8. Huir.

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Joaquín.

Miré mi reloj. Habían pasado dos horas y Emilio no regresaba.

Si seguía así, me iba a quedar sin uñas. Tenía muchos nervios y miedo de que algo le pasara.

Cuando estaba a punto de llamarle a su celular por sexta vez, escuché que la puerta de la entrada se abrió.

Baje las escaleras rápidamente y cuando llegue a la planta baja, lo miré en la entrada. Con sus ojitos y mejillas rojas.

Corrí hacia él y se dejó envolver en mis brazos rápidamente.

—Shh. —susurré en su oído al escucharlo sollozar— Aquí estoy, mi amor. —dije.

El que empezó a llorar más fui yo, al sentirme culpable de haberlo hecho llorar.

Emilio se aferraba a mis brazos y lo único que podía desear en ese momento, era que Emilio pudiera sentir todo el amor que trataba de transmitir en ese abrazo.

—Solo quiero descansar. —susurró.

Después de que se calmó un poco, subimos a nuestra habitación. Nos pusimos nuestras pijamas y nos recostamos en la cama.

Emilio pidió ser la cuchara pequeña y lo rodeé protectoramente en mis brazos.

—Amor. —susurró después de mucho silencio.

—Dime. —dije besando su cuello.

Podía escuchar los latidos de su corazón y su respiración tranquila.

—¿Podemos salir? —preguntó.

Fruncí el ceño.

—¿Ahorita? —pregunté.

Emilio negó lentamente.

—El fin de semana tal vez. —dijo— O en unos días. —susurró— Tal vez ir a nuestra cabaña o solo salir de la ciudad.

Podía percibir la nostalgia en su voz. Y me dolía el corazón escuchar que no se sentía bien.

—¿No te afectará con la grabación del disco y la preparación de la gira? —pregunté.

Emilio soltó un suspiro. Parecía que no había pensando en eso.

—No lo sé. —dijo— Solo quiero salir.

Solté un suspiro yo también. Pues sabía que me costaría muchos desvelos y esfuerzos si dejaba mi trabajo y la preparación de las planeaciones a un lado para irme con Emilio. Pero sabía que lo necesitaba.

Sabía que valdría todo mi esfuerzo.

—Coméntale a Luis que no estás dando tu máximo y que quieres un descanso. —dije— Solo este fin de semana.

Emilio giró su cuerpo para verme mejor.

—¿Tu no tendrás problemas por dejar tu trabajo a lado? —susurró dulcemente.

Miré su gesto, sus expresiones. Escuché su voz y sentí mi corazón triste al notar que podía ver al mismo Emilio de dieciséis años frente a mí.

—No lo creo, amor. —mentí— No habrá problemas.

Pude ver un ligero destello de alegría en sus ojitos y sentí mi corazón latir.

—Ven. —dije indicándole que se acercará a mi pecho.

Emilio se acercó rápidamente a mí. Lo rodeé en mis brazos y comencé a depositar besitos en su frente.
Lleve una mano a sus rizos y comencé a acariciarlos.

Cambios. | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora