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Amelia...

El agua tibia recorría mi cuerpo relajando mis tensos músculos, siento como si hubiera sido arrollada por un camión de tomates, el estar aquí me tiene muy tensa, pero el estar con Damon y que mi abuelo haya dado su visto bueno como mí pareja me alegra, el es la persona más importante en mi vida.

Repaso la esponja una y otra vez por mis brazos y cuello, escuché un sonido proveniente de mi habitación, estoy casi segura que es alguna de mis primas husmeando en mi habitación.

Salí de la ducha y seque mi cuerpo, me coloqué un batín y salí hacia mi habitación había olvidado mi pijama sobre la cama.

Al salir casi me da algo cuando vi a Damon recostado en mi cama, Dioses y yo solo en batín, de la impresión la toalla con la que estaba secando el exceso de agua de mi cabello cayó a mis pies.

— ¿Q-ue estás haciendo aquí?

— ¿Acaso necesito una razón para visitar la habitación de mi novia?

— En este caso si — me acerque a la cama y tomé asiento junto a él, mientras seguía secando mi cabello con la toalla — el abuelo fué muy claro amor, no quiero que se disguste.

— Pero....— puse mi dedo índice en sus labios y calle sus palabras besando sus labios.

Sus dedos se enredaron en mi cabello húmedo, su mano libre bajo hacia mi muslo y dando leves caricias iba ascendiendo por debajo del batín, mi corazón se aceleró, mi mente estaba en guerra por una lado quería hacer el amor con este hombre y por el otro lado no quería faltar al respeto la casa de mi abuelo.

Me giró sobre su cuerpo y se posicionó sobre mi, mis piernas temblaban, sus besos me tenían al borde de la locura, sus frías manos recorrían mis muslos, sus besos húmedos bajaron hacia mi cuello, su mano subió hasta mis pechos y los acarició sobre la  fina tela, sentía mis pezones endurecerse por su tacto, mis gemidos eran algo escandalosos, cualquiera nos podría escuchar y seríamos descubiertos.

—  Me tienes al límite preciosa, si no te hago mía ahora enloqueceré. — su voz estaba ronca y entrecortada.

— Agh!....D-amon, q-ui...q-uiero.

— ¿Que quieres amor?, Te daré lo que me pidas. — desató el lazo de mi batín y quedé expuesta ante su laciva mirada. Sus labios succionaron mi pezon y un sonoro gemido abandonó mis labios.

— D-amon...— soltó mi pezón y me encaro. — Haz-me....Hazme el amor

— Preciosa, no sabes cuánto he esperado por este momento — me besó castamente y prosiguió — aunque me muero de ganas de hacerte mía, aún no es el momento.— se salió encima de mí y me cubrió nuevamente con el batín — No me malinterpretes te deseo como no tienes idea, pero antes de dar ese gran paso en nuestra relación, quiero que sepas todo sobre mi, todos mis temores y secretos.

— Está bien, pero — me subí a horacadas sobre el, sus ojos me miraban sorprendidos y le sonreí con inocencia — por lo menos dame algo de consuelo mientras espero. — me besó y se volvió a subir sobre mi, está vez separe mis piernas y dejé que se posicionará entre ellas.

Sentía mi intimidad húmeda y dolía un poco, quería que me acariára entera y pasará su lengua por cada rincón de mi cuerpo. El aún estaba completamente vestido, yo apenas tenía el batín a medio sacar. Cortó el beso y se puso de rodillas observándome detenidamente, sentía mucha vergüenza estaba completamente abierta de piernas, mi entrepierna estaba muy húmeda sentía como como algo chorreaba de mi vagina hasta mi ano. Traté de cerrar mis piernas pero al estar el entre ellas me era imposible, mi rostro ardía no sabía si era por la vergüenza o por la excitación. Me cubrió nuevamente con su cuerpo y dio un empuje contra mi sexo, un ruidoso gemido se me escapó llevé mi mano a mi boca para callar los gemidos siguientes, tomó mis manos y las presionó contra la cama, me besó rudamente y se acercó a mí oído y susurro:

Tus curvas, mi perdición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora