Capitulo 11.

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En todo el viaje sus palabras revolotearon en su cabeza y no podía dejar de pensar en que realmente el sentía lo mismo.

Su ansiedad se hacía más grande en cada minuto que transcurría, se sentía pleno y feliz.

Ella pasó esos dos días siguientes en una nube y aún más sabiendo que faltaba poco para verlo otra vez.

Trabajó absorta a todo, hasta trató con amabilidad a Ana y ni Maximiliano pudo borrar esa sonrisa de su rostro.

Sonó su teléfono y sin mirar contestó.

—Estoy a fuera de la empresa—ella sonrió aún más y con paso ligero salió y le dijo a su secretaria que lo dejasen pasar.

Ella se levantó y camino hasta el ventanal al otro lado de donde está su escritorio, allí espero viendo la ciudad.

—¿Chloe?—la llamó al abrir la puerta de la oficina y la vio, allí de pie frente a ese ventanal, camino hacia ella sintiendo como su corazón latía desenfrenada mente.

—Liam...—ella también camino y así hasta estar uno frente al otro, lo suficientemente cerca para observar como sus irises verdes desprendían una calidad infinita.

—Eres el más bonito sueño—él puso su mano en la cintura de ella para acercarla más.

—No soy un sueño—acaricio su mejilla—soy muy real—y acercó sus labios a los de él y rozo sus labios.

—Demasiado real—susurro él embriagado con su majestuoso olor y la beso, hundiéndose en una marea de emociones que lo permearon todo. Ella sentía una presión muy fuerte en su estómago.

Se les olvido el mundo, ella pasó sus brazos alrededor de su cuello presionándolo más hacia ella.

Sus lenguas se unieron en un movimiento sincronizado, intensificando esa caricia que de alguna manera los hizo sacar ese amor que un día quedo reprimido.

La acercó más y el movimiento desenfrenado de sus bocas se intensifico, sentían amor, euforia y una aprensión crecía con cada roce.

—Me gustas mucho Liam—se separaron agitados.

—Repítelo—susurro él—una vez más, por favor.

—Me gustas muchísimo—el sonrió y la abrazó.

—Y tú me gustas a mi Chloe—susurro en su oído—no sabes cuánto—su voz la derretía.

Se miraron fijamente, era imposible que eso fuera real, que se sintiera tan real.

—Me encantan tus ojos—le dijo ella.

—Y a mí los tuyos, en ellos pude encontrar esa estrella luminosa que le faltaba a mi cielo oscuro—ella soltó una risita.

Se abrazaron sintiéndose presas de esa marea de sensaciones y sentimientos nuevos que los invadió por completo.

— ¿Quién es él?—preguntó Maximiliano azotando la puerta al entrar y ella solo podía sonreír mientras él ardía de la rabia.

—Eso debería preguntarlo yo—habló William.

—Ya mi vida no es asunto tuyo Maximiliano y no vuelvas a entrar sin permiso a mi oficina—él quiso acercarse pero William se puso en medio.

—Ya escuchaste, sal ahora mismo—Maximiliano lo vio hirviendo en molestia—sal.

Se dio la media vuelta y salió dando un portazo y ambos se rieron.

Mientras respires, hay esperanza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora