Capitulo 9.

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Había transcurrido el día y si no es porque Bruno llamó temprano recordándole que era su cumpleaños no se hubiese acordado.

De una reunión a otra no le quedaba tiempo para más que dormir unas pocas horas y seguir de un lado a otro junto a su padre y otro socios.

Por desgracia el padre de Maximiliano tenía una sociedad con su padre y tenía que verlo seguido, en su diario vivir vagaba la idea de dejar todo tirado e ir a averiguar si eso que sintió con William era tan real como su existencia en sus sueños.

Pensó una y otra vez en llamar a Amanda y preguntar por él pero se detuvo, tenía que estabilizar su vida y no se permitiría arruinar ese algo que sintió junto a él, fue un sentimiento reconfortante compartir con él, fue una brisa fresca para su alma.

Camino de un lado a otro ya envuelta en una toalla, ese espacio se sentía muy grande para ella sola y se imaginó a su bebé corriendo de aquí para allá.

Se sentó en la cama cubriendo su rostro con sus manos, quería serenarse y dejar de pensar en eso por una vez en su vida.

Escuchó mucho ruido abajo y decidió ir a ver qué pasaba. Mirna bajó la mirada en cuanto la vi y Chloe dirigió su mirada al intruso que permanecía en el umbral de su puerta.

— ¿Qué haces aquí?—preguntó ella sin dirigirle la mirada.

— ¡Mírame!—gritó.

—Cálmate, no estás en tu casa—él intentó avanzar—detente—ella termino de bajar las escaleras— ¿Qué quieres?

— ¿Qué haces? ¿Qué estás haciendo?—ella lo miró extrañada—no me mires así, sabes perfectamente de lo que hablo—se acercó a ella.

—No sé de qué hablas, creo que ya estás loco—ella sonrió y cuando intentó alejarse él la tomo del brazo—no vengas con tus dramas de que te estoy sacando del mercado—sonrió cínica y vio con desprecio su mano en su brazo—no es mi culpa que ya no seas el empresario exitoso de antes y suéltame, mereces todo lo que te está pasando— se soltó de él y se carcajeo.

— ¿Sigues dolida porque te dejé?—preguntó sonriendo.

—No, tú en mi vida estorbabas—suspiró—lo único que me duele es que con tu avaricia y maldad arrastraste a mi hijo.

—Ese niño solo estorbaría.

—Te equivocas, eso fue lo único bueno que me habías dejado pero me lo arrebataste—sonrió—sal de mi casa o llamo a los de seguridad.

—Yo te amo y sé que tú a mí también—quiso acercarse pero ella se lo impidió.

—No, yo no te amo, deje de hacerlo cuando entendí que amarte me enfermaba—se volteo—espero no volver a verte Maximiliano.

Subió a su habitación y se lanzó a la cama suspiró y gritó.

Su teléfono sonó y sin ver el identificador contestó.

— ¿Chloe?—su corazón se detuvo, era él.

Mientras respires, hay esperanza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora