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La alarma sonaba.

Mi linda melodía comenzó a sonar, pero no pude evitar darme la vuelta, esperando ver a mi comisario.
No esperaba menos, sabía que Volkov era bien comprometido con su trabajo, puesto que es por lo que daría la vida.

No iba a mentir que esperaba algo, era algo muy obvio; aunque creo que querría haberlo visto en toda su belleza mañanera.
No iba a hacerle el típico drama, estamos grandes.

Así que seguido de eso, luego de ver que eran las 10 am, busqué mi ropa.

Mierda.

No tenía la ropa del subinspector Dan.

Tendría que ir a mi departamento. Así que caminé sigiloso.
Afortunadamente, no fue como hubiese querido si estuviésemos en una historia de amor vampírica: despertar, ir a la cocina y encontrar al amor de mi vida con un café servido y medialunas hechas por él.

Solté un suspiro, y solo decidí ir a la puerta.

Estaba cerrada. Mierda mierda mierda.

Hice lo que haría cualquier persona antes que buscar una forma de abrir la puerta: miré toda la casa, hasta el pasillo oscuro, no encontré nada en una sola mirada a todo el departamento. La ventana se veía tentativa, pero, ¿Cómo carajo le explicaría a Volkov que me quería escapar de su dulce hogar sin quedar como un idiota desagradecido?

No había forma.

De soslayo miré mi celular: éste tenía un mensaje del dueño tanto de mi corazón como de ésta casa.

"Espero haya dormido bien. Me tuve que ir a trabajar y no tengo una copia de llave, cerré por si las moscas. Hoy no vayas, ha de estar mal aún. Volveré para el mediodía, desearía que comamos algo que no sea pan con queso o algo quemado :)"

Mi pecho se oprimió. Era demasiado dulce. Pero tenía que irme.
El tema, es que como mierda iba a volver para las doce.
Corrí hacia la recámara de mi enamorado, y busqué clips, obviando que quizás no tendría ninguno para así forzar la cerradura e irme como Pedro por su casa.

Chequé el cuarto, chequé el piso y nada.

Corrí nuevamente hacia el baño, busqué entre las gavetas.

Bingo.

Volví a correr, y, queriendo tranquilizarme aún con la ropa de Volkov, inserté el clip en la cerradura.
Hace un minuto estaba esperando escuchar el "click" que me indicaba mi libertad.

Las películas son una mierda. Mienten, mienten.

Me di por vencido, sentándome frente a la puerta en posición de indio.
¿Cómo le explicaría a Gustabo que me habían secuestrado? Debo de tener síndrome de Estocolmo, si no, no se explica el porqué no me encuentro nervioso por no poder salir.

Pacientemente me levanté, tenía hambre y ya tendría que haber unido cables para darme cuenta que no podría irme.

Abrí la nevera: jugo, pizza que parecía de hace tres días, no había mucha variedad. Agarré lo mencionado anteriormente, y me senté en una de las sillas con tela roja, apoyando todo en la encimera.
Busqué un vaso, serví del juego anaranjado, dando por iniciado mi desayuno.

No era muy fanático del café, así que tenía excusas para no hacerme uno y por lo menos tener un desayuno decente como Dios manda.
Tampoco estaba tan mal.

Masticaba lento, no quería ser un pesado, pero tenía ansias por saber que eramos con el comisario de cabeza pequeña.
Estaba animado, nos habíamos besado, y eso era un paso enorme.

Al fin y al cabo <Volkacio> [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora