Capítulo 17.

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Su relación siempre había sido inusual. Comenzaron por ser indiferentes, a odiarse y terminar teniendo un sentimiento más profundo.

Todo en el mismo año.

Steve era consciente de todas esas veces en que sus ojos seguían al castaño. Y Tony también estaba al tanto de todas las ocasiones dónde buscaba cualquier pretexto para estar junto al rubio aunque fuera discutiendo.

Toda historia tiene un futuro y un pasado.

Años atrás, antes de siquiera ser independientes, había sido compañeros en la preparatoria. Fueron amor a segunda vista.

La primera oportunidad dónde se vieron, terminaron llenos de comida pues el rubio sin querer tropezó tirando su desayuno en el cuerpo de Stark.

Pelearon inmediato.

La segunda vez que tuvieron que convivir casi obligatoriamente, fue gracias a un trabajo donde terminaron siendo pareja.

Anthony notó que Steve era todo lo contrario a lo que en su mente se había imaginado, todo un caballero a primeras.

Steve había caído a los encantos y sarcasmo único del castaño. Eran un par de ciegos que se enamoraron. Tuvieron un romance fugaz que con el tiempo se hizo más fuerte.

Hasta qué Anthony tuvo que mudarse, Steve entendió las razones terminando así con su relación. Ambos se despidieron con todo el amor que se tenían. No hicieron promesas, solo pidieron que fueran felices donde sea que llegasen.

Los años pasaron y su encuentro fue inevitable. Rogers y Stark se reconocieron al instante, más ninguno de los dos dijo algo.

Pensaron que su pasado no podía cambiar su futuro, estaban en un completo error.

Cada una de sus peleas tenían un trasfondo.

—Steve, detente. —murmuro el castaño al sentir los labios contrarios sobre su cuello. — Oh por dios.

—Sigue siendo tu punto débil, Tony. — sonrió Steve para regresar a su acción inicial.

Las manos del más alto sostenían con suficiente fuerza para apresar así el cuerpo contrario, volvía a hundir su nariz por completo en ese aroma maravilloso que solamente tenía Anthony.

—Prometimos no volver a caer. —recordó Tony, tal vez así no podía volver a ilusionarse. —Vamos, animal. Haz memoria.

Steve rio. No lo dejaría escapar.

—Aun sigue en mi memoria nuestro acuerdo después de la guerra que tuvimos. —aclaro tirando el cuerpo de Stark sobre la cama. — ¿Me vas a negar qué después de eso, alguien te ha podido complacer cómo yo?

Stark maldijo. Tenía razón, sus ojos no pudieron apartarse de la mirada tan fija del rubio. Sus ojos azules eran preciosos, los recordaba tal cuál a su primera vez.

—¿Realmente quieres sustituir esa dona?— preguntó con cierta diversión en sus palabras.

Steve se quitó la corbata, lanzó la pieza hacia algún lado de la habitación. Había esperado por tanto que no perdería la oportunidad.

—No preguntes lo obvio.

•••

—¡Tiempo fuera!

Pidió Tony con la voz ronca. Dejó recaer su cabeza sobre la almohada controlando su respiración, acomodó su cuerpo de lado descansando así su cadera. Steve seguía besando sus hombros desnudos. El hombre tenía un apetito sexual bastante feroz.

No habían parado en ningún motivó.

Gimió al sentir su entrada siendo invadida por el par de falanges que con anterioridad conocía.

—¡Steve!— puso su mano sobre el brazo que divisó primero. — P-Por favor. — cerró sus ojos sintiendo cada movimiento de los dedos traviesos en su interior.

Su cuerpo lujurioso tuvo la culpa, se dejaba tocar al gusto del rubio. Le cedió total control de sus sentidos.

—Tony. —lo llamó. Su cuerpo fue dejado boca arriba mientras Rogers se acomodaba entre sus piernas, las cuáles llevo en sus hombros.— Te ves precioso así, a mi merced.

No lo negaría, escuchar tan posesivo y dominante a Steve hacia aumentar su excitación.

Un ligero movimiento de caderas antes de un grito contenido fue cómo Steve había penetrado por cuarta vez al castaño. Se sentía a morir, el cansancio en sus caderas era notable.

Era una muerte dulce.

Se aferró de las sábanas, Steve no era nada considerado en la cama. Los dedos del rubio marcaron la piel de su cintura iniciando sus movimientos duros y certeros.

Su próstata era abusada, el pene de su amante llegaba hasta su punto más sensible. Gritaba sin detenerse, escuchaba no solo sus sollozos, el golpetear de la cama con la pared hacia el momento más caliente.

Un gemido agudo junto la pelvis contraria chocando contra sus glúteos cesó con su cordura. Enterró sus cortas uñas en los hombros del más alto.

Sus labios fueron callados al terminar con la danza de caderas. Steve se desplomó sobre su agotado cuerpo.

—Fue... maravilloso. —sonrio ante el cumplido del rubio. — Tony, eres todo lo que necesito.

Ambos sonrieron, volvieron a besarse con suavidad. Steve se separó, cubrió sus cuerpos con una sábana abrazando el cuerpo ajeno por los hombros. Disfrutaba mimar la mejilla del castaño, disfrutaba cada detalle.

—¿Recuerdas el primer beso?— Steve asintió. — Te aprovechaste de mi inocencia.

—No fue así, Tony. —le hizo callar colocando un dedo sobre sus labios. — Me diste a probar de tu helado.

—Si pero en el cono, no en mis labios.

Steve le miró. Por fin volvía a tener a su amor de juventud después de largos años y estando conscientes.

No fue un arranqué, mucho menos inconscientes.

—Tony...—espero a qué el nombrado reaccionará. — ¿Aún recuerdas nuestra primera vez?

Steve recargó su cabeza en la ajena. Claro que recordaba todo a la perfección.

—¿Cómo olvidarlo? Fue maravillosa, ambos lo hicimos porque nos amábamos. —confesó sintiendo un poco de vergüenza. —En todo esté tiempo jamás te olvide, deje de preocuparme por ti. Sabía que lo nuestro había llegado a su final y no me arrepentía de nada, fue inolvidable todo el tiempo que estuvimos juntos y eso nadie podrá cambiarlo.

Tony se acurrucó en el pecho de Steve. Sentía la calidez no solo de su cuerpo sino de su confesión. Ambos habían estado con otras pero nunca pudieron superarse.

— Idiota...aunque fue lindo me dejaste sin poder sentarme cómodamente por días. —bromeo. — Steve, no quiero sonar cursi. —suspiro escondiendo su rostro en el pecho del otro. — Mi corazón no pudo olvidarse de ti. Fue cómo si hubieras dejado una marca profunda en él. No te pido regresar a ese tiempo, éramos dos chiquillos con las hormonas en juego.

Steve asintió. Era cierto. No podían regresar a su pasado.

—En ese caso, intentemos. —Tony lo miró confundido. Acercó aún más el cuerpo pequeño abrazándolo. — Dame una oportunidad, déjame conquistar de nuevo tu corazón.

—¿Estás borracho?

—No, sólo que me he encontrado de nuevo con el amor de mi vida. ¿Aceptaría salir conmigo?

Anthony lo pensó. No tenía nada que perder.

—Pero a cambio quiero donas. 

  



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