13,5

1.4K 181 80
                                    

Y en cuanto dió esa señal, sus hombres vinieron corriendo hacia nosotros.

Muchos de ellos fueron golpeados. Había esquivado varios golpes y arañazos, pero terminé quedando en el suelo.

El puño iba y venía contra mí rostro, pero al ver como Volkov desesperado mientras luchaba miraba como me hacían mierda en el suelo, una última fuerza salió de mí y pude quedar yo encima de aquel que no recordaba el nombre, y fui yo ahora quien lo dejó medio muerto.

Miré a como estaba todo ahora: era un caos.

Conway peleando contra dos, Gustabo intentando ayudarlo y Volkov estando mamadisimo golpeando a uno de ellos.

En cuanto vi como uno se le acercaba por la espalda, corrí.

Corrí y me tiré de lleno al que iba a golpear a mi bebé, y casi quedo igual de muerto como al que dejé a unos metros.

Volkov me ayudó a mí, sonriéndole le hice saber que todo estaba bien.

Fuimos a ayudar a Conway y Gustabo, quienes tenían casi todo controlado menos que se aproximaban otros más, y que nos daban lucha sin parar.
Ninguno de nosotros, que éramos cuatro habíamos caído. Pero si que estábamos a punto de hacerlo.

No sé si era aquel Dios, pero nos había protegido y ayudado a que todos vayan cayendo.

Yo peleando contra uno, Gustabo ahora estaba yendo a por Calavera, quien estaba lo más campante mirando la escena.

Conway estaba acabando con uno, yo no había acabado con este.

Pero si lo hice dejándolo a un lado, cuando vi que Calavera apuntaba a Conway.

Con las pocas fuerzas que me quedaban, me levanté mientras forcejeaba con quien estaba luchando, para correr directo a Conway, que estaba golpeando a otro.

Un disparo de oyó, y no hice más que sentir como mis ojos se llenaban de lágrimas.

Caí de rodillas, mirando a Calavera: quien estaba más o igual de consternado que yo.

Miré atrás, viendo como Conway no podía creer lo que veía, con su boca sangrando en un costado y su pómulo sangrante.

Había salvado a papá.

Pero no me había salvado a mí.

El mundo se detuvo, no había más que un pitido oírse.
Caí de espaldas, sentí a Volkov tomarme por la nuca.

—¡¿Qué hiciste, pedazo de mierda?!—gritó la lejana voz de Conway.

No pude escuchar más, sentía mis lágrimas caer.

—No, no, no. No tiene que terminar así. Escucha, Horacio—su voz era lo que más destacaba en mi consciencia—. Horacio. No sigas la luz, yo estoy aquí, sigue mi voz.

Intenté seguirla, era difícil.

Sentía desvanecer, ver una silueta, una delicada mano tocar mi mejilla.

La realidad se me era imposible de ver: yo veía el borroso cuerpo de Volkov a través de mis ojos que intentaban cerrarse.

—Yo no fui...—no supe reconocer la voz.

—¡Horacio! ¡Escucha!—no, no llores amor. No grites mientras lloras, me haces sentir mal—escucha por favor.

Cada vez más alcanzaba la inconsciencia, poco a poco aquellas manos frágiles me envolvían el pecho.

—¡Te amo!—gritó entre lagrimas—¡Estoy preparado! ¡Te amo, te amo, te amo! Lamento tanto haberlo dudado, te amo como también nunca he amado a alguien.

Sentí sus labios tocar los míos, como si aquel beso pudiera sacarme de aquel vacío que me chupaba.

Pero aquel beso, me llenaba de paz y felicidad.

—Yo... También te amo, Volkov—susurré, sonriendo e intentando que la calma se apiade de su exasperación—. Cuidate, amor mío. Te amo como no tienes una idea. Eres el amor de mi vida—era muy difícil hablar, entrecortado era todo lo que salía de mi boca.

Ya no podía aguantar más.

Quería irme. Ver a mamá.

Quería quedarme. Besar una vez más a Volkov.

—Ámame, como si no hubiese un mañana—susurré, viendo como de sus ojos espesas lágrimas corrían por sus mejillas—. Más nunca me olvides. Ama a alguien más, te libero, sé feliz. Pero nunca... Nunca me olvides—tosí. Mierda que era difícil.

—No, no me digas eso, vamos a salir de esta juntos, mi amor—dijo tomando mi mano—te voy a llevar al doctor y vamos a casarnos, a comer perdices y, y, y... Vamos a estar hasta que la vejez nos separe—sonrió entre lágrimas.

Podía oír a Conway hablar, pedirme que le hable, que le diga cómo estoy. Pero solo escuchaba a mi amado.

Más sin embargo, necesitaba decir esto—Conway, papá. Te amo. Te extrañaré mucho—tosí, la garganta dolía mucho—. Lamento decepcionarte.

No podía oír su respuesta, no podía.

—¿Gustabo? Gustabo, eres mi hermano. Te amo tanto como siempre lo había demostrado, te extrañaré, hermano mío.

Pero no escuchaba nada.

—Te amo, Volkov...

Y dejé irme.

Pero la voz de Conway no hizo más que asustarme:

Gustabo, ¿Qué... Qué hiciste?

Al fin y al cabo <Volkacio> [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora