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La mayoría de veces la vida no es como deseamos que sea.
Muchas veces es desastrosa, es dolorosa y todo lo que termine con »osa« en términos negativos.

El auto en momentos como estos, era lo más incómodo, asfixiante y horrible para estar con alguien que te doblaba en mentalidad fuerte.

Él manejaba, y yo solo hacia más que mirar por la ventana. Hasta que el auto paró en seco, y asustado me puse en guardia. Sólo habíamos llegado al lugar en donde el amor surgía cuando menos te lo esperabas;
Y ese amor, estaba saliendo del auto a una velocidad impresionante, dando un golpe fuerte al cerrar la puerta. Dejándome solo en la frialdad de la Z.

Suspiré, los músculos de mi cuerpo se relajaron apenas: miré al frente, viendo como Volkov caminaba lo más rápido que le daban sus piernas, para perderlo una vez desapareció caminando hacia la puerta de la comisaría.

Salí, cerrando la puerta luego de haber salido. Me sentía cansado y desganado, no sabía que hacer.
Una mano se encontraba ahora en mi hombro. Gustabo.

—¡Pero bueno!—animado, alargó la "o"—¿A quién me encuentro aquí?

No hice más que mirar el suelo.

—Hey hey, ¿Qué te pasa?—añadió poniendo sus manos a los costados de mi cara—¿Qué te ha hecho ese cabeza pequeña?—su tono de voz se hizo más grave, ahora sin la presencia de chiste en ella.

—Le dije que lo amaba—susurré poniendo ahora mis manos sobre las suyas—. Y...

—¿Y...?

—Se fue todo a la mierda—lo abracé. Gustabo también hizo lo mismo, sobando mi espalda con su mano derecha.

[...]

Nos habíamos puesto de servicio.

Hace unos minutos se había dado por culminado un código 3, Fred decidió ir a la comisaría por unos minutos a dejar las cosas, e hice lo mismo.

—Esperemos mañana tener la suerte que tuvimos hoy de encontrar hasta una porra.—exhaló Fred estirando los brazos, sacándose de paso el chaleco.

—Sí, eso espero—sonreí dejando en uno de los estantes el arma de policía.

Nos dimos cuenta al mismo tiempo, que había movimiento detrás nuestra. Dimos media vuelta, Volkov se encontraba recostado contra la pared, seguramente esperando a que nos vayamos para así guardar las armas.

Miré a mi mejor amigo, aún no me acostumbraba a no ver su cabello rubio: pero podía ver la sarna y el rechazo en su mirada. Esa mirada era entera, completamente dirigida y dedicada al comisario bombón.

Tomó mi antebrazo, y salimos de allí quedando frente a las sillas azules.

—Escucha. Yo tengo que irme. Saldremos de servicio y tú te irás a dormir—demandó mirando de a ratos la armería—. Intenta... No darle mucha importancia a Volkov, concordamos que si te hace algo, esto va a terminar mal, ¿No?

Asentí—De acuerdo.

Firmamos un papel, ahora sí haciendo un 10-10. Me dejó en los departamentos, y esperé a que el auto que conducía Gustabo sea solo un punto o la nada entre la oscuridad de las calles por la desierta noche de estrellas.

Puse mis manos en los brazos, nuevamente buscando calor.

Me sentía triste, desolado, solo.

Al fin y al cabo <Volkacio> [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora