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Me habré quedado congelado en mi sitio.

Atónito es poco. No alcanzan las palabras.

¿Muy dramático? Lo ameritaba. La última vez que él se había abierto conmigo sentimentalmente fue cuando tuve que darle la placa de Torrente a Volkov lleno de su sangre.
Y eso no había vuelto a pasar.

Mi mano se quedó a mitad de camino, iba a apoyar ésta en su rodilla.
"Cierra la boca, te entrarán dinosaurios" diría Gustabo. Aunque creo que nunca dijo realmente eso... Es igual.

—¿Sorprendido?—rió suavemente.

—E-eh no—claro que sí—. Solo... No me lo esperaba.

Se sentó esta vez poniendo sus codos sobre sus rodillas, mirando fijamente el vaso vacío, aún pasando su dedo en la boca del objeto.

—Nadie se lo espera, solo soy el frío comisario Volkov.

—No, no. Usted no es sólo eso. Usted es una buena persona trabajadora, leal—enumeré mentalmente—, con la que... No se puede hablar a veces pero escucha.

Dejó de mover su dedo.

—Es bueno saberlo, saber que simplemente no soy un comisario frío e insulso—dijo dejando sobre la mesa el vaso.

Caminé hacia él, me senté a su lado, y sus lindos ojos se posaron en mí. Aún no se había sacado las gafas.

Me acerqué un poco más, tanteando mis movimientos, como si fuese un cazador temiendo asustar a la presa y que ésta, se vaya.

Y fue ahí cuando nuestras piernas se tocaban, él no se veía perturbado, en su rostro se podía distinguir la calma: esperaba que se aleje o pregunte algo, pero no recibí nada más que silencio.

Que para mí, era una afirmación a mi deseo de acercarme.

Se me pasó por la cabeza besar sus finos labios, pero no quería presionarlo, y que termine yéndose como la vez que me declaré.

Así que contra toda tormenta dentro de mi cabeza, rodee con mis brazos, apoyando mi cabeza cuidadosamente en el hueco de su cuello.

Mis manos estaban un tanto frías, así que las bajé de su nuca, dejándolas colgando, apoyadas ligeramente en su espalda.
Cerré los ojos, soltando un suspiro, quizás yo necesitaba más ese abrazo que él.

Efímeras fueron las ideas de que él no querría abrazarme, que no me correspondería.

Sus brazos estaban rodeando suavemente mi espalda baja, apoyando su cabeza en mi hombro.

Escuché como dejaba salir el aire, y me apretaba más a él.

Odiar era muy poco.

Mi teléfono había comenzado a sonar, haciendo que este singular momento se rompa.

—Creo... Que me iré a dar una ducha—susurró intentando ocultar como su voz estaba rota y pasó su dedo en el ojo, mi pecho se apretó—. Le... Prestaré ropa y toalla para que usted pueda hacer lo mismo.

Dijo yendo a paso firme, como él solía caminar por comisaría.

Atendí, viendo antes quién había interrumpido.

—Gustabo. ¿Qué cojones quieres?

—Wow, wow, tranquilo—rió—. Quería saber dónde estabas, fui al hospital y no estabas, me dijeron que Volkov te llevó.

—Y si te dijeron que Volkov me llevó, ¿Por qué mierda me llamaste si estoy bien?

Del el otro lado de la línea, oí reír nuevamente.

Al fin y al cabo <Volkacio> [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora