06

33.3K 2K 343
                                    

Amelia...

La bendita alarma sonó perforando mi cerebro dormilón, como me cuesta levantarme por las mañanas. Me gustaría poder ir a trabajar en las tardes y así poder dormir todo lo que mi rechonchito cuerpo necesita.

Más no puedo hacerlo, debo levantarme ya o volveré a llegar tarde y mi día será una mierda otra vez. Obligó a mi cuerpecito a rodar por la cama hasta que mis pies localizan mis pantuflas, como un robot me levanto y entro al baño, necesito lavar mi rostro somnoliento o nunca terminaré de despertar. Una hora después estaba lista para salir a trabajar.

Al momento de tomar el ascensor, mi cuerpo empezó a sudar y temblar. Mi traumática experiencia del día anterior me tiene algo ansiosa o eso quiero creer, antes de que saliera de mi ensimismado cuestionamiento, un fuerte cuerpo arremetió contra el mío y me adentró a la caja metálica, mi única reacción fue girarme furiosa con el individuo, pero vaya sorpresa, al voltear hacia el maleducado, claro sabía que era un hombre por la brusquedad del movimiento y porque sentí como el cuerpo a mis espaldas me cubría completamente y yo se perfectamente que mi cuerpecito no es pequeño. Una radiante y pícara sonrisa me recibió.

— Hola preciosa — no pase por alto su mirada inquisidora.

Oh no Dios me odia, de todos los posibles arrolladores de personas que se disponen a tomar el ascensor tenía que ser el, Sam Williams mi vecino y ostigador personal, un mujeriego en toda regla, todos los días es una chica nueva y al parecer siempre elije a las más ruidosas por su culpa no puedo dormir o trabajar tranquila, desde que me mudé hace dos años ha tratado de meterme en su cama. No lo voy a negar que es atractivo y sabe usar muy bien su lengua, pero conmigo jamás a funcionado, no me mal interpreten no soy una chica amargada ni nada por el estilo, es solo que desde que era adolescente, todas mis conocidas o compañeras del colegio tenían novio y pretendiente excepto yo, los chicos jamás se interesaron en mi, así que simplemente deje de preocuparme por agradarle a los chicos y me hice con el tiempo inmune a las miradas o coqueteos masculinos. Hubo un tiempo en el que familia creyó que era lesbiana pues todas las chicas a mi alrededor estaban con pareja o en una relación conmigo de excepción.

Así que jamás he tomado enserio a ningún hombre que ha mostrado interés en mi y hasta este punto creo que soy asexual ya que no tengo ningún indicio de querer explorar esa faceta en mi vida. Por tanto voy a seguir pasando de Sam como siempre, no quiero regalarle mi primera vez a ningún Don Juan que no lo va a valorar y yo no quiero ir por la vida cojeando hasta reponerme de mi primera sacudida, NO!!, definitivamente no.

— Buen día Sam, ¿ Podrías ser más cuidadoso ?, Casi me lastimas — el solo me miraba divertido y seguía mirándome como si fuera un trozo de carne y el un sabueso hambriento — Deja ya de mirarme como si fuera comestible, me incomodas.

— No deberías preciosa, sabes bien que me traes babeando por ti.

Solté una carcajada — Ajam, seguro con eso caen todas, no pierdas tu tiempo conmigo.

— No lo pierdo, es solo que no quiero perder la esperanza de que en algún momento aceptes dejarte seducir por mi.

— Siempre tan directo — su sonrisa se ensanchó aún más, como el gato de Alicia en el país de las maravillas — no tienes suficiente con todas las chicas que visitan todos los días tu departamento. — me pareció que su mirada cambiaba un poco aunque no estaba segura de que era lo que reflejaba.

— Amelia, me conoces muy bien, te lo he dicho hasta el cansancio — se aproximó a mi y me acorraló contra la pared del ascensor, su voz se volvió suave y tentativa — solo dame una respuesta afirmativa y me tendrás para ti solita, sin más chicas en mi cama, solo tu y yo — sus suaves palabras y caricias en mi mejilla, lograron que cerrará mis ojos se sentía tan bien. Podía sentir su tibio aliento muy cerca de mi rostro , sus labios rozaron los míos, estábamos a nada de besarnos pero mi mente se puso alerta, no quería entregar mi primer beso a este tipo que seguramente se besaba hasta con la chica que vende pan en la panadería de la esquina.

Tus curvas, mi perdición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora