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Los trillizos entrenaban con Soren y Reagan; Beth y Vrid practicaban con ellos, desde que los castillos habían sido tomados.

—Bien, —Reagan miró a las dos chicas completamente acabadas —pueden descansar. —no esperaron más y se dejaron caer sobre el pasto verde y frío —Aún tienen mucho que aprender.

—Somos conscientes de eso. —Vrid sonrió. Mientras sus respiraciones se regularizaban observaban a los trillizos practicar con la espada.

—Buenos días, —Jade saludó —¿cansadas? Apenas están comenzando —las miró burlonamente. Se veía alegre, era ella de nuevo; siempre mostrando su fortaleza después de haber caído. Jade prefirió salir, a quedarse postrada en la cama, aunque no había mucho problema, Aiden estaría a su lado.

—Sí. Estamos agotadas —se levantaron y como el resto de la gente ahí presente la reverenciaron. Al alejarse de ellas, notaron que Jade dejaba un rastro de flores al caminar, rojas y naranjas. Ambas sonrieron compartiendo una mirada cómplice, estaban felices por ella y Aiden.

El día estaba fresco y solo un poco nublado, las copas de los árboles se movían de un lado a otro haciendo sus hojas danzar.

—Majestad, —Soren se acercó a ella —me alegra verla fuera del Palacio.

—A mi igual. —caminó hacia donde estaba Miles —¿Cómo ha estado? —preguntó.

La siguió —Ha mejorado mucho; tiene un espíritu fuerte. —el chico Skuret parecía muy seguro de sí mismo.

Conocía a Soren —¿Y cómo han estado? —parecía confundido, pero ella señalo con la mirada a Miles.

Entendió —Él es tímido, —lo miró —por ello preferimos llevar las cosas con calma. —quería sonreír más de lo que demostraba.

—Me da gusto, —hizo que se detuviera; ella siguió avanzando y le dio un último vistazo —pero debo joderlo un poco. —Foux pasó del hombro de Jade al de él como un camaleón.

Asintió —Ya lo suponía. —lo había hecho con todos aquellos a quienes había entrenado; un exceso de confianza podía ser peligroso.

Al verla todos detuvieron sus entrenamientos y la dejaron con él, entendiendo por completo lo que haría con excepción de sus hermanos.

—Jade, te ves mucho mejor, —dijo —lamento lo que sucedió.

—No es tu culpa, pero agradezco la preocupación —parecía demasiado pacífica, las chicas se levantaron, comenzaban a sospechar algo —¿Qué tal te ha estado yendo?

Miles vio a su alrededor feliz de poder estar ahí —Excelente, esto es increíble. He mejorado mucho, sé que podré volver a la batalla cuando sea necesario.

—Felicidades. —le ofreció la mano y él la acepto, la estrecharon.

—Aunque, me gustaría que pudieras darme al menos una clase. —Jade no lo soltó.

Su expresión cambio —Perfecto, —sonrió con malicia —¿qué te parece ahora? —frunció el ceño. Ella traía un vestido vaporoso y ligero de color hueso, que definía su cuerpo; de hombros descubiertos dejando ver algunas de sus cicatrices y algo del tatuaje en su nuca; su cabello en una trenza. Ella no estaba preparada para un duelo —No te preocupes por la ropa.

—Pero... —sin piedad lo jaló tirándolo de su silla, lo dejó en el suelo y empujó la silla lejos de él. Volvió a él arrastrando su vestido en la tierra sin importar si lo ensuciaba.

—¿Estas listo para la batalla? —Killian y Zeth querían acercarse y ayudarlo; Jade dio la señal de que no los dejaran pisar el ruedo. —Entonces veamos, estás en medio de la lucha, tus hermanos no pueden llegar a ti, perdiste tu silla y estás solo. ¿Qué vas a hacer? —le planteó una situación.

Guardianes: La Espada UlfberthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora