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Yeh Shuhua. Yeh Shuhua. Ye Shuhua. Eso era en lo único en lo que estaba pensando Soojin mientras volvía a su casa. Que nombre más adorable. Perfecto para su dueña. Shuhua parecía un ángel. Era tan pequeñita y adorable. Pero algo en ella parecía estar mal. Parecía estar rota, por así decirlo. Normalmente Soojin no era para nada agradable con extraños. De hecho, no solo con extraños, con sus amigas también suele ser borde. Al principio empezó a ser así de fría por que era divertido. Pero se acabó dando cuenta de que tiene muchas desventajas. Cuando intentas expresarte seriamente, nadie te toma en serio. Al final, lo que empezó como algo simplemente "divertido" acabó siendo una dolorosa costumbre. Ya no le contaba a nadie lo que realmente sentía, o las cosas que pasaban en su casa. Pasaban muchas cosas en su casa.

Llegó a su casa. Su tan odiada casa. Abrió la puerta y se oyeron gritos. Como siempre. Además, esta vez estaban dedicados a Soojin.

- ¿¡¿DÓNDE ESTABAS, NIÑATA?!? ¿¡¿ACASO TE CREES QUE TU MAYORÍA DE EDAD TE DA DERECHO A SALIR DE MI CASA SIN MI PERMISO?!? ¡MIENTRAS VIVAS EN MI CASA, VIVES CON MIS NORMAS! VEN AQUÍ NIÑA. – Que agradable bienvenida. Si Soojin se escapaba de su casa es precisamente por estas cosas. Se acercó a su padre como este le pidió. Y como de costumbre, este le dio un sonoro golpe en la cara. Con la mano abierta. Soojin miró hacia abajo. Sus ojos estaban llorosos, pero no se permitiría a si misma llorar ahí, con su padre delante.

- Ni se te ocurra volver a hacer NADA sin mi permiso. – Lo decía con un tono casi sarcástico, como si estuviera hablando a un niño. Soojin odiaba ese tono. Odiaba a su padre. – Ahora dime, ¿qué estabas haciendo ahí fuera sola?

- Nada.

- ¡CÓMO QUE NADA! ¡ALGO ESTARÍAS HACIENDO! – Y ahí volvían los gritos.

- Solo paseaba.

- Estás segura, ¿niña? ¿No estarías bailando? Porque sabes muy bien lo que te tengo dicho sobre la danza. Tu sitio está solo en la cocina, y lo sabes. Ya tienes suficiente con que te deje ir a esas clases de Taekwondo. – Otra vez hablaba en ese tono. Soojin no estaba segura de si prefería que hablara de esa forma, o si era mejor que simplemente gritara. Lágrimas volvieron a los ojos de Soojin. "Tú sitio está solo en la cocina". Ella prefiere bailar. Y nunca lo dejaría de hacer. Aunque también le gusta cocinar, es cierto. Y, además, las clases de taekwondo se las estaba pagando ella. Ese viejo se creía en pleno derecho a decidir por su hija.

- Te he dicho mil veces que ya no bailo. – Era mentira. Y una mentira que le dolía mucho decir.

- Bien. Ahora vete a tu cuarto. – Su padre se giró hacia su madre. Esta estaba tirada en el sofá, llorando en silencio. Había escuchado toda la conversación. Soojin se percató de que tenía un moratón en el ojo. Otra vez su padre la había pegado... Cuando Soojin tuviera suficiente dinero, se iría a vivir a otra parte, con su madre. Ella se podría dedicar a hacer el restaurante de sus sueños, y quizás Soojin podría ayudarla mientras intentaba convertirse en bailarina. Su padre quería la comida de su mujer solo para él. Esto sonaría estúpido para la mayoría de personas, pues si hay algo que te gusta, lo normal sería querer compartirlo con el resto del mundo. Pero su padre no es como la mayoría de las personas. Su padre carecía de sentido común.

Soojin subió a su habitación para cambiarse de ropa y salió de casa de nuevo, pero esta vez para ir a su trabajo. Decidió evitar pensar en su familia todo lo posible. Lo cierto es que le gustaría poder no pensar. Tampoco le apetecía pensar en Shuhua. Realmente Soojin le tenía algo de miedo a Shuhua. No por la chica en sí, sino por el efecto que ella había causado en Soojin. Desde el momento en el que la vio, se sintió agobiada. Ella parecía demasiado pura para ser verdad. Parecía un ángel caído del cielo. No parecía pertenecer en ese lugar. Era difícil de explicar... Es como si el hecho de que la taiwanesa pareciese tan inocente le gustase tanto que lo odiase. Odiaba que le gustara. No estaba segura de por qué, pero sentía la necesidad de conocerla y cuidarla. Parecía muy frágil. Soojin nunca se había sentido así. Y eso la agobiaba. Pero no había podido evitar pensar en la adorable Shuhua. La verdad es que estaba esperando con muchas ganas que llegase el final del día para poder verla por segunda vez.

Llegó al trabajo. Miyeon ya estaba allí, como siempre. Se mueve lento, pero siempre llega a tiempo. Miyeon era parecida a Shuhua en algunas cosas. También parece un ángel. Pero no produce en Soojin esa necesidad de proteger, como Shuhua. Probablemente porque Miyeon es mayor que Soojin.

- ¡Buenos días, compañera! – Dijo Miyeon con una sonrisa.

- Buenos días, Miyeon. – Respondió Soojin secamente. Realmente, tenía ganas de sonreírle de vuelta, pero su personalidad no se lo permitía.

- Te veo más feliz de lo normal, Soojin. ¿Hay buenas noticias? – ¿Se había dado cuenta? Soojin pensaba que no era tan obvia. Dudó si contarle sobre Shuhua. Miyeon y Shuhua se parecen bastante, quizás se llevarían bien.

- Conocí a una chica anoche. Ella también está en un orfanato. He quedado con ella más tarde...

- ¿Soojin socializando? Creo que hoy será el fin del mundo. – Sonrió ampliamente. – ¿Cómo se llama la afortunada?

- Se llama Yeh Shuhua. – La cara de Miyeon cambió. Antes estaba curiosa, ahora estaba impactada. – ¿Hay algún problema?

- No... Es que yo conocí a una Yeh Shuhua en mi orfanato...

- ¿Entonces se conocen?

- Supongo.

- Si quieres puedes venir a la quedada. Estoy segura de que le encantará ver caras conocidas. – Soojin realmente pensaba que a Shuhua le gustaría ver a Miyeon. Shuhua todavía no le había contado acerca de cómo funcionan las cosas en el orfanato.

- Si me dejas ir, iré. Tengo muchas ganas de verla de nuevo. – No parecía estar siendo del todo sincera, lo cual era algo raro en Miyeon. Pero lo pasó por alto.

- Será divertido.

...

Thank God [SooShu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora