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Su rostro aún seguía rojo por el coraje, sus uñas hundidas con fuerza contra las palmas de sus manos, una sonrisa torcida deslumbro en sus labios y con mucha paciencia deshizo su impecable peinado, enterró sus dedos en su cabello y lo sacudió dándole un aire alborotado y agresivo, mi mente hizo clic. Se descalzo un zapato. Y con aire de superioridad me soltó...

- Crees que él va a dejar que lastimes a su hijo – levanto su mano y se dio un fuerte golpe en la mejilla, esta se pintó de un rojo muy fuerte casi violeta al instante, esta mujer está loca como una cabra ¿Cómo se le ocurre hacerse daño ella misma?

Las lágrimas se empezaron a acumular en los bordes de sus ojos batiendo un poco su delineado perfecto, sin espera intentó auto lastimarse otra vez, atrape su mano a medio recorrido y con fuerza desmedida la hale hacia mí, me miro sorprendida.

- Escúchame claramente estúpida – sus ojos estaban muy abiertos ante la sorpresa de mis actos, ni yo misma estaba segura de lo que me estaba ocurriendo, simplemente estaba dejando a mis instintos correr libres. - ¿Crees que con esto lo vas alejar de mí?, te recuerdo que aquí la novia soy YO. La única que sobra y no pinta nada en este cuadro eres tú. – trato de zafarse de mis garras pero ya era muy tarde. Si quería jugar sucio, sucio seria el juego – Si tanto quieres aparentar que te agredí, simplemente pídemelo y te lo daré y esta vez no lograras salir del maldito hospital con vida. Y no va a ver nada ni nadie que te salve el pellejo, porque yo no me ando con estupideces y juegos de niños, así que elije de una vez todo o nada. – su cuerpo temblaba y su respiración era irregular, tal parecía que le estaban dando una maldito ataque de pánico como los sufría yo misma en el pasado. La rabia se extendía por mis venas como la sangre misma, la solté empujándola al sillón individual que estaba a su lado. Con su otra mano cubrió el moretón que le había hecho, dándole suaves masajes. – Damon sabe perfectamente que sería incapaz de lastimar a su hijo, llevamos mucho tiempo de estar juntos y a quien no conoce de nada y que simplemente fue un acoston eres tu idiota, que te apareciste de la nada con una enorme barriga que tú misma quisiste ponerte.

- ¿Quién demonios eres tú? ¿Dónde dejaste a la gorda inmunda y cobarde que pretendías ser? – apenas podía controlar el miedo colarse entre las palabras que soltaron sus labios, los ojos de la mujer que estaba justo en su delante se volvieron más claros casi rozando el parentesco con los de un animal salvaje.

- Siempre estuvo aquí, simplemente nadie se metió con ella y se mantuvo pacifica, pero llego cierto bicho trepador, amenazando con robar lo que es suyo y ella simplemente decidió no dejar que se lo arrebaten. – acaricie su mejilla, movió su rostro fuera de toque. – Ok, si ya está todo claro y los papeles bien repartidos, le sugiero Señorita Rose se usted tan amable de ¡¡LARGARSE DE MI OFICINA!!

De un solo movimiento tomo sus cosas y se apresuró a salir por pies de mi oficina. No sin antes soltar esa tonta frase de villano de telenovela "Esto no se va aquedar así", de verdad que sabe cómo poner a una persona inofensiva de mal humor.

Damon...

Me sentía revitalizado, con ganas de devorarme al mundo. Amelia al fin volvió a ser la misma de siempre, bueno no la misma de siempre porque esas ganas y esa calentura es de otra galaxia. Me incorpore en mi cómoda silla para seguir con los informes pendientes. Mi mano se deslizo hacia el intercomunicador y la puerta de mi oficina se abrió de par en par. Una muy despeinada y llorosa Rose entro hecha un mar de lágrimas. Se abalanzo sobre mí, pero algo la hizo retroceder....

- ¿Tú también tienes el cabello mojado? ¿Estuviste con ella no es así? – Entrecerré mis ojos no comprendiendo sus preguntas/afirmaciones.

- ¿De qué estás hablando exactamente? – abrió la boca ofendida y me lanzo su bolso. Lo atrape antes de que se impacte en mi cara, me enfoque en su rostro, un moretón adornaba su pómulo derecho. - ¿Rose?... ¿Qué te ocurrió en el rostro? – trate de tocar su mejilla pero ella estaba tan furiosa que se apartó mi mano de su rostro y siguió lanzándome todo lo que estuviera a su alcance. Poco a poco acabando con mi paciencia. - ¡Ya basta, contrólate Rose! – me miro atónita por la dureza de mi voz.

Tus curvas, mi perdición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora