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Amelia...

El dolor desde siempre ha sido parte de mi vida,hubo un corto y muy pequeño lapso de tiempo que creí lo había erradicado de mi vida pero simplemente fue la calma antes de la tempestad, no creo que mi corazón se recupere de este ataque despiadado. Sus finas láminas están demasiado dañada para unirse nuevamente y volver a albergar algo en su interior.

Es doloroso si pero no es tan insoportable como para orillarse a cometer una estupidez, nada en esta vida vale más que la vida misma. Si duele tanto que te asfixia apretá los dientes y sigue adelante, cada ser humano tiene en su camino lo que debe de afrontar. Eso me lo enseñó mi abuelo y si el lo dijo es porque tiene razón, así que apretar los dientes y afrontare este percance no voy a huir como una cobarde, voy a seguir con mi denigrante vida sin nadie a mi lado como siempre pero continuaré.

A quien quiero engañar no creo poder salir de este bache, me duele demasiado, el respirar se me hace dificultoso, lo amo tanto que no importa cuánto intente odiarlo jamás podré hacerlo. Siento el sonido de unos pasos acercándose, trato de abrir mis ojos pero los siento tan pesado y adormecidos que no me es posible. Algo frío y suave se desliza por mi mejilla, escuchó algunos murmullos. Agudizo un poco mi oído y me parece escuchar mi nombre. Mi cuerpo vuelve al mundo de los sueños y dejo que todo fluya en penumbras.

— Amelia....Amelia— una suave voz me llama invitándome a despertar. Siento las caricias suaves en mi oído conjuntamente con mi nombre — Amelia preciosa despierta.

Poco a poco mis ojos se abren, los vuelvo a cerrar al instante la intensidad de la luz me lastima. Siento unos fuertes brazos levantándome, seguidamente colocando un par de almohadas a mis espaldas dándome algo de comodidad. Mis ojos al fin enfocan todo a mi alrededor, es una amplia habitación bastante elegante y barroca con espesas cortinas y unos cuantos cuadros colgados en las paredes. La cama es mullida y suave, finalmente mi vista se fija en el portador de la suave voz que me saco de mi ensoñación, no recuerdo cómo llegué aquí, ni que demonios es este lugar.

—¿Sam...?¡¿Que estoy haciendo aquí?!— me regala una sonrisa y toma mis manos tratando de tranquilizarme.

— Tranquila preciosa, estás a salvo aquí ¿Recuerdas algo de lo que pasó?— niego — Alguien o algo te atacó....— antes de que continuará las imágenes de aquella criatura saltando sobre mi rebobinado en mi mente.

— ¿Pero como es posible?

— Esa criatura como tú le dices era un vampiro, tranquila ya no te hará daño estoy aquí para protegerte. — trato de abrazarme, pero lo aparte. Sus ojos y piel son fríos como los de el, ¿Cómo es posible que nunca antes me aya percatado de ello?

—¿T-tu eres un....?

— Si...lo soy — trate de salir de la cama y correr lejos. Sus fuertes brazos o me lo permitieron y terminé hundida en las sábanas con Sam sobre mi.

— No te haré daño...— se bajo de la cama. — soy un vampiro al igual que tu amigo.

— ¿Cómo es posible que nunca me haya dado cuenta de que eres un vampiro?

— Talvez jamás me tomaste la suficiente atención...— se veía algo dolido al dejar salir esa frase.

— Lo siento....

— No no lo sientas, todo es culpa de el nadie más que el debe tomar las represalias...— no entendía de que estaban hablando de pronto se veía furioso y me estaba asustando un poco, parecía estar un poco fuera de sí.

Tus curvas, mi perdición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora