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Damon...

La tristeza se refleja en sus ojos, el escuchar de sus propios labios acerca de la mala relación que tiene con sus padres me inquieta un poco, su bienestar es algo que no pondré en juego, todo aquello que la lastime o incomode me encargaré de arrancarlo de raíz.

Estos días atrás su semblante ha sido serio y taciturno se que trata de ocultarlo, pero la conozco y sé que no le agrada la idea de reunirse con su familia, vamos de camino hacia su pueblo.

No ha hablado en todo el trayecto, han transcurrido al menos dos horas y ella se limita a mirar por la ventana del auto como si el paisaje fuera lo más impresionante del mundo, cada vez que se percata de mi mirada sobre ella me sonríe, pero no de esa forma dulce con la que siempre lo hace, si no más bien se asemeja a una mueca.

Tomó su mano de su regazo y doy suaves caricias con mi pulgar, puedo oler en su aroma la acidez de su tristeza, me encantaría poder meterme en su cabezita y borrar todo el dolor de esos malos momentos, que estoy más que seguro está reviviendo en su mente, es como si pudiera sentir en mi piel sus heridas y me vuelve loco no poder sanarlas.

- ¿Amor? - Nada. Está tan sumergida en sus pensamientos que no escucha mi voz - ¿Amelia, cielo? - su cuerpo da un pequeño brinco por la dureza de mi voz.

- ¿Que ocurre? - oscuros círculos están bajo sus bellos ojos, fruto del insomnio.

- Amor, ¿Te sientes bien? - tomó su mejilla en mi mano y cierra su ojos - estás algo pálida.

Una lágrima rueda por su mejilla y mi cuerpo tembló. Aparqué el auto en el una orilla de la autopista, desabroché mi cinturón de seguridad y me giré hacia ella, tomando su rostro entre mis manos.

- Dios, Amelia ¿Amor qué pasa? dímelo ya no soporto verte así. - la abracé fuerte y temblaba entre mis brazos como gelatina - si es por la visita a tus padres, la podemos olvidar si quieres, es más no iremos nos tomaremos estos días para nosotros dos - sus sollozos me estaban haciendo trizas el corazón - por favor amor no llores, me parte el alma verte así.

La encare y sus ojitos estaban hinchados por las lágrimas, trataba de limpiar sus mejillas con mis pulgares, pero tal parecía que podía lavar mis manos con su llanto, alguna mujeres son algo escandalosas cuando lloran, pero ella simplemente tiene los ojos cerrados y sus lágrimas recorren su rostro hasta terminar empapando su playera azul cielo. Deje que se desahogara sin hacer ningún comentario más, tras haber sacado todo su dolor nos detuvimos en una estación de servicios, se veía más calmada y serena.

Entramos a una cafetería y pedimos un par de capuchinos, en todo el rato no ha dicho una sola palabra, deseo que sea ella quien se sienta lista para hablar no quiero presionarla con mis preguntas, siento mis entrañas revueltas ante la incertidumbre de su agobio y tristeza, pero creo que puedo esperara a que esté lista para hablar de ello.

- Mis padres no son personas cariñosas- comenzó diciendo levanté mi mirada y pude observar como las palabras salían de sus labios, pero sus ojos estaban fijos en su capuchino - al menos conmigo nunca lo fueron....yo siempre fuí una vergüenza para ellos - su voz se entrecortó y nuevamente brotaron lágrimas de sus ojos - el tener una hija gorda fue una desgracia, en mi familia todos son delgados y atractivos, claro excluyendome....siempre fuí el centro de burlas y chistes por mi tamaño....el volver al lugar donde crecí hace que esas heridas provocadas por palabras hirientes y malintencionadas salgan a flote - una sonrisa llena de dolor se plasmó en sus labios- siempre trato de dejar ese episodio de mi vida atrás, pero.....me es muy difícil....trato de siempre ser fuerte, pero esto es más grande que yo.....

Mi mano se extendió sobre la mesa y tomó la suya a manera de apoyo.

- Eres la mujer más fuerte y maravillosa que conozco de eso no tengas dudas.

Tus curvas, mi perdición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora