Pasaron meses, y ni Shuhua había intentado contactar a Soojin, ni Soojin había intentado contactar a Shuhua. Y lo cierto era que ambas estaban algo preocupadas por la otra. Soojin sabía que Shuhua había estado recibiendo más bullying del normal desde que fue al orfanato, y Shuhua no sabía nada sobre dónde estaba Soojin alojada, sobre qué pasaría con ella, si habría juicios y cosas raras de esas. Ambas querían evitar tener que hablar sobre el tema, por eso no se habían contactado todavía. Pero eso no quitaba su preocupación.
Así que Shuhua decidió tomar la iniciativa.
Salió de su habitación y se dirigió hacia el teléfono del orfanato, que estaba al lado de la entrada. Tecleó el número de Soojin, que se lo sabía ya de memoria. Y esperó pacientemente a una respuesta que no llegó. Volvió a marcar. Quizás no lo había oído. No hubo respuesta. Quizás... ¿No lo había memorizado bien? Corrió a su habitación a por el papel en el que Soojin le había escrito su número. Este estaba bien escondido, dentro de su almohada, y lo guardaba con mucho cariño, a pesar de ser un simple papel. Lo revisó. Juraría no haberse equivocado. Corrió de nuevo al teléfono, esta vez con el papel, y tecleó, número a número, para asegurarse de que estaba bien. Pero no hubo respuesta.
Decidió que llamaría más tarde. Quizás estaba ocupada con algo. Y así lo hizo, seis horas más tarde, que a Shuhua se le hicieron eternas. Su amado reloj ya marcaba las ocho de la noche. Llamó de nuevo al número de Soojin. Para encontrarse otra vez en la misma situación. No hubo respuesta. Y marcó otra vez. Y otra. Era domingo. ¿Qué podría estar haciendo para no atender su móvil, para no mirarlo ni una sola vez? Si lo hubiese visto, habría llamado de vuelta al orfanato, ¿no?
Y si...
¿Y si había pasado algo?
Shuhua salió corriendo hacia el parque. Tenía mucho miedo de no encontrarla allí. Si no la encontraba en la fuente, registraría el parque entero. Si no estaba por la zona, iría al restaurante donde trabaja. Si no estaba en su trabajo, iría a donde vieron el atardecer. Y si no estaba allí... Tendría que ir a su casa. Y así fue. Soojin no estaba por ningún lado. Y en el restaurante le habían dicho a Shuhua que hacía tiempo que no se veía a la chica de labios rojos por allí. Shuhua no había estado tan preocupada en su vida. La palabra preocupación se sentía corta para lo que estaba sintiendo. ¿Por qué narices no la había llamado antes? Era una mala persona por no haberse preocupado por ella antes. Lo era.
Llegó a la casa de Soojin. Llamó a su piso por el telefonillo. Y no hubo respuesta. Tuvo suerte de que un vecino saliera del edificio y la dejara entrar. Subió las escaleras en un abrir y cerrar de ojos. Y ni sintió el cansancio en sus piernas, pues la preocupación era infinitamente mayor. Llamó a la puerta de la coreana suavemente. Tampoco quería asustarla.
- ¿Jin-ah? ¿Estás ahí? – Al ver que no había respuesta dentro, volvió a llamar un poco más fuerte. – No has contestado a mis llamadas. ¿Está todo bien? – Sus padres estaban muertos, y ella había tardado un mes en preguntarle cómo estaba. Desde luego, nada estaba bien.
Llamó al timbre, ya desesperada. Si no estaba Soojin ahí dentro, no sabría ni qué haría. No se sentiría con la fuerza como para volver al orfanato. Quizás incluso se quedaría ahí, en frente de la puerta, como un perro esperando a su dueño.
- Soojin. Por favor... No pude llamar... ¿Estás bien? Necesito saberlo... - Sentía su desesperanza manifestándose en lágrimas. Se oyó cómo si un plato se rompiese por dentro. O era un ladrón o era Soojin.
Es curioso como hay platos que parecen sólidos, pero luego son tan frágiles como una mariposa. Se rompen con mirarlos. Luego hay platos que parecen muy frágiles y refinados, pero cuesta más romperlos. Las personas somos iguales. Es fácil que las apariencias engañen, pues cuando alguien parece frágil, la gente decide aprovecharse de esa persona. Intentan romperla, y o lo consiguen o la persona se hace más fuerte. Luego hay gente que no está acostumbrada a sufrir, pero que cuando lo hace, lo hace a lo grande. Pero todos los platos se pueden romper. Exactamente igual que las personas. Sin embargo, la diferencia más abismal es que los platos, cuando se rompen, hacen ruido. Y las personas parecen preferir romperse en silencio. Soojin estaba haciéndose eso. Romperse en silencio. Igual que Shuhua había hecho años atrás. Pero Shuhua no tenía otra opción. No tenía con quién llorar. No tenía con quien hablar. No había un hombro en el que apoyarse, desahogarse. No había nadie en quien confiar.
Shuhua quería ser todo eso para Soojin. Quería ser su opción, quería ser alguien con quien llorar, quería ser alguien con quien hablar. El hombro en el que apoyarse y desahogarse. La persona en la que puede confiar.
Pero no lo había demostrado.
Y no podía estar más arrepentida por ello.
No quería que su Jinjin se rompiese. Y mucho menos que lo hiciese en silencio. El silencio duele más. La taiwanesa lo sabía. Y Shuhua también se rompería si tuviese que ver a la chica de labios rojos sufrir de esa manera, en silencio.
- ¡Soojin! ¡Jinjin! ¡Lo siento! – Las simples lágrimas se convirtieron en ríos. Y estos parecían tener más caudal que el Amazonas. -Yo... ¡Debería haber estado para ti! Lo siento... - Ya desesperada, se apoyó contra la puerta. Llorando más que nunca. Estaba tan arrepentida... Entonces, se oyó una voz, muy temblorosa.
- Shuhua... ¿Por qué has tardado tanto? – Su tono era muy suave, pero se oía a través de la puerta. Oír su voz siempre era bueno, pero esta vez fue incluso mejor.
- No me lo perdonaré jamás, Soosoo. Nunca más lo haré de nuevo. Lo siento... Yo... Yo quería ser tu opción, quería ser tu alguien con quien llorar, quería ser tu alguien en quien hablar. Tu hombro en el que apoyarse y desahogarse. La persona en la que puedes confiar. Pero otra vez... Te he fallado... Lo siento, Jinjin... Lo he hecho en el peor momento. Lo sé. Y lo siento tanto... Pero todo esto me recordaba demasiado a mí misma... Sé que no es excusa, pero... Pero... - Hubo una pequeña pausa. – Lo siento. – Se abrió la puerta, con cuidado. Shuhua se desequilibró, pues estaba apoyada en esta. Y Shuhua no esperó ni tres milésimas de segundo para ir a abrazar a Soojin. Estaba llorando tanto por lo preocupada que estaba por ella. Quién diría que era Soojin la que acababa de perder a sus padres, y no la chica de pelo negro que estaba llorando desesperadamente en sus brazos. – Pensé que te iba a perder...
- Yo también pensé que me perdía...
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Por fin, uh... I'm so sory ;'(
Toda la invesitación que he hecho... no la voy a usar XD Había pensado en poner como juicios, pero teniendo en cuenta que se supone que la historia se da en corea y que yo estaría usando el sistema de justicia español no tenía mucho sentido (iba a hacer que el padre de Soojin hubiese sobrevivido y se suicidase más tarde en la cárcel)
Volverán los capítulos por día. Pero os aviso que sobre el 23 de julio me iré como una semana entera de vacaciones, y ahí no planeo escribir. Aunque quizás haga vocetos o planes sobre esta historia o sobre otras, pero no serán cosas que podré publicar (no hay wifi ;()
Estoy planeando otra historia Seulrene XD Intentaré planearla mucho mejor que esta. El MV de monster me ha inspirado, digamos... Es mi ship favorito en mi grupo favorito. Tenía muchas ganas de que debutaran como subunidad, y no me han decepcionado para nada. De hecho, mis expectativas (que creía que estaban altas, sobre todo después de ver todo lo que ese duo es capaz de hacer con greedy y be natural) fueron superadas de forma desorbitada. La canción lleva en mi cabeza desde que salió. Y me desperté a las 5 de la mañana para ver el mv XD. Monster es una obra maestra. Mi bside fav es Feel Good. Es genial. Como todo en ellas...
Bueno, que si sigo fangirleando no paro en toda la noche (ese es el efecto que tiene red velvet en mí XD).
Bueno... Me voy a mimir :3 Gracias por leerme, siempre <3
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Thank God [SooShu]
FanficShuhua x Soojin (con mucho drama) Shuhua es una huérfana que además sufre bullying en el orfanato. El padre de Soojin maltrataba a su mujer y a su hija. Obligaba a Soojin a dedicar su vida a la cocina, a pesar de que ella quería bailar. Una noche...