Capítulo 12.

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Notaba el nerviosismo en el joven enfrente suyo.

Sus manos temblorosas, su sonrisa intranquila y sus ojos curiosos evitando su mirada, lo delataban.

Sonrío, recordando la primera vez que tuvo una entrevista. La personalidad egocéntrica y seguro de sí mismo era algo que le envidiaba.

Pero una vez, estuvo al igual que el pobre chico.

Aquella vez cuándo tomó el control de la empresa estando aún su padre al tanto de cada movimiento que hacía. El trabajo en familia era difícil.

-Bien, Peter. Aquí tengo una carta de recomendación por parte del señor Strange.- dijo al revisar los documentos que traía el menor, un perfil completo. - ¿Necesidad o experiencia?

El castaño ladeó el rostro confundido. Tony rió, el joven aún era un poco despistado dándole una imagen tierna e inocente.

-¿Disculpe?

-Si quieres el trabajo por lo económico o tienes ganas de superarte en el ámbito profesional. - aclaró, miró por tercera vez al entrevistado. - Niño respira, no te voy a morder.

Peter trató de sonreír, los nervios lo consumían por dentro. ¡Estaba enfrente de Anthony Stark! Uno de los mejores empresarios del país y se atrevería decir que del mundo.

Exhaló cerrando los ojos. Debía controlarse y demostrar de lo que es capaz.

Le enseñaría que él es el mejor para ese puesto.

•••

-¿Quién iba a pensar que nos volveríamos a encontrar no es así?

Scott maldecía arrepentido de haber ido por unas galletas a la tienda de conveniencia.

Estar solo y triste porque tu amor platónico te manda a la friend zone constantemente no es bueno para el corazón...ni el cuerpo.

Ya había terminado con los dos botes de helado, un pay de queso, dos gelatinas y un tiramisú que había preparado. Seguía sin estar satisfecho, trató de asaltar el escondite del menor, encontrándose con la sorpresa que no había ni una sola galleta.

-"Ese mocoso traga más que yo."- pensó indignado.

Salió del apartamento tras colocarse su abrigo y por supuesto, su billetera. La tienda estaba en la esquina de la calle, cuando obtuvo sus galletas y demás golosinas que se le antojaron regresaba a su piso.

Había escuchado que habría un nuevo vecino, información recabada a medias por las vecinas del 17- C. No le dio tanta importancia.

Buscaba sus llaves tranquilamente, sin siquiera notar la presencia del inquilino recién llegado.

Pegó un brinco al oír la voz en su oreja, se giró por inercia. El rubio aprovechó y lo acorraló entre su cuerpo y la puerta.

-Placeres que dan la vida, ¿no crees?

Dejó caer la bolsa al suelo, ya tendría tiempo de lamentar sus galletas trozadas por el impacto.

El sonido del elevador llamó la atención de Wade, sonriendo con altanería al ver quienes llegaban.

-Te daré una ayudadita. - dijo emocionado.

•••

Suspiró dramáticamente mientras observaba las luces de la ciudad.

Tan solo llevaba cuatro horas en ese piso y ya lo habían mandado al demonio dos veces continuas. Estaba perdiendo el toque.

Aún recordaba al menor que estaba hace unas horas atrás en el pasillo.

VecinosWhere stories live. Discover now