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La alarma había sonado, y esta vez me había levantado con un Volkov sirviendo café en dos tazas blancas.
Vapor salía del líquido marrón, y me había sonado el estómago, se veía muy apetecible.

El sonrió, yo poniéndome rojo al instante creyendo que escuchó el gruñir de mi estómago hambriento;

—Buenos días—saludó sentándose con gracia, como si hubiese practicado miles de veces sentarse tan bien en una simple cosa de cuatro patas con respaldo—. No tuve tiempo de comprar algo para acompañar mi tan bien hecho café, pero espero sea de su agrado, querido.

Querido. Darling. Convulsiono.

—Buenos días, querido.

Sonrojado ligeramente, vi como tomaba con prisa el café, preguntándome de si en vez de lengua tiene carne muerta: yo tomo a sorbos porque no tolero quemarme la lengua, además que me gusta disfrutar de la delicia.

Pero mi bebé es tan talentoso hasta para tomar un café...

Él dejando la taza sobre la mesa, tomó entre sus manos el celular. En el poco tiempo que nos conocemos, cuando mi querido Viktor Volkov ve algo que no le gusta o se pone un poco nervioso, frunce la nariz ligeramente. Me confundió de una forma abismal también apreciar como intentó ocultarlo, creo que teniendo conocimiento de como lo examinaba.

Bueno, tampoco lo hacía disimuladamente. Lo crucificaba con la mirada.

Decidí dejarlo pasar, siguiendo degustando mi café que no solía beber habitualmente. 

Pero al ver como lo volvía a repetir aquel acto misterioso y mal logrado en ocultar, tuve que preguntar.

—¿Te pasa algo? Se te nota muy nervioso...

Su mirada subió rápidamente de su celular a mi cara, y sonrió.

—Absolutamente nada, solo que hay muchos códigos 3 que hacer y sabes lo inútiles que son la mayoría de la malla—pasó delicadamente su dedo índice por debajo de su nariz—, así que apúrese que hay que encontrarse con Conway.

Asentí, confiando al cien por ciento en él, deliberando que no juzgaría sin pruebas suficientes.

El camino en el auto no fue incómodo, como varias veces había sido lo contrario. Al tener una distancia corta entre los departamentos y la estación de policía, llegamos rápido. Volkov rápidamente bajó del auto y corrió a mi lado, abriéndome la puerta.

Me reí, y a punto de unir nuestras bocas recordé lo que dijo Volkov: secreto.

Lo esquivé en el momento exacto, quedando detrás de él.

Mi sonrisa se borró, ya que discretamente miró a todos los lados posibles a los que su campo visual alcance, se giró y me tomó con su mano izquierda el cuello: acercándome para darme un pequeño beso.

Comenzó a trotar a la puerta de la comisaría y cuando vi que desaparecía, puse mis manos en mi cara, aguantando un grito de fan girl loca. 

—Mi querido Horacios, tanto tiempo—estaba rojo seguramente, Dios me libre.

Gustabo se encontraba detrás mía, ubicando su brazos izquierdo sobre mis hombros.

Seguramente nos había visto, pero ignoré que mi querido hermano pudo habernos visto en flagrante acto. 

Con suma precaución al llegar a la puerta, corrimos a los vestidores, dejando salir el aire que conteníamos, pues vimos que nadie estaba allí.

Ahora éramos Fred y Dan.

Firmamos un papel indicando que estábamos de servicio hasta eso de las 11, y corrimos dirigidos al despacho del viejo.

Entramos y vimos a Volkov, quien al vernos levantó su ceja derecha.

Debía de ser serio lo que hablaban, ya que los presentes previamente de haber llegado Fred y yo, estaban de brazos cruzados, serios.

—Oh, buenas tardes, nenas.

—Buenas tardes, Conway—respondimos al unisono.

Nos sentamos en nuestros respectivos asientos, recordando como por primera vez vinimos aquí: de basureros.

Gran avance, gran avance.

—Bueno, como ya saben, ustedes están encubiertos—inició—. Y esta investigación es muy importante; los llamé inicialmente porque no quería ponerlos en riesgo, pero lamentablemente desde que aceptaron mi oferta, sus culos estaban sobre el fuego esperando a ser quemados.

Nos miramos, yo sin entender. Gustabo ya lo habrá entendido, es muy ágil cuando hay este tipo de... Conversaciones.

—Así que, quiero que delante del comisario ya conocido por ustedes, se quiten las máscaras.

Dudé. ¿Creerá Volkov que le he mentido?

Gustabo ya se había sacado la máscara, adoptando una postura despreocupada y su rostro serio, mirando fijamente a Conway como si esperaba instrucciones.

—¿Dan...? O mejor dicho Hor-

Me quité la máscara que el día de hoy negra con plantitas verdes con rapidez, e inmediatamente la mirada de Volkov un tanto perpleja se conectó con la mía.

No había señales de decepción como aquella vez en aquel interrogatorio, pero no encontraba nada: nada negativo, nada positivo.

—Horacio y Gustabo, Gustabo y Horacio. Quiero que confíen en Volkov como si confiaran en mí.

—O sea que ni un poco—rió Gustabo, ganando que me tape la boca con el dorso de la mano, intentando no reír.

—Ja, Ja. Espero tu linda broma te sirva cuando me pidas ayuda mientras alguien te esté por matar—con su voz gruesa, hizo que hasta el suelo retumbe. Bueno, creo—, capullo.

Él simplemente subió sus hombros y los volvió a bajar, ya disponiéndose a irse.

—Pa, pa, pa pa pá. Siéntate—ordenó, y Gustabo sólo quedó apoyado contra la puerta—. Y tú, Horacio. ¿No tienes nada que decir?

Negué con la cabeza, poniéndome la máscara de nuevo.

—Perfecto sólo era eso. Espero me hagan caso y vayan con cuidado.

Asentí y Gustabo sólo se fue por la puerta, pero yo decidí actuar como si hubiese copiado sus acciones.

Caminé unos cuantos pasos muy ruidosamente para que ellos piensen que me fuí.
Muy mala idea si pasa como en las novelas, y me cachan justo escuchando con mi oreja pegada a la puerta.

Pero no perdía nada por intentar.

Fui en puntitas de pie hacia la puerta, agradeciendo al de arriba que se abra y cierre con manija;
Puse la punta de los dedos apoyados en ésta, con ambas manos a los lados de mi cabeza, y acerqué mi cabeza, escuchando murmullos.

—... Peligro. No puedo permitir que eso te pase—si mal no identifico las voces, es de Conway. Tintado en su voz una pizca de desesperación.

—Lo sé, pero es imposible. Todos los hilos están rodeados en el brazo del muñeco, y si mal no recuerdo, alguien tenía que tener las manos en las varillas de madera, controlando al títere—atacó Volkov—. No yo.

—Soy más que consciente de ello, pero no puede pasar esto. Si... Se acerca, si la tormenta se avecina, si básicamente la llego a palmar—intentó Conway controlar su voz—. Quiero que los cuide. Quiero que... Sí, los cuide.

—Será así. No espero otra cosa. Pero tenemos que planear bien, tenemos que poner de nuevo al puto títere en su lugar...

Mierda.

Como si tuviese un silenciador en las suelas de los zapatos corrí, corrí y corrí, llegando al armario.

Respiré unos momentos para poder tener el aire en los pulmones, y mirando para ambos lados corrí nuevamente hasta estar al el estacionamiento de la policía, sin pasar por alto como vi que ambos se preparaban para un código 1;
Sin yo saber que era lo que estaba pasando.
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En unos capítulos C VIENE.

No el final, a pesar de haber dicho que sería corto :).

Pero se viene.

Al fin y al cabo <Volkacio> [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora