Capítulo 15.

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Wanda miraba con desdén por la ventana a la gente pasar con fluidez.

—Parecen hormiguitas. — suspiró apoyando el rostro sobre la palma de su mano derecha. —¡Pietro te mataré!— Gritó desesperada.

Al ser fin de semana lo único que deseaba era continuar con su tan adorada serie. Para su infortunio, el platinado había olvidado pagar la mensualidad de la aplicación dejando sin acceso a su hermana.

Gracias al cielo el mayor había ido con Scott por las compras y no regresaría en un par de horas.

—¡Dios, llévame!— alzó la voz a la par que ambos brazos. — La estupidez de mi hermano es inmensa.

—No lo dudo.

La voz ajena le hizo sobresaltar, giro su rostro hacia la derecha encontrándose con Wade quien sonreía recargado en el marco de si ventana.

—¿Vas a continuar con tu monólogo? Era divertido.

La melliza se sonrojó avergonzada. Wilson le agradaba pero era tímida hablando con extraños.

—Lo siento si te llegue a molestar pensé que no habría nadie.

—No importa, esto es mejor que mirar la televisión solo. —dijo mientras reía. — Déjame adivinar, te quedaste a la mitad de tu programa favorito.

—Pense que ya lo había dejado claro. —murmuro la chica avergonzada.

—¿Mary, la horrenda?

Wanda asintió exageradamente. Era su novela favorita en el momento.

—Si estás por el capítulo cien eres bienvenida a mi casa para continuar.

—Capitulo ciento tres.

—¿Qué esperas para venir? No perdamos más el tiempo.

•••

—¡Wanda! ¡Ya llegamos!

Pietro gritó en espera de alguna respuesta por la menor. Dejó las bolsas que traía en la cocina para salir disparado a buscar algún rastro de su melliza.

—No está.

—¿Cómo que no va a estar? Seguramente te aviso que iba a salir y ni la escuchaste. —alego Scott terminando de colocar las compras en la isla de la cocina. —Llámala.

El platinado marcó el número que se sabía de memoria.

Uno, dos, tres pitidos y no respondía.

—Olvídalo, la criatura dejó el celular aquí.

Scott salió de la cocina con el celular de la castaña en manos agitando el artefacto.

—¿Dónde habrá ido?—Lang se preguntó a si mismo.

—No lo sé, ni siquiera me dejó una nota. ¡Cuándo la encuentre sabrá que por algo soy doce minutos mayor que ella!

El chef escuchó quejas del platinado, caminó hasta el balcón a cerrar la ventana. Algo llamó su atención.

El control remoto estaba en el borde, maldita costumbre de los mellizos de no poner las cosas en su lugar.

Unas risas provenientes del siguiente departamento le hizo detenerse.

—¿Wanda?— gritó.

A los segundos soltó un chillido para nada varonil.

Su vecino había salido al escuchar el gritó usando una mascarilla de arcilla verde asustando así al chef.

VecinosWhere stories live. Discover now