Lluvia de l u c e s

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El fin de semana finalmente había llegado, aunque para algunos un poco más temprano que de costumbre. Tales como esas veces donde despiertas en una casa que no es tuya y debes despertar en la madrugada para volver a la tuya.

Eso le había pasado a Fargan, pero gracias a su buena relación con su hermana menor, logró llegar a un acuerdo donde ella le cubriría. Además, su madre llegaba tarde como para verificar que realmente estaba ahí.

Tuvo que levantarse a las 3 a.m. y ni siquiera había hecho un plan para volver a casa sin que alguien le asaltara durante el camino.

Willy seguía dormido por lo que después de vestirse e ir al baño, besó su frente deséandole dulces sueños. Tomó su mochila y con lo poco sigiloso que era, abrió la puerta que daba al pequeño balcón. Por suerte no tenía demasiada altura así que cruzó al lado contrario y con un salto que hizo mientras cerraba los ojos, llegó al suelo sano y salvo. El problema empezó cuando los abrió, notó cómo el padre de Willy le observaba desde la ventana de la cocina.

Suspiró, al parecer su situación había empeorado en un abrir y cerrar de ojos, literalmente. Se quedó quieto porque el señor Díaz le hizo señas. Tardó 10 minutos hasta que bajó en pijama y con lo que parecían las llaves de su auto, después salió de casa y se las entregó.

-Señor, yo no...no sé conducir.

-¿No te enseñó tu padre?

Fargan quiso decirle que en realidad no tenía, pero se sentiría más avergonzado de lo que ya estaba. Simplemente negó con la cabeza y le entregó las llaves nuevamente. Le llevó hasta el automóvil y se sentó en el asiento del copiloto. Estaba asustado, quién sabe qué sería de él.

-¿Qué hacía despierto tan temprano? -le preguntó David.

-Eso debería preguntarlo yo -arrancó y retrocedió hasta que el auto estuviera en el camino que les llevaría a donde los autobuses solían recorrer para llegar al lugar donde Fargan vivía-. Tenía sed, pero me ahogué cuando te vi bajando del balcón de mi hijo. ¿Qué hicieron?

-Sólo dormimos, señor.

-Yo dije lo mismo hace años y... -sonrió, pero Fargan no pudo verlo por la oscuridad- ahora estoy casado.

-Bonita historia -respondió, abrazando su mochila.

Hubo un pequeño silencio bastante incómodo para él aunque lo único que podía hacer era rezarle a todos los dioses que conocía.

-Cuéntame de ti, Samuel.

-David.

-¿Qué?

-Me llamo David -corrigió, sentía que podía morirse ahí mismo.

-Ah...

Después de un largo camino de una hora, Fargan llegó a casa. Aquella mañana, una nueva herida se había abierto en él.

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-Otra vez con Vegetta -habló entre risas. Ni siquiera Mangel se creía que su mejor amigo de verdad estuviera saliendo con él. Rubén y Samuel eran distintos entre sí, pero estaba feliz de ello porque al menos sus personalidades no chocarían. De cierta forma podía decir que se complementaban.

-Es...carismático.

-Lo sé, es Vegetta.

El teléfono de Rubén vibró, se apresuró a contestar esperando que fuera su chico y, tal como lo quiso, así fue.

-Ya bajo.

-Corre, tontito.

Al instante una sonrisa se marcó en su rostro, inclusive sintió cierta vergüenza al recordar que su amigo estaba presente y que muy probablemente le había visto sonreír de una manera tan malditamente cursi.

As a flower - Karmaland AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora