Capítulo 8

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Pov. Adaria

Dejo a Anatia en la biblioteca y me dirijo a la sala del trono, ese lugar donde hay dos tronos hechos de obsidiana y rematados en rubíes, una sala estúpidamente grande donde los reyes tienen audiencias y reuniones particulares, como ahora, de seguro lo que quieren es provocarme dolor de cabeza con el tema de que necesito un guardián, y lo hacen en ese sitio en un estúpido intento de decir: nosotros somos los reyes y tú obedeces, cosa que no va a pasar.

Entro a la sala sin ni siquiera tocar, ¿para qué?, se supone que me están esperando, además de que quiero terminar esta tontería de una vez. No sé qué pensar en el momento de entrar y darme cuenta que hay varias personas a parte de esas criaturas a las que tengo que llamar padres, todos los ojos son llevados a mi persona, a lo cual hago una mueca, odio ser el centro de atención a menos que sea una pelea.

-Si me habéis hecho llamar solo por el tema de mi guardián, os diré que perdéis el tiempo y me iré ahora mismo - digo de brazos cruzados.

-Es necesario, por eso hemos traído a algunos candidatos - dice el patán que supuestamente es mi padre y el rey.

-Creo haber dejado clara mi postura, no, adiós - digo y me doy la vuelta para irme, pero en eso las puertas se cierran de golpe y yo maldigo entre dientes.

-No te irás de aquí hasta que elijas un guardián y hagas la ceremonia con él - oigo decir a esa pesada mujer que se hace llamar mi madre y la reina.

En cierta forma me viene bien estar de espaldas a ellos, ya que así no ven la sonrisa maliciosa que tengo plasmada, aunque eligiera uno e hiciera la ceremonia con él, no pasaría nada, debido a que ya tengo una guardiana, y no puede haber dos, es decir, que pierden el tiempo, pero al menos me reiré un poco con sus caras de sorpresa al ver que la ceremonia no funciona.

-De acuerdo - digo sin girarme, ya que aún no consigo borrar mi sonrisa.

-Es bueno saber que has entrado en razón - no puedo verle la cara, pero estoy segura de que ahora está sonriendo con arrogancia, a ver cuánto le dura.

Me acerco a los chicos que se encuentran aquí, todos están aterrados por mi cercanía, unos más, otros menos, pero todos tienen miedo, y eso es algo que me agrada, un par de ellos hasta rezan para que no le elija de guardián, lo cual me hace mucha gracia, no es normal en los demonios rezar, nunca lo hacemos, pero parece que ese par están muy desesperados, es por eso que elijo a uno de ellos.

-Él - digo señalando al que, en mi opinión, es quien tiene más miedo.

-Bien - dice el rey, no voy a llamar padre a esa asquerosa criatura.

El chico, que ni su nombre sé, se pone tan pálido como una hoja de papel, además de que de lejos se puede notar como tiembla, lo cual es muy chistoso y no puedo contener mi sonrisa maliciosa, bueno, realmente sí, pero no me apetece, además de que mi sonrisa le pone aún más nervioso, ésto va a ser muy divertido.

-Acércate Judas - suelto una risilla disimuladamente, tenía que llamarse así.

-Majestad - dice intentando no tartamudear, mirándonos al rey a mí intermitentemente.

-Muy bien, Adaria, haz la ceremonia - dice ese arrogante hombre con una sonrisa de suficiencia, si no fuera porque sé lo que va a pasar, le mandaría a la mierda y me negaría a acatar su orden, pero como sé que me voy a reír, lo hago sin rechistar.

-¿Aceptas convertirte en mi guardián por toda la existencia?, ¿acompañarme y aconsejarme siempre que haga falta y allí a donde vaya?, ¿e incluso dar tu vida por la mía si es necesario? - digo con una sonrisa maliciosa mientras agarro de la muñeca a Judas, empleando más fuerza de la necesaria y viendo una mueca de dolor en su cara.

-Sí, acepto - dice sin mirarme, e imagino que maldiciendo su suerte.

Pasan los segundos, y ninguna marca aparece en su muñeca, la cual está ligeramente roja por la fuerza con la que le agarré, ser delicada no es lo mío. Con el paso del tiempo, las sonrisas de los reyes son sustituidas por muecas, y el chico delante de mí suspira de alivio, por lo que tengo que morderme la lengua para no estallar en carcajadas y por tanto descubrirme a mí misma.

-La ceremonia ha salido mal, vuelve a hacerla - me ordena la arpía de mi madre, y mis ganas de mandarla a la mierda llegan a límites peligrosos, pero decido callar.

Vuelvo a hacer la ceremonia y no pasa nada, me obligan a hacerla otra vez más, y sin éxito también, por lo que consideran que tal vez no es cosa mía sino de Judas, por lo que tengo que hacerlo con otro de los chicos, pasa lo mismo, y otra vez me cambian de chico, hasta que al final ya no queda ninguno, y las caras de enfado e incredulidad de los reyes dan ganas de hacerles una foto para conmemorar el momento.

-Ya lo veis, está visto que no puedo tener un demonio guardián, no solo yo no lo quiero, sino que tampoco funciona la ceremonia conmigo - digo con una sonrisa triunfante, y ellos me miran molestos.

-Ésto no queda así, buscaremos más candidatos, de seguro serás compatible con alguno - dice la reina a punto de echar espuma por la boca.

-Eso ya lo veremos - digo mientras abandono la sala del trono en plan diva.

Una vez estoy lo suficientemente lejos para que no me oigan, empiezo a reír a carcajadas, pierden el tiempo en buscar más candidatos, y aunque me molestarán para que haga más veces la ceremonia de guardián, al menos disfrutaré viendo sus caras de confusión e ira, la verdad es que es de lo más divertido, lástima que los demonios no usemos cámaras o móviles, habría estado genial hacerles una foto, debí pedirle el móvil a Anatia.

Suspiro pesadamente, tengo que hablar con ella, puede que antes me pasara de la raya con ella, sé que ese tema le duele, y no debí sacarlo a la luz; esto de los sentimientos es un asco, tener cuidado de lo que dices para no herir a las personas, yo siempre uso las palabras para herir a las personas, a veces funciona mejor que un buen puñetazo, pero eso no es lo que quiero hacer con Anatia.

Al final va a ser cierto y voy a cambiar por culpa de otra persona, ¿quién me iba a decir que esa persona iba a ser humana?, de seguro mis padres pensaban que sería un o una demonio, y yo directamente pensaba que eso nunca pasaría, y sin embargo aquí estoy, preocupándome por una humana cuando nunca me he preocupado por nadie que no fuera yo misma.

Sigo caminando sin prisa, aunque sé que tarde o temprano llegaré a la biblioteca y tendré que hablar con Anatia, por alguna razón que desconozco quiero posponerlo, no deseo enfrentarme a ella, aunque sé que ella no le tomará mucha importancia a lo que he hecho y hará como si nada, a pesar de que en el fondo la herí, preferirá fingir por miedo a que la amistad se rompa.

Llego a la biblioteca y abro la puerta sin pensarlo, me pongo a buscarla por las estanterías, y cuando la encuentro, me sorprendo de que esté volando, un vuelo suave, moviéndose despacio entre las baldas más altas y de vez en cuando observando un libro, está visto que no ha notado mi presencia, por lo que decido quedarme quieta y observarla un rato, como hacía antes de que fuéramos amigas.

Una humana para la demonio *Completada*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora