Capitulo 4.

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—Yo comenzaba a surgir en los negocios, todo iba bien pero mientras transcurrían los años el poder me consumía, me sentía dueño del mundo y la arrogancia ya estaba impregnada en mis poros—suspiró—apenas tenía veintidós años, el dinero me elevo muy alto. Hice a un lado a mis padres, ellos me repitieron que estaba bien surgir pero que si el costo de eso era mi humildad y mi humanidad, que no valía la pena. —sonrió apenado.

»No me importó y seguí, alejé a todos mis seres queridos y me hundí en ese mundo de los negocios, allí no hay amigos solo hay soledad y así quedé, solo en mi departamento último modelo lamentando que mi padre murió y no pude estar con mi madre porque estaba de viaje—suspiró y siguió—dejé unos papeles en donde mi mamá se quedaba con la mitad de mi dinero y con la otra mitad llegué aquí.

—Pero si llegaste aquí con dinero, no entiendo—se pasó la mano por la frente.

—Ya llego a esa parte—suspiró y miró la torre—estaba deprimido, realmente hundido y caí de esa gran nube en donde con mi arrogancia me había yo galardonado y bebí, creo que me acabe el licor de todo el hotel y con eso desapareció mi dinero—ella lo miraba asombrada—me echaron del hotel y pase medio año vagando por las calles de parís sin comer hasta que un día mientras deambulaba di con un refugio en donde me brindaron su apoyo, me ayudaron a dejar esa adicción que había creado el alcohol, recupere eso que con mi egoísmo perdí y logre detener que mi razón me abandonara por completo—él la miró, sus ojos eran una tormenta de colores en donde el verde quería ganar la batalla pensó ella.

—Es horrible lo que me cuentas, todo lo que pasaste—él negó.

—Era algo que me merecía, todavía aún nadie quiere darme un trabajo fijo—sonrió—sé que estoy pagando por lo que hice—se miraron fijamente—ahora, dígame usted ¿Qué la trajo a París?—ella pasó su mano por un mechón de su cabello y observó como las personas iban y venían sin detenerse.

—Por la herencia que me dejó mi madre al morir soy dueña de todo lo que en muchos años construyo mi abuelo, al paso de los meses mi ex me convenció en invertir en un nuevo negocio, sería una empresa de ambos pero con mi dinero. Solo éramos nosotros dos y una amiga muy cercana, todo iba bien—respiró profundamente—me propuso matrimonio y pensé que a pesar de tener tan solo veintidós años mi vida estaba resuelta, me iba a casar tenía mucho dinero y sorpresivamente había quedado embarazada. —él la miró sorprendido.

»Todo iba muy perfecto hasta que en mi sexto mes de embarazo me llegaron unas fotos de ellos dos en mi oficina, fue como si me arrojaran un balde de agua fría en la cabeza. No podía con tanta rabia bullendo en mi sistema y en lo que llegó a la casa le reclame, no lo quería cerca de mí, de mi bebé y lo eché. A los días me llegó un vídeo en donde hablaban de quitarme todo y sin decirles nada mandé a cancelar todas las cuentas de la empresa.

»Los meses pasaron y ya faltaba un mes para tener a mi hijo, un día sin esperarlo llegó él a mi casa mientras yo iba a sentarme junto a un árbol que me brindo consuelo durante todo ese tiempo, ese monstruo me golpeo salvaje-mente sabiendo que dentro de mi estaba su hijo—él acercó su mano a su mejilla y borró una lagrima que le bajaba por la cara.

—Si no quieres seguir está bien—ella negó y sonrió.

—Me dejó ahí sangrando y cuando me llevaron al hospital ya era muy tarde, me dejó sin mi luz, ese dolor me dejo una marca muy grande pero decidí que era suficiente, que ellos no eran nadie para tener el placer de verme destruida así que les di la cara y los deje en la calle, quite todo mi dinero de esa empresa que junto a él cree con mucha ilusión—ella sonrió— y ahora mírame aquí intentando sobrellevar a la soledad a la que me sometieron al perder a mi bebé.

Ambos dirigieron su vista a las personas y sonrieron pensando en lo raro de aquella situación.

—A veces es más fácil contarle tus tormentos a personas que no forman parte de tu vida diaria.

—Y a veces es necesario sacar las flores marchitas del florero por otras que si aporten amor y esperanza.

El sonido de su teléfono los saco de esa conexión que se creó al mantener fijas su mirada en el otro.

—Mi amiga ya está cerca—él asintió y junto a ella se levantó.

—Chloe lo siento, tenía que arreglar unos problemas en el colegio de Bruno—vio a esa mujer y recordó haberla visto en algún lado.

— ¿Te llamas Chloe?—preguntó curioso.

—Sí, mucho gusto—extendió su mano a la de él— ¿Cuál es tu nombre?

—Wi-William... así me llamo—ella asintió y él quiso no despegarse de esa mano, de su tacto cálido.

—Mucho gusto—sonrió ella.

—Tú eres el que llevó a mi hijo a la estación— afirmo Amanda.

—Sí, el niño lloraba y necesitaba ayuda, no podía hacer más—dijo él.

—De todas maneras gracias por no dejarlo solo llorando—él asintió—Bruno no se cansa de repetir como usted lo ayudo—él paso su mano por su nuca y sonrió apenado.

—Bueno—interrumpió Chloe— fue un placer complacerlo William.

—Lo mismo digo Chloe—él en su cabeza buscaba como hilar las palabras que quería decirle— ¿quisiera usted salir conmigo?—ella sonrojada asintió.

—Si, en dos días ¿está bien?

—Perfecto, hasta el jueves entonces—él se iba a dar vuelta para irse pero ella lo detuvo.

—Aquí a las tres de la tarde—él asintió y se alejó.

Su cabeza no dejaba de dar vueltas y su corazón desbocado le recordaba que aún tenía uno.

Ella se quedó mirando cómo se alejaba y el cosquilleo en su mano, justo en donde estuvo la de él, no se detenía.

En su estómago una revolución existía y su corazón una estampida vivía.

Se fue junto a su amiga hacia el centro comercial en donde parlotearon sin cesar, caminando de un lado a otro sin parar mientras que Chloe no se podía sacar al vagabundo de su continuo pensar.

Mientras respires, hay esperanza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora