Capítulo 17.

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Hacía mucho tiempo que él no lograba sueño de esa manera. Cuando su vida como shinobi dio comienzo muchas tragedias se dieron, el suicidio de su padre. Los desacuerdos con su compañero de equipo, la lección aprendida sobre la amistad ante todo, la muerte de Rin, la guerra, todo, y gracias a todas esas amargas experiencias el descansar era un lujo que raramente podía darse.

Sin embargo había dormido tan bien, como un bebé, tan profunda y tranquilamente, que ni siquiera se dio cuenta de que Sakura abandonó la habitación.

Era tarde, despertó esperando encontrarla en sus brazos, pero en su lugar sólo había una parte destendida de la cama. Entonces se levantó como resorte.

¿Dónde estaba?

¿Se habría arrepentido de sus besos?

¿Estaría devuelta en su cama?

Claramente las respuestas no caen del cielo, él debía levantarse a investigar, pero le daba miedo encontrar una respuesta que le doliera. Encontrarse con un rechazo.

Esperó un rato, tal vez ella entraría o le pediría algo, tal vez entraría emocionada a contarle una nueva anécdota o le diría que se había atorado en el baño. Pero no, jamás entró y la desesperación lo obligó a levantarse por completo. La buscó por toda la casa y no estaba, tampoco estaba su estuche de armas, ni los pergaminos que había adquirido, ni sus dos cambios de ropa que apenas tenía (sin tiempo para comprar por tanta alteración emocional).

Era definitivo, ella se había marchado.

Se dejó caer en la alfombra. ¡Qué estúpido fue al besarla! Ella le correspondió por presión y ahora se veía en la necesidad de escapar de él. Era su culpa.

—Aún no te recuperas de todo este lío y yo estoy dándote más en que pensar.

Estuvo sentado, sin comer, sin bañarse, sin hacer nada productivo por su vida, con la esperanza de que Sakura entrara pero eso nunca pasó. No sabía si estaba con Temari, o con Ino ya que se habían reconciliado, o quizá estaba con Tsunade contando todo lo que había ocurrido.

¡No! Si eso pasaba la rubia jamás la dejaría volver a verlo, nunca de los nunca, ella era firme con lo que decía y pensaba, y tenía mucha influencia sobre Sakura, quien la respeta como maestra y como madre. 

Se levantó y dirigió a su cuarto, en una mesita de noche reposaba aquella melancólica foto del equipo 7, la tomó y pasó el pulgar por el rostro de la chica, recordaba su enorme sonrisa, su emoción, su manera de hablar tan segura gritando en todo momento, sus ojos grandes y brillosos, ese brillo ya no estaba.

Y no, no por lo ocurrido de su muerte, desde antes. Desde el inicio.

Ese brillo se había ido cuando Sasuke abandonó la aldea en busca de calmar esa ardiente ira hacia su hermano. Ese brillo había cambiado, su mirada había madurado, y cuando azotó la guerra fue aún más notable.

Había creído que ese brillo regresó cuando después de un brutal ajuste de cuentas, Naruto y Sasuke estaban derribados, sin un brazo y con los rostros irreconocibles, Sasuke le había pedido perdón, un perdón honesto, se notaba, cualquiera veía el sufrimiento de Sasuke al ver que su compañera estaba ahí arreglando su mierda. Incluso creyó que el brillo se intensificó cuando el pelinegro le dio ese poke antes de marcharse.

Pero ahora lo veía, jamás volvió, eran brillos distintos, sentimientos nuevos, pero los de aquella niña ya no. Jamás volverían a brillar así.

—Perfecto Kakashi, ahora sí estás por tocar fondo, sintiendo celos de un mocoso.-- se dijo a sí mismo con evidente reproche.

Se dejó caer en la cama, quedándose dormido, pero no era un sueño tranquilo, era uno de esos sueños que uno siente cuando el alma duele, y le pide permiso al cuerpo para poder descansar.

(...) 

Despertó, al instante la realidad cayó sobre él y giró para ver su cama, pero igual, seguía vacía. Estaba amaneciendo, ¿De verdad pasó durmiendo un día entero? Sí, pero su alma no sentía ni un poco de alivio. 

Increíblemente, ese día lo vivió como el anterior, y de nuevo durmió.

Era el tercer día, estaba más que claro que Sakura lo había dejado sólo, de nuevo. Y el sólo podía darse pena a sí mismo.

Con toda su fuerza de voluntad se metió a la ducha, después de 7 segundos recordó que el procedimiento indica quitarse antes la ropa, lo hizo poco a poco, tirándola por todas partes en el baño, finalmente se deshizo de su máscara.

—Dijiste que... Ya no te irías.

El agua mojaba cada parte de su cuerpo, escurría desde su cabello a su rostro, sus hombros, brazos, torso, y todo más allá. Intentó fusionarse con el agua, que sólo fluye sin detenerse o preocuparse por algo.

Salió de la ducha sin ponerse una toalla, más húmedo que ustedes, lectoras degeneradas, leyendo esto pausadamente mientras se imaginan a este hermoso hombre sin sentir una pizca de compasión de su dolor.  

Sintió un poco de hambre, y así al descubierto fue a la cocina, mínimo una manzana debía haber. Efectivamente había una, comenzó a lavarla cuando la puerta se abrió.

—¡Kakashi! No lo creerás, Tsunade-sama me encargó una especie de misión, aunque no es la Hokage es mi maestra, me tuve que salir corriendo de tu cuarto porque sino... Espero que no estés molesto. -- puso una bolsa en la mesa. —¡Traje comida y...!-- su cara enrojeció brutalmente, de verdad, en su cara no había mas que sangre acumulada.

Kakashi abrió mucho los ojos, estaba sorprendido, desnudo, impactado, y su manzana cayó al piso, rodando hasta los pies de la pelirosa. A la pobre chica se le salió el alma en un suspiro y se fue de espaldas al piso, pero en esa posición, sus piernas quedaban levemente abiertas, dejando su ropa interior a la vista del depredador.

—Creí... Que te habías marchado.-- su mirada cambió a una seriedad inmensa, sin sentir ninguna especie de pudor.

—Bu-B-Bueno yo... S-Sí me fui p-pero... P-pero no m-me fui... ¡Quiero decir...!-- su mirada cayó en cierta parte de su ex sensei, jadeó por instinto al ver aquello y cerró los ojos con fuerza.

Él se dio cuenta, quien no lo hiciera es un idiota, sonrió con malicia, ella lo tuvo en terrible estado durante tres días. 

Era momento de cobrárselas.



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Esto se va a poner intenso.

La piedra preciosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora