9

1.8K 227 104
                                    

—No lo sé.

—Ah, ¿No lo sabes?—preguntó con sarcasmo en su pregunta.

—No. Estaba borracho, no recuerdo más que lagunas que no tienen nada de sentido.

Volkov solo estaba parado, con los brazos cruzados, visiblemente enojado. Conway caminó unos pasos, inclinándose levemente, hasta quedar a la altura de mi oreja.

—¿Qué has hecho con Claudio Muerte anoche?—ni siquiera susurró. Inevitablemente, miré al comisario, quien ahora miraba a conway—más te vale no mentirme, Horacio.

Cerré los ojos—Me... No lo sé.

—Bien. Yo sí. Doctor Muerte vino hoy para volver a tener sus cositas y a devolverme tu billetera—informó tirándome el cuadrado de cuero, que se abrió dejando ver como un pequeño papel caía de entre las solapas.

Volkov tomó entre sus manos el papel, por la luz pude ver unos números: e hizo un pequeño bollo con él, tirándolo al suelo y mirándome a los ojos.

—Ya es tarde, tiene usted que irse de la comisaría—dijo—. Y seguramente tenga que irse a trabajar o visitar a su doctor Muerte.

Gran actor. Lograba estar completamente serio y sonar despreocupado, como si no le importase: tal vez yo veré mal, pero en sus ahora oscuros ojos azulados podía ver rabia.

Mi otaku está celoso.

Es un muy buen avance, ¡está mostrando sentimientos!

Pero tenía que irme, así que asentí con la cabeza simulando tristeza y caminé directamente a la puerta, tomando mucho aire en el proceso.
Caminé por los pasillos beige, hoy estaba para vestirse de rojo y negro.

Pasión y celos.

Sin prestar mucha atención fui a mi casa, buscando una camisa roja con estampado en el bolsillo ubicado en el lugar del corazón y un pantalón negro, teniendo una cadena plateada colgando de éste, combinando zapatillas blancas.

Ubiqué algunos anillos en mis dedos, de esos que son grandes. Tomé una brocha y sombra rosa, pintando la línea inferior del ojo.

Fachita.

Hoy no trabajaría, deseaba pasearme por entre las calles de la ciudad con mi ropa comprada hace poco. Suelo tener una ligera obsesión con gastar mi dinero en autos y ropa, teniendo un clóset bien hermoso si es que algún día quiero encerrarme en él.

Necesitaba a Gustabo, podríamos ir a hacer idioteces por ahí, ya que no tomaba muy en serio su trabajo.

Así que salí de mi deshabitada casa y fui a buscar a Gustabin.
Las calles el día de hoy estaban tranquilas: tiendas abiertas con chicos o chicas algunas alegres y otras no detrás del mostrador, cafeterías rebosantes de personas hambrientas, y ese cálido aire apenas moviendo mi cresta.
Me sentía como en una película de amor adolescente con lo perfecto que estaba el día de hoy, estando el sol en lo más alto de cielo.

Ya estando a una cuadra de la comisaría, sonreí al ver a Gustabo, y paré en seco cuando estaba hablando con otra persona. Empecé a caminar a paso lento, intentando distinguir con quién hablaba, pero lamentablemente estaba de espaldas.
Corrí hacia ellos, llegando en un santiamén;

—¡Gustabo! ¿Nos vamos a dar una vuelta?—me encontraba más que feliz, y quería pasarlo con él.

—No Horacio, ahora no.

—Vamos, anda.

—No, no puedo ahora, Horacio.

Sonreí igualmente ante su rechazo, pero no iba a rendirme—Vamos, ¿Qué es más importante que... Tu mejor amigo?

Visiblemente cansado, puso un pasamontañas en la cabeza del aún desconocido que no se había dado vuelta en ningún momento, y lo corrió de frente suya.

—Cualquier cosa es más importante que tú. Ahora déjame trabajar en paz—pidió con frialdad. Joder como me había dolido.

Me quedé callado por unos segundos. Gustabo últimamente estaba muy raro, y su trato hacia mí, hacia los demás, se tornó muy arisco. Más que antes.

—¿Por qué eres tan hijo de puta?—consulté, realmente no me esperaba eso.

—¿Por qué eres tan pesado? Anda ya, después hablamos y vamos al casino—puso sus dos manos en mis hombros, y me abrazó ligeramente decorando las palabras con una voz dulce.

Me di la vuelta, ahora con su mano en mi hombro derecho. 

Bajé ligeramente la cabeza, merodeando nuevamente en sentimientos que intentaron ocultarse.

Pero estaba enojado.

Enojado con lo que había hecho hace unas horas, enojado porque nada hace tapadera ahora en mi cabeza, enojado porque la rabia es inmensa.

Y enojado porque no sé que me dice mi consciencia.

Volví hacia él, dando mi puño contra su cara.

Retrocedió, claramente porque no se la esperaba: quería descargar esto, confesarme no me había servido ni para una puta mierda.

En cuanto volvió, y el desconocido ahora ya no estaba, vi sus ojos. Sus ojos no demostraban más que ira y confusión. Pero la ira era lo que más destacaba allí;

Me devolvió el puñetazo, cayendo y él estando encima de mis piernas, golpeando una y otra vez mi cara.
Intenté defenderme, golpeándolo tal como él lo hizo ahora yo quedando encima de Gustabo.

—¡Eres un hijo de puta!—grité con frustración, golpeando con ambos puños cerrados a los costados de su cara.

—Y tu eres un débil bueno para nada—respondió con dificultad, y eso me hizo hervir más.

Estando él a punto de estar inconsciente, me sentí muy mal, y paré.

Me bajé de encima de él, sentándome con las piernas abiertas, encorvado y mis manos en el suelo: los nudillos estaban sangrantes y lastimados.

Gustabo estaba ahora sentado, nos miramos y empezamos a reír. Sangrando, con el sabor de la sangre metálica filtrándose en mi boca, reímos como nunca lo habíamos hecho antes.

Porque a fin de cuentas, él era mi hermano. Mi mejor amigo, mi familia.

Y nada nos separaría más que la mismísima muerte.
______________________________________

Un poco aburrido, pero próximamente habrá mambo.

Bah, en todos los capítulos hubo mambo así que no se pueden quejar, se les alimenta con pura vitamina D: Drama y más Drama.

He estado muy bloqueada, con mucha inseguridad en los capítulos e historia desarrollada hasta ahora, así que voy a ir lento pero seguro. Más porque a mí me gusta que esté todo perfecto aunque sea un simple fan fic, y que ustedes disfruten de la lectura a pesar de eso, de ser un simple fan fic.

Pues bueno, no sé qué más agregar a este nota de autor así que weno.

C m kuidan.

Al fin y al cabo <Volkacio> [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora