FEAREST [katsudeku]

La disputa entre la razón humana y el instinto animal de Midoriya

"Terror"

Estaba seguro que ese terror que surgía primitivamente desde el fondo de sus entrañas no era él, una sensación asfixiante le embargaba y no podía detener su acelerado andar.

Estaba corriendo, no estaba cociente del tiempo y no pensaba parar ni aunque le apuntaran a la cabeza con un arma, por que tenia la sensación... no, estaba seguro, que lo que lo asechaba a sus espaladas, eso que lo perseguía y pisaba los talones, era incluso mas peligroso que cualquier bala que se abriera paso entre sus sesos.

Y pensaba en lo que había a sus espaldas como "eso", por que nada humano, nada natural, nada que hubiese escuchado antes sonaba como eso, ni andaba a esa velocidad, ni se movía con esa fuerza, había vivido en carne propia pocas experiencias que lo horrorizaran en verdad, la mayoría solían estar detrás de la pantalla de algún televisor y con una etiqueta de "ciencia ficción" grabadas en ellas. Pero esto era real.

Esta carrera se había extendido al corazón de ese bosque, en donde las raíces eran gruesas y te podían hacer tropezar si te equivocabas al pisar y  los arboles se enraizaban los unos con los otros para funcionase en enormes troncos, las copas de los arboles se perdían entre la espesura de las hojas aledañas de los demás arboles, la luz del sol apenas salia entre algunas aberturas pero era suficiente para iluminar su camino improvisado. Inconsciente mente había decidido que el camino recto era su mejor opción, no estaba seguro del por que, pero algo en su cabeza le rogaba que corriera con todas sus fuerzas y no volteara a ver.

Hace rato que, entre su preocupación por no tropezar entre las rices y los movimientos irregulares que hacia con los brazos para quitar de su camino las ramas de algunos arboles, había perdido de vista las vías de tren con las que se había topado antes, esas que vio al salir del túnel.

Escuchó nuevamente el retumbar, la voz de la mujer, igual de fuerte que antes, un grito aberrante, que hizo vibrar el suelo y los arboles a su alrededor, que le hizo jadear y correr aun mas rápido si eso le era posible, mas imprudente, mas desesperado.

No se percató de la mala elección que había sido hacer eso hasta que entre la rapidez de sus pasos, una raíz le hizo tropezar, cayó de bruces contra la obscura tierra, probablemente la tierra terminó en su boca y no tuvo tiempo de esculpirla buscando un lugar en el cual esconderse, se sintió bendecido en cuanto vio una pequeña trinchera natural formada por raíces que se enredaban entre ellas creando una pequeña barrera escondida, algo pequeño pero suficiente para esconderlo al menos para recuperar el aliento y la razón.

Se arrastró rápidamente entre la tierra y el musgo de las piedras, se agarró a las raíces y se impulsó hacia el interior de la trinchera, una vez dentro vio que cerca, como si aquel agujero lo guiara a su interior, había una abertura a la profundidad de uno de esos gruesos troncos.

No lo pensó ni un segundo mas y se arrastró hacia el tronco y la obscuridad que emanaba de esa abertura.

Entre la desesperación logró acomodarse incómodamente, el lugar tan estrecho como era, apenas le dejó posar su espalda en la pared del interior y encogerse lo mas posible para introducir sus piernas. jamas había sido tan flexible y definitivamente no era un contorsionista, pero la incertidumbre era tanta que logró apretar su cuerpo a sus limites entre las paredes de ese árbol.

Su garganta estaba seca, quería toser.

Fue en ese momento en el que pudo recuperar un poco de razón, el sonido de su corazón retumbando en sus oídos dio paso a esa razón, su pulso no estaba ni cerca de calmarse, sus jadeos, que se habían mantenido en toda su carrerilla hasta ahí, finalmente empezaban a menguar. Finalmente se dio permiso de pensar detenidamente lo que estaba pasando.