Capitulo 3.

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Chloe salió del aeropuerto sintiéndose liviana, sin tanto peso encima, muy libre.

Tomó un taxi y se dirigió al hotel que días antes había reservado, pensó que ese tiempo que estaría en París le serviría para terminar de sacar lo que en su vida ya no tenía utilidad.

El frío calaba sus huesos, ya esa andrajosa y sucia sabana no le servía de nada, suspiró y al ver cómo iba amaneciendo decidió levantarse de ese banco en donde ha dormido durante esos dos años.

Caminó sin rumbo hasta que llegó a la línea que divide el cemento del césped.

—Si tan solo pudiera acercarme y poder apreciarte de cerca como aquella primera vez—le hablo a esa torre imponente que se alzaba a unos metros frente a él.

Regresó en sus pasos a esperar que abrieran el café que esta al cruzar para poder ver la hora e ir al refugio en donde lo acogieron hace ya un año y medio.

Vio pasar a las personas de un lado a otro y en ese vaivén sus ojos se cerraron.

Chloe salió del hotel apresurada pensando que llegaría tarde a la cita con Amanda. Se subió a un taxi mientras le enviaba un mensaje a su amiga.

Llegó al lugar y antes de ir a la plaza paso por esa cafetería que esta antes de cruzar la calle y compro dos cafés.

Caminó hasta cruzar la calle y sentarse a esperar a su amiga en una banca donde yacía dormido un vagabundo, sonrió y sacó su teléfono para ver si Amanda había contestado.

Él se removió y a su nariz llegó un perfume dulce que lo hizo levantarse de golpe, miró a la chica, el sol, la cafetería y volvió a la chica. Apenado se acomodó en la banca y antes de poder hablar observó el reloj de la cafetería.

—Discúlpeme por asustarla—habló porque en su cabeza se formó la inquietud de escuchar su voz— ¿puede decirme la hora?—ella volteo su mirada al gran reloj en la cafetería y sonrió sacando nuevamente su teléfono.

—Son casi las nueve de la mañana—ella reviso su bandeja de mensajes y nada, era muy extraño.

—Muchas gracias—él sonrió y cuando pensó en levantarse para ir al refugio una idea surgió— ¿puedo acompañarla hasta que llegue la persona que usted espera?—ella lo miró y asintió.

—Claro ¿Por qué no?—ambos sonrieron.

—Y cuénteme ¿Qué la trajo a la ciudad más visitada del mundo?—indagó queriendo calmar esa ansia por querer saber de ella, esos ojos tan oscuros y expresivos lo embrujaron.

—Si usted me cuenta a mí porque vaga por las calles—retó ella queriendo saber por qué esas hermosas gemas se escondían tras esa apariencia sucia y andrajosa.

—Entonces es un trato—él afirmó.

—Mejor nos ponemos cómodos—alegó ella—ten—le pasó uno de los vasos con café—así la charla es más amena.

Ambos sonrieron, se miraron y junto al sonrojo en las mejillas de ella decidieron quien empezaría con la trágica historia de sus vidas.

Mientras respires, hay esperanza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora