¿Lo entiendes? Lo dudo

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El hombre es semejante a la vanidad; Sus días son como la sombra que pasa.

-Salmos 144:4.

-Milord... Su madre está... -sollozó la Sra. Bennet con los ojos empapados en lágrimas, intentando aferrarse a Stephen con manos temblorosas. Y aunque Adeline no entendió que estaba pasando, ver a aquella señora cascarrabias de apariencia dura y firme cómo roble, actuar tan fuera de sí, le dio un horrible mal presentimiento. Fue como si una alerta resonara en toda la habitación. El aire se hizo más denso, y su corazón retumbó con miedo en su pecho, aún sin saber qué pasaba, pero sólo ver cómo Stephen había palidecido ante aquellas tres palabras soltadas por la criada le daba razones para angustiarse. Había sido como si hubiesen accionado algún mecanismo en Stephen, quien inmediatamente dejó a Adeline al cargo de la criada antes de salir disparado por el pasillo que daba al ala central.

-Cuídala, yo iré con madre -y corrió, dejándolas.

-Pero, milord... -había comenzado a protestar la Sra. Bennet.

Adeline miró con sus grandes ojos turquesas a la Sra. Bennet, quien se retorcía las manos con nerviosismo.

-Sra. Bennet, ¿Qué sucedió?

La criada tomó un respiro que bastó para espantar el llanto, pues no estaba dispuesta a llorar frente a ella, y en lugar de responderle a la pregunta, lo único que soltó fue:

-Vaya a la cama, señorita -con voz seria. Quería que la menor de los Beckham se durmiera lo más pronto posible para poder irse. Pero, por supuesto, estaba esperando demasiado sumisión de Adeline.

-Sra. Bennet, dígame qué ocurre. Quiero saber, ¿Su excelencia, la duquesa, está-...

-A dormir, señorita. No es momento para andar husmeando en los asuntos de la casa -la interrumpió, adentrándose a la habitación con algo de brusquedad para prepararle la cama, notando que su plan para deshacerse rápidamente de ella había fallado.

-Espere, por favor, dígame. Me estoy preocupando.

-¿Y por qué se preocuparía usted? -espetó finalmente, estirando las sábanas con violencia y girándose a verla-. Con todo respeto, señorita, en estos momentos su preocupación no es el asunto más importante que está atendiendo Hamilton Hall.

-Discúlpeme -musitó, pero cuando leyó en los ojos y las intenciones de irse por parte de la mucama, se aferró a ella haciendo que se sentara junto a ella en la cama, y aún tomada de las manos, habló-. Señora Bennet, tiene que decirme qué está pasando. ¿Por qué Ste... Lord Hamilton salió corriendo de aquella manera? Sé que mis preocupaciones no le incumben, y que estoy siendo egoísta, pero no quiero ser ignorante. Si hay algo malo está pasando, quiero saberlo. Es de humanos preocuparse, y quizá pueda-...

-Muchachita -la interrumpió, haciéndola callar abruptamente mientras se soltaba del agarre de la menor-. ¿Sabe usted acaso por qué la duquesa no salió a recibirlos como es debido el día en que llegaron?

-N-no... -De hecho, Adeline ni siquiera sabía que era protocolario que los recibieran, y, de hecho, ese día pensó que había sido demasiada exageración que todo el escuadrón de criadas y criados los hubiera recibido. Había estado tan pendiente en las decoraciones, el trato con su madre, y su enojo por tener que vivir encerrada en aquella mansión, que la ausencia de los anfitriones pasó completamente desapercibida. Además, no es como si ella hubiera tenido alguna oportunidad de salir a relacionarse con la familia Hamilton. Sin embargo, tampoco recordaba haber oído hablar de la duquesa, ni la había visto por los pasillos en sus días de escapada...

-Ese día, su excelencia estaba muy contenta por recibirlos personalmente, ¿sabe?... Estaba emocionada por reunirse con la mujer que sería la futura esposa de milord... -narró la criada con gesto ausente.

Secretos De CuñadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora