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Eran las 10:45 de un precioso día soleado y Shuhua ya casi estaba en el lugar donde habían quedado. Habían quedado a las once, pero su plan era llegar antes que Soojin esa vez. La coreana siempre llegaba primera, y a Shuhua le gustaría que no la tuviera que esperar tantas veces. Por eso se sorprendió al verla allí, ya en el banco de en frente de la fuente. Normalmente Soojin esperaba a Shuhua levantada. Ni si quiera solía estar sentada. Pero al parecer, aquella vez fue una excepción, porque Soojin sí estaba en el banco. Y ni si quiera estaba sentada, estaba tumbada. Eso era raro...

Shuhua se acercó para ir a ver a Soojin, dando saltitos. Estaba ilusionada de poder ver a Soojin por fin. Solo había pasado un día, pero ya la había echado de menos. Los ratos que pasaba con Soojin eran los mejores de todo el día. Shuhua se colocó en frente del banco, para que su mayor se percatara de su presencia. Pero ella no podría darse cuenta de que estaba allí, porque estaba dormida. Hablando de cosas raras...

La verdad es que Soojin se veía muy tierna dormida. Estaba usando sus manos como almohada. Pero no parecía el sitio más cómodo para dormir. Soojin notó que había algo delante suya tapando, el Sol. Abrió ligeramente un ojo y así fue como se sorprendió viendo a Shuhua delante suya. Saltó del susto. Su plan era estar levantada antes de la hora a la que había quedado con Shuhua. No quería que ella la viese en ese estado tan vulnerable.

- Buenos días, princesa durmiente. – La saludó la taiwanesa.

- Se dice "bella durmiente". Y no estaba dormida. – Soojin intentó disimular. La realidad es que había pasado ahí toda la noche.

- Entonces qué estabas haciendo, si se puede saber.

- Una... Una siesta.

- ¿A las once de la mañana una siesta? – Esperó un momento a una respuesta. Pero todo lo que hizo Soojin fue desviar la mirada. -Tienes los ojos muy rojos. ¿Estás bien?

- La alergia. Te lo dije antes. – ¿Cómo se supone que tenía que manejar esta situación? Las opciones básicas eran dos. La primera, evitar contarle la verdad a toda costa, tratar de pasar un buen rato con Shuhua y rezar (a la diosa Jisoo crista) para que sus problemas se solucionasen pronto. La segunda, contárselo todo. Explicarle que le cuesta hablar de esas cosas. Que no se las cuenta ni a sus amigas más cercanas. Que, aunque extrañamente siente una confianza muy grande hacia su menor, se le hace imposible expresar lo que siente. Es como si hubiese una fuerza externa que se lo impidiese. Aunque probablemente fuese culpa de toda la gente que no la tomaba en serio cuando sí que se expresaba. La realidad es que Soojin le tenía un miedo extremo a ser rechazada. Y cualquier tipo de rechazo cuenta. Que un bus no se pare, que un perro te ignore, que alguien no te tome en serio, que se enfaden contigo por llegar tarde... Todas esas cosas que pasan casi diariamente eran las que más aterrorizaban a Soojin. Y una de las tantas cosas que la coreana hacía para evitar esas situaciones era expresar cómo se sentía realmente.

- Pero parece un rojo de llorar. Jin-ah... Me preocupas, sabes... - La realidad era que Shuhua se sentía algo dolida porque su mayor no confiase en ella. Pero prefería intentar darle preferencia a la coreana en aquella conversación. Estaba claro que Soojin no estaba bien. Lo peor que podría hacer Shuhua sería echarle en cara que no confíe en ella. Soojin solo miró al suelo, contemplando nuevamente sus opciones. Pasaron los segundos, y ninguna de las dos hablaba, así que Shuhua decidió empezar. Pues ella había oído parte de los gritos de su padre. Y había visto el estado de su madre. – Soojin. Ayer mientras me iba de tu casa, oí gritos... ¿Es por eso que estabas aquí? – Soojin miró a Shuhua con cara de sorpresa. Ella realmente no se esperaba que supiese nada sobre aquello. Pero tenía sentido. Los gritos de su padre no eran poca broma. Soojin asintió, y miró hacia abajo. Sentía algo intermedio entre vergüenza y tristeza. Era difícil de explicar. - ¿Has pasado la noche aquí? – Soojin se volvió a sorprender. La taiwanesa no era para nada tonta. Soojin volvió a asistir, y luego intentó mirar incluso más abajo.

- Mi padre está pensando en echarme de casa. – Shuhua se sentó a su lado, para ponerse a su nivel, darle a entender que estaba de su parte. Pasó uno de sus brazos por encima de los hombros de la coreana, a lo que esta respondió apoyando su cabeza en la taiwanesa. Casi inmediatamente lágrimas se empezaron a formar en los ojos de Soojin.

- Me habría quedado contigo. – Soojin miró a su menor, con confusión. – Si me lo hubieses pedido anoche, habría venido y me habría quedado toda la noche contigo. Incluso si me castigasen cuando volviese. Me habría quedado contigo, Soojin. – Más lágrimas se fueron formando. Soojin miró hacia abajo, intentando retenerlas. – Si sientes ganas de llorar, lo mejor es hacerlo. – Soojin volvió a mirarla, y casi instantáneamente sus lágrimas empezaron a fluir por su cara. La voz de Shuhua era tan tierna. Hablaba con mucha delicadeza. Normalmente no hablaba así. Soojin se sintió tantas sensaciones agradables a pesar de estar llorando... Sentía que no tenía por qué explicarlo todo, que Shuhua lo entendía. Sentía que Shuhua era segura. Como un hogar. Se sentía segura con si estaba Shuhua cerca. Y deseó que Shuhua también se sintiese así con respecto a ella. Volvió a apoyar su cabeza en el hombro de su menor, a lo que esta respondió abrazándola y acariciando su cabeza.

Y pasaron casi toda la mañana así, abrazadas. Soojin acabó decidiendo explicarle lo que pasaba con su padre. Shuhua le propuso denunciarlo, pero Soojin dijo que no quería hacer eso. No fue capaz de explicar por qué no quería. Cualquier excusa sonaba sin sentido. Pero Shuhua, como siempre, respetó la decisión de Soojin. Ambas compartieron muchos secretos ese día, que era tan soleado. A pesar de las lágrimas, estuvieron contentas de haberse liberado de aquellos secretos que tanto pesaban. Al final, el padre de Soojin la llamó para decirle que había decidido que podía quedarse. Ambas celebraron. Se despidieron con un caluroso abrazo. Decidieron que hablarían por teléfono más tarde. Y se propusieron hacerlo rutina. Shuhua se sintió tan feliz de que su mayor confiase en ella, por fin. Quizás detrás de su confianza se escondía otro sentimiento...

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¡Buenas! Sólo quería dejaros una imagen de la fuente. 

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La calidad de la foto no es la mejor... La tomé hoy con un poco de prisa... 

Ese es el banco en frente de la fuente que me suelo imaginar XD La fuente es como una rotonda (solo peatonal) así que hay sitios donde Soojin podría bailar con más espacio. Pero ese es el banco donde habrían estado si esta historia fuese real... 

Thank God [SooShu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora