Capítulo 5

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Pov. Anatia

Después de que Adaria me dejara en casa, me fui al baño a intentar quitarme la marca que tengo en la muñeca, ya que como mis padres la vean, acabaré muerta, ya que de seguro pensarán que es un tatuaje, y si les digo la verdad, pensarán que estoy loca, y con razón.

-Anatia, ya estoy en casa, ¿dónde estás? - oh no, papá.

-Un momento, estoy en el baño - le grito para que me oiga.

Maldición, por más que lo intento, esta marca no se borra ni un poco, pues nada, plan B, cojo del botiquín unas vendas, cinta adhesiva y unas tijeras, me vendo la muñeca bien para que no se note la marca, guardo todo lo que he usado, rezo a Dios para salir viva de ésto, y salgo del baño rumbo a la sala, que de seguro ahí está mi padre.

-Hola papá - le digo y lo abrazo.

-Hola tesoro - dice y me da un beso en la frente.

-Hoy has llegado pronto - le digo con una sonrisa para enmascarar mi miedo a que descubra la marca.

-Sí, hoy he podido salir un poco más pronto del trabajo, ¿te apetece ver algo en la tele mientras esperamos a mi mujercita? - me río un poco por el apodo que tiene hacia mamá.

-Claro, ¿por qué no?

Nos sentamos en el sofá y vemos cualquier tontería en la tele, mi padre parece estar feliz y relajado, ni siquiera se ha percatado de la venda, la cual está debajo de una chaqueta que me queda las mangas largas, todo con el fin de que no se note, aunque la verdad es que me estoy muriendo de calor por ello, estamos a 22°C y yo con chaqueta, siento que me hierve la sangre.

-Hija, ¿no crees que estarías mejor sin la chaqueta? - me dice mi padre mirándome, ahora qué le digo.

-No, estoy bien, solo algo destemplada - digo con mi mejor sonrisa.

-¿Tienes la regla? - me pregunta comprensivo, él sabe que cuando tengo el periodo mi termostato no funciona bien.

-No, pero me tiene que venir en un par de días, tal vez ésto es la precuela - él asiente y vuelve a ver la televisión.

Doy gracias de tener un padre que comprende estas cosas y no le resulta de lo más asqueroso, incluso una vez fue conmigo al médico porque mi regla no se regulaba y ya llevaba casi tres años con ella, a él no le molestó, lo consideraba y considera algo natural, no tiene problemas con ello, la verdad es que he tenido suerte en ese aspecto.

-Ya estoy aquí - dice mi madre al abrir la puerta principal.

-Hola cariño, ¿qué tal el día? - le pregunta y le da un beso en los labios, a muchos les asqueará ver a sus padres besándose, pero para mí es lo más natural.

-Bien, ¿y tú?

-Bastante bien.

-¿Y yo qué?, ¿estoy pintada? - pregunto fingiendo molestia.

-No, claro que no, tesoro, mamá te quiere, ven aquí - voy y le doy un abrazo - ¿y la chaqueta?

-Enseguida me viene la regla - le respondo.

-Entiendo - dice y nos separamos, ella me suelta y frunce el ceño - ¿y esa venda? - miro mi brazo y me doy cuenta que la manga se ha ido hacia atrás, maldición.

-No es nada, un pequeño corte sin importancia - le digo intentando no mostrarme nerviosa.

-Si fuera así, no te habrías vendado, no te gustan las vendas - dice mi madre, y tiene razón - dame el brazo.

Le doy el brazo con nerviosismo, hora de mi muerte, no lo sé, cerca de las 8 de la tarde, cierro los ojos mientras mi madre retira la venda de mi muñeca, ya imagino lo que pondrá en mi lápida, muerta a manos de su madre por hacerse un tatuaje sin su permiso, me pregunto quiénes irán al funeral.

-Yo no veo ningún corte - dice mi madre y me atrevo a abrir los ojos.

-¿No lo ves? - pregunto extrañada mientras ella examina mi muñeca.

-La tienes algo roja, y ligeramente inflamada, pero no veo el corte por ningún lado.

Creo que no podría abrir más mi boca ni mis ojos ahora mismo, mi madre no ve la marca, solo ve el rojo y lo inflamado de mi muñeca que provoqué intentando borrar la marca, estoy salvada, no moriré con solo 20 años a manos de mi madre; suspiro aliviada por ello, no sé por qué ocurre, pero lo agradezco enormemente, gracias Dios mío.

-Creo que esta vez has exagerado Anatia, con aplicar un poco de pomada desinflamatoria valía - me regaña mi mamá.

-Lo siento, me pareció que era mayor, sangraba bastante - mentí, no me gusta hacerlo, pero no podía hacer otra cosa.

-Deja, voy a por ella y te la aplico.

Mi madre se fue al baño y volvió con la pomada, me la aplicó con cuidado y yo le di las gracias antes de subir toda emocionada a mi cuarto, tengo que preguntarle a Adaria la próxima vez que la vea acerca del por qué mi madre no pudo verla, ya que no sé si es porque lo hice yo, por algo relacionado con magia que hará que no sea visible al ojo humano, o qué, tengo que averiguarlo.

De un momento a otro la muñeca me empieza a arder, concretamente en el lugar de la marca, ¿ahora qué pasa?, no sé qué hacer, Adaria no me ha explicado casi nada acerca de cómo funcionan los guardianes, y jolines, duele y quema como el mismísimo infierno, o eso creo, desde que conozco a Adaria me he replanteado muchas cosas, no sabría decir si ella es buena o mala influencia para mí.

-Dios, ¿cómo hago que pare?

Cierro los ojos y me concentro en la imagen de Adaria, no sé muy bien por qué, pero creo que tiene que ver con el vínculo que ahora compartimos. Siento que el dolor mengua un poco, y cuando abro los ojos, me encuentro con unas escaleras en el piso, ¿cómo es esto posible?, mi habitación está en la segunda planta.

No muy segura, pero con la intención de que el dolor en mi muñeca desaparezca, o al menos que mengüe, decido bajar las escaleras con algo de miedo y nervios, en las películas de terror nunca acaba bien cuando a alguien se le ocurre bajar por unas escaleras espeluznantes hacia un destino incierto, y sin embargo aquí estoy, bajando las escaleras, definitivamente debo de estar loca.

Al acabar de bajar por las escaleras, me encuentro a las puertas de un castillo que, lejos de ser bonito, es completamente siniestro, todo negro con gárgolas que tienen pinta de que te están observando, y muchas más cosas que no quiero mencionar, y que si no fuera por el ardor en mi muñeca que me insta a seguir, ya habría dado media vuelta y subido por las escaleras, las cuales desaparecieron nada más dar un par de pasos dirección al castillo.

Dejándome guiar por si mi dolor de muñeca incrementaba o disminuía, llegué hasta un pasillo en el cual vi a una persona allí en medio con los puños fuertemente apretados, era la primera persona que había visto en todo el trecho que había caminado hasta llegar aquí, el cual fue considerable.

Al fijarme bien en la figura que tenía enfrente, pude deducir que estaba claramente molesta, incluso cabreada podría llegar a decir, es más, tenía la posición que tiene Adaria cuando está utilizando toda su fuerza de voluntad para no ir a matar a alguien; un momento, no será que...

-¿Adaria? - pregunto insegura, pero al darse la vuelta no me queda ninguna duda.

Es ella, definitivamente es ella, por lo cual mis sospechas acerca de que ésto era cosa del vínculo que ahora compartimos son ciertas, aunque ella no debe de intuir lo mismo, ya que me mira como si no pudiera creer lo que ven sus ojos, ¿tan raro es verme en este lugar?, aunque ahora que lo pienso, ¿dónde estoy exactamente?

Una humana para la demonio *Completada*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora