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Soojin seguía mirando al suelo cuando Shuhua se fue. No esperaba nada bueno de esa situación. Había invitado a alguien a su casa sin decírselo a su padre. Y este no se lo tomaría muy bien, Soojin lo sabía.

- ¿Quién era esa niña? – Preguntó el señor Seo hablando en un tono de superioridad.

- Su nombre es Yeh Shuhua. Te lo ha dicho. – Respondió Soojin con simpleza. Su madre no salió de detrás de la espalda de su marido, como si quisiera evitar la situación que se estaba por venir.

- ¿Y qué hacía Yeh Shuhua en mi casa?

- ¿Y qué haces tú en casa tan pronto? – No era solo para intentar cambiar de tema. Genuinamente quería saber qué le traía a casa.

- Asuntos que no son de tu incumbencia. Ahora responde, hija.

- Pues estaba aquí por asuntos que no son de tu incumbencia. – Es difícil de explicar lo mucho que Soojin odiaba los aires de superioridad de su padre. Y como realmente se hacía superior a ellas mediante su obvia superioridad física. En parte por ello Soojin iba a sus clases de taekwondo. Esa era la gran diferencia que tenía con su madre. Soojin sí que respondía a su padre en muchas ocasiones, mientras que la señora Seo no le respondía nunca. Para ella, su marido siempre tendría la razón y ella la culpa. 

- Lo intentaremos otra vez. No me respondas así o la tendremos, Soojin. – Así es como la iba degradando, de hija, a Soojin, a Seo y finalmente a niña.

- Le estaba arreglando un peluche, nada más. De todas maneras, sí sabías que había quedado. – Soojin siempre les decía a sus padres cuando había quedado, porque si no estaba en casa y alguien lo notaba, se podría dar por muerta cuando volviese. Su padre se percató de la máquina de coser que había al lado de Soojin. Pero eso no le pareció suficiente.

- Seo, te tengo bien dicho que NUNCA traigas a nadie a casa. NUNCA, ¿ME OYES? Y MUCHO MENOS SI ESTÁ TU MADRE EN ESTE ESTADO.

- Porque tú no quieres que nadie vea lo que le has hecho. – Obviamente, su padre no quería que nadie viera que su mujer tenía moratones, y que pudieran llegar a la conclusión de que él era el autor que los había pintado.

- SERÁS IRRESPONSABLE, NIÑA. ¿¡¿CÓMO TE ATREVES A SOLTAR ESO?!? – Os lo dije. De hija, a Soojin, a Seo, a niña. A veces incluso niñata. Soojin no iba a seguir. Ya era suficiente. Hubo una pequeña pausa. Su padre respiró profundamente, como si fuese a relajarse de esa forma. Su padre nunca estaba relajado. – Vete de aquí. – Soltó de repente.

- ¿Qué? – Cómo que vete de aquí.

- Que te va-yas-de-a-quí. Fuera de mi casa.

- ¿Cómo?

- Pues por la puerta, ¿cómo sino? Vete de mi casa y déjame pensar tranquilo. – Miró a su mujer, y luego volvió a fijar la mirada en Soojin. – Ya tienes trabajo. Quizás es hora de que te vayas, ¿no?

- ¿¡¿Me estás echando del todo?!?

-No. Me lo tengo que pensar. Por eso, vete. Si no te vas ahora mismo sí que te echaré "del todo". – Dijo haciendo las comillas con las manos, cómo burla para su hija. Ella le miró con incredulidad. Si no se había ido todavía no era porque no quisiera, era porque no podía. No tenía suficiente dinero. – ¿A qué estás esperando? – Soojin se levantó de la silla. Si tuviese dinero, podría haber mirado a su padre, desafiándole. Pero no tenía a dónde ir. Era mejor dejarlo ser. Salió por la puerta mirando al suelo, derrotada. Lágrimas empezaron a aparecer en su rostro. Cerró la puerta con cuidado, aunque le habría encantado dar un portazo que se oyera en todo el vecindario. ¿Y a dónde se suponía que tenía que ir ahora? ¿Y cuando volvía? Si es que volvía...

Fue bajando las escaleras a paso de tortuga. A lo mejor si se tomaba su tiempo haciendo estas cosas, se pasaría más rápido. Decidió irse al parque. Era el mejor sitio para estar. No tenía ganas de bailar, y ni si quiera había cogido el altavoz, pero era más agradable que estar cerca de su casa. Fue al parque llorando durante todo el camino. Llorando por la impotencia que sentía. Todo lo que estaba pasando en su familia, y lo poco que sentía que podía hacer. Lo poco que importaba ella en esa situación. Cuando ya había llegado a su destino, empezó a sonar algo, acompañado de una molesta vibración. Empezó a buscar en sus bolsillos, en busca de lo que estaba interrumpiendo su llanto. Un numero desconocido la estaba llamando. Lo cogió y se sonó los mocos. Esperó a que el "desconocido" hablara primero.

- ¿Jinjin? ¿Estás ahí? – Soojin se sorprendió, pero no dijo nada. Shuhua. No quería que la oyese en ese estado. – Esta es la primera vez que llamo a alguien en unos seis años, ¿sabes? No sé bien cómo funciona. ¿Hola? Oigo un ruido de fondo. ¿Estás en la fuente del parque?

-  Hola S-Shuhua. – Estaba tartamudeando de lo mucho que había llorado.

- ¿Soojin? ¿Estás bien? – Parecía que Shuhua lo había notado, a pesar del esfuerzo que realmente había hecho por sonar bien.

- Sí, es solo que... ¿Qué querías? – Realmente no tenía ganas de explicárselo en ese momento.

- ¿Solo que qué? No me dejes así, Soojin, me preocupo. ¿Estás bien?

- Es la al-alergia. – Estaba convencida de que esa excusa no iba a funcionar, pero...

- ¿Sí? Me alegro de que estés bien, pues. – Uf – Llamaba para decirte varias cosas. La primera, es gracias.

- ¿P-por qué?

- Por arreglar al señor osito. Él también te da las gracias: "Gracias Soojin" – Dijo poniendo una voz rara. Soojin pensó que era adorable, y en cualquier otro momento se habría reído, pero no en esa situación. Hubo un pequeño rato de silencio. Seguramente, la taiwanesa se esperaba alguna reacción por parte de su mayor. – Bueno, la segunda es más bien una propuesta. ¿Quieres quedar otro día? Quizás podríamos recuperar el plan que teníamos hoy, si te parece bien. – El plan de hoy tenía pinta de que no se iba a poder dar. No iba a poder llevar a nadie a su casa. Quizás incluso tendría que dejar de llamarla "su casa".

- Me parece bien lo de quedar. ¿Cuándo te viene bien?

- Por mí como si es ahora. Cuando tú quieras. - ¿Sería una exageración? Quizás ahora no le vendría mal...

- ¿Mañana a las once? – A veces, la boca de Soojin la traicionaba, y decía cosas que no quería. Realmente no le habría venido mal compañía ahora.

- Mañana a las once. – Dijo Shuhua, confirmando el plan. – La tercera cosa que te quería decir es que he hecho las paces con Miyeon.

- ¿S-sí? Qué bien. Me alegro. – Realmente, en ese momento no sería capaz de alegrarse por nada.

- No suenas muy convencida. ¿Segura de que estás bien?

- Sí, sí. – "No. No estoy para nada bien."

- Sabes, me gustaría poder estar ahí para ti en cualquier momento. Me gustaría que podamos confiar la una en la otra. Pero si no te sientes cómoda, no pasa nada. Tampoco te presionaré. – No hubo respuesta por parte de Soojin. Ella realmente estaba barajeando la posibilidad de pedirle que se viniera, contárselo todo y desahogarse con ella. Pero no podía hacerle eso a Shuhua, era tarde.

- No. Yo estoy bien. – "Shuhua, yo... Mi padre a lo mejor me echa de casa... Estoy en el parque y quizás tenga que pasar la noche aquí... Podrías... ¿podrías venir?"

- Vale... - Shuhua sabía perfectamente que no estaba bien. Pero no quería presionarla, solo por sea caso. A veces, presionar a una persona es lo peor que puedes hacer. Soojin no la culpó por ello, aunque sí es cierto que le habría gustado que siguiera. -Bueno, nos vemos mañana a las once, pues. ¿En el parque?

- En el parque. – Hubo un pequeño momento de silencio. Soojin sintió que iba a volver a llorar. – Cuelgo.

- Adiós, buenas noches, Jin-ah. – Soojin colgó, solo para empezar a llorar desesperadamente. ¿Por qué había hecho eso? Se odió a sí misma aún más. Se acurrucó en el banco. Siempre era el mismo banco. El banco en frente de la fuente. Ya era casi de noche, y Soojin todavía no había oído nada de sus padres. Iba a tener que pasar la noche allí. Y así fue. Soojin estuvo acurrucada en un banco del parque, llorando por su impotencia.

Thank God [SooShu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora