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- Pensé que te iba a perder... - Shuhua seguía lloriqueando en los brazos de Soojin, mientras esta acariciaba levemente su precioso pelo negro.

- Yo también pensé que me perdía... - Todo aquello parecía un laberinto. Y la ausencia de Shuhua no ayudaba. Se había sentido perdida y desesperada. Se había sentido como si ya no hubiera salida. Como si ya nada tuviese sentido. Pero ahora Shuhua estaba allí para devolverlo.

Sin embargo, si Shuhua volvía a irse... Soojin no sabría ya que hacer.

Lo cierto era que ya no tenía muy claras las intenciones de Shuhua.

Decía tantas cosas...

Pero luego se iba durante semanas.

¿De verdad alguien podría hacerle eso a la persona a la que ama? Abandonarla a su suerte en un momento tan vulnerable... Sería mentira si dijese que no se había sentido algo traicionada y abandonada.

Había sentido demasiadas cosas. Sentía que ya no importaba. Que ya no había nadie quien la quisiese. Que no solo había perdido a su madre. También a Shuhua. Y por su falta de fuerza de voluntad los últimos días, había perdido su trabajo, y por consecuencia a Miyeon. Sus otras amigas no sabían lo que le pasaba a Soojin. Pero tampoco se habían esforzado por intentar averiguarlo. Probablemente habían asumido que ya no quería ir a las clases de taekwondo, y que si no había dicho nada era porque no quería ser molestada. Y la chica de labios rojos sentía que eso era culpa suya. Actuar siempre de manera fría hacía que la gente pensase que simplemente no tienes sentimientos, o al menos no tantos. Y si no cuentas tus problemas, es que no los tienes. Eso es lo que asume la gente.

- ¿Qué quieres decir? – Shuhua miró a Soojin. Lo que la coreana había dicho parecía haber preocupado a la pequeña Shushu. Se veía tan vulnerable en sus brazos. Shuhua parecía tan frágil y adorable... Y más con esa carita de preocupación, y su nariz colorada de llorar.

- Al final estás aquí, así que eso ya no importa. - Respondió la chica de labios rojos, abrazando más fuerte a su pequeña Shuhua. Luego esta se percató de que Soojin parecía estar cojeando. Y se volvió a preocupar.

- ¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado?

- Me he debido de cortar con eso... - Dijo señalando a un plato roto en el suelo. – Me asusté cuando dijiste que no pudiste llamar... Y se me cayó el plato al suelo.

- ¿Por qué te asustó justo esa frase? – Shuhua había soltado tantas palabras sin pensarlas demasiado que no entendía por qué esa había sido la combinación de palabras detonante.

- Por todas las cosas que me había imaginado... - Dijo mirando fijamente al plato. – Da igual. Ya estás aquí. No tengo que preocuparme. – Volvió a mirar a la taiwanesa, y la sonrió, casi forzadamente. – He tenido que esperar bastante...

- ¡Y no volverás a tener que esperar, te lo prometo! – Shuhua volvió a abrazar a Soojin, tan fuerte que esta empezó a toser. Shuhua se asustó. En ese momento, la coreana parecía tan vulnerable... Débil... Frágil... Indefensa... Tantas cosas, no muy buenas... Tenía ojeras que parecían moratones. De repente, Shuhua corrió hacia el salón. - ¿Dónde está la escoba? – Quería limpiar el plato para Soojin, pero esta no la dejó. La escoba estaba justo atrás de la puerta de la entrada.

- Aquí. – La coreana empezó a barrer el plato, pero Shuhua corrió para ayudarla.

- No quiero que te vuelvas a cortar.

- No me voy a cortar, Shuhua.

- Pero... - lo cierto era que Shuhua no sabía barrer. Nunca lo había tenido que hacer. Así que la dejó hacerlo. – Pareces cansada... ¿Quieres un vaso de agua?

- ¿Tienes sed?

- No.

- ¿Entonces?

- Solo quería... ¿cuidarte?

- Esta es mi casa, Shushu. – Se rio ante lo que la menor parecía estar intentando hacer. Era muy tierno, la verdad. Terminó de barrer el plato y se fue a la basura de la cocina para tirarlo. Shuhua la siguió como un perro, y observó cada movimiento que hacía, para asegurarse de que todo estaba en orden. - ¿Qué haces? Así no puedo tirar nada...

- No hago nada... - Se puso irguió y empezó a mirar su reloj, como para disimular. Ante ese gesto, Soojin también miró el reloj de la cocina, y se dio cuenta de que era muy tarde.

- ¡Shuhua!

- Dime.

- Es muy tarde... ¿Qué haces aquí tan tarde? – Lo cierto era que Soojin ya no sabía qué hora era en ningún momento. Todo se sentía igual.

- Yo... Te busqué en todas partes. Este era el último sitio al que vine... Necesitaba verte.

- Quieres... Vas a quedarte aquí esta noche. – Al principio parecía que iba a ser una pregunta. Pero al final fue una afirmación. – Para cuando llegues al orfanato será demasiado tarde. Además, te reñirán. No. Te quedas aquí. – Era curioso cómo era más Soojin la que estaba cuidando de Shuhua a pesar de todo por lo que esta estaba pasando. Shuhua asintió como un niño obedeciendo a sus padres. – Hay dos habitaciones. La de mis padres tiene la cama más grande. Si quieres, puedes dormir en esa. – Desde que sus padres habían muerto, Soojin había dejado su triste y pequeña habitación y había empezado a dormir en la espaciosa cama de sus padres. Aunque más que "de sus padres", era de su padre, pues la mayoría de noches su madre acababa durmiendo en el salón. Se lo explicó a Shuhua.

- Si quieres dormir tú en la grande, no hay problema.

- Pero tampoco quiero que estés en mi habitación sola...

- Si quieres puedo dormir en el sofá.

- No. Eres mi invitada.

- Pues... ¿podríamos...?

- Shushu, no me apetece hacer cosas de esas... ahora. No se siente bien. Y mucho menos en esa habitación.

- ¡Quién ha dicho hacer nada! ¡Solo dormir, no iba a hacer nada más!

- Vale... Pero solo dormir.

- Solo dormir.

Y así, pasaron la noche juntas. La cama era muy grande para ellas dos, pues a pesar de "solo dormir", lo hicieron abrazadas, lo más juntas que pudieron... Por una noche, Soojin durmió bien, sin pensar en todo lo que le había pasado hace apenas un mes. Por una noche, Soojin se sintió a gusto.




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Thank God [SooShu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora