijo de la señora Ilacam, es un bebé muy bonito— respondió ella

—Él será tu futuro esposo Mere. Ya arreglé su compromiso

La niña rió —pero papá, es un bebé, ¿no crees que es muy chiquito para casarse?

—no Mere, no se casarán pronto. Esperarán a que él cumpla la mayoría de edad, y en ese momento, tal vez llegues a ser la reina de Cambiras.

—¡vaya!

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De eso ya habían pasado 18 años. Meredicia y Alceo a pesar de no haber decidido su compromiso se amaban y apoyaban mutuamente, siempre lo habían hecho. El paso de la edad no se notaba en la piel de la reina, que en ese entonces tenía ya 30 años, pero aparentaba menos de 20.
Alceo, a pesar de todos sus líos con su tío, la corona, y tener la conciencia pesada por la desaparición de su mejor amigo, estaba féliz. esa noche era especial ya que oficialmente era esposo de Mere y podía estar a solas con ella en la misma habitación.
Siempre solían vigilarlos constantemente cuando estaban juntos para asegurar que no hicieran algo indebido, eso era bastante incómodo a decir verdad pues no podían hablar con tanta confianza de temas privados, pero ahora si.
Estaban en una habitación, solos. Alceo cerró la puerta con pestillo y sonrió anchamente

—Al fin sin vigilancia, ¿no estas felíz Mere? — pregunto con entusiasmo

—¡claro que si! Ahora podemos hacer todo lo que queramos — le dijo con el mismo tono, quitándose las zapatillas y el velo de novia

A ambos se les cruzó la misma idea por la cabeza y se comenzaron a reír avergonzados, en realidad hace vários años tenían la curiosidad de tener relaciones íntimas, y conocer sus cuerpos desnudos. Aúnque ahora que tenían la oportunidad simplemente estaban demasiado avergonzados como para acercarse el uno al otro.

—Mere... —

—¿si Al?

Alceo se mordió el labio por la parte interior de la boca y luego le preguntó —¿quieres...? ¿quieres bailar conmigo?

Esa no era la pregunta que quería hacer Alceo ni la que esperaba Mere, pero asintió con la cabeza y se pusó de pie, descalza

—pondré un vinilo, ¿que canción quieres corazón? — preguntó la mujer con una sonrisa, llendo a donde los enormes discos negros

—¿que tal la valada numero tres? Es algo muy romántico, y tu canción favorita, sería muy lindo— le dijo, sonrojado, y se acercó a ella.

Al comenzar la canción ambos se acercaron y quedaron de frente, Alceo puso una mano en la cintura de su mujer y sujeto su otra mano, ella puso la mano sobre el hombro de su esposo. Comenzaron a bailar la lenta y romántica canción por toda la habitación, mientras se miraban a los ojos con todo el amor del mundo.
Al finalizar la pieza Alceo tomó ambas manos de la mujer y le susurró que la amaba, antes de robarle un corto beso en los lábios. La verdad quería que ese beso durara más tiempo pero le ganó la vergüenza así que se apartó.

— Iré a cambiarme el vestido — terminó por decirle ella, con las mejillas un poco rojas

Alceo titubeó pero terminó por aceptar, tenía la pequeña esperanza de poder verla cambiarse pero se dió por vencido, así que cuando ella se marchó a otra habitación a ponerse el pijama él se cambió en el dormitorio.
Al regresar, el rubio ya estaba sentado en la cama, recargado en las almohadas leyendo un libro, con las piernas abiertas, y como su pantalón era holgado se notaba cierto bulto entre sus piernas aunque no tuviera ninguna erección. Mere no pudo evitar quedarsele viendo, era la primera vez que lo veía con pijama y se veía realmente atractivo.
Alceo bajó su libro y se puso todo rojo al ver que a la mujer se le notaban los pezones por debajo de su camisón, era una imágen que dificilmente se podría quitar de la cabeza, aúnque se quedó viendo tan fijamente su pecho que ella sintió vergüenza y se cubrió con las manos

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