Iba ella caminando por el jardín de su casa pasando su mano por ese vientre abultado que formaba parte de ella, sonriendo siguió caminando.
Frente a ella se alzaba un gran árbol que ha sido su refugio durante esos meses en donde ir a trabajar era imposible y en donde quedarse encerrada en la casa era insostenible.
Antes de poder sentarse escucho la voz de ese ser que alguna vez amó y que llenó su corazón de dolor.
— ¿Qué quieres?—ella se recargó en el árbol y él sonriendo se acercó.
—Vine a ver cómo va mi hijo—llegó hasta ella y coloco su mano en el lugar donde minutos antes reposaba la de ella—no sé cómo pude pensar que seriamos felices—sus ojos se oscurecieron y presiono su mano haciendo que ella gritase.
— ¿Qué haces?—pregunto jadeando del dolor e intento alejarse pero él la sostuvo por el cabello.
—Que este niño no podrá nacer—la soltó y cayó fuertemente en el césped.
Se acercó peligrosamente a ella y con su pie golpeo su vientre, una y otra vez.
— ¡Ya! ¡Detente!—él sonrió y alejándose la señalo.
—Tenía que ser así, esto era un error.
Sintió un líquido entre sus piernas y observo como su vestido era manchado por un color carmesí, se sentía vacía, gritó desesperada sabiendo que ya no había retorno, nadie podría salvarla.
Despertó exaltada, con las manos sudadas y la frente fría, tocó su vientre por inercia y suspiró.
Sabía que ese sueño de una u otra manera se seguiría repitiendo, no la dejaría en paz ni en sueños.
Se sentó en la cama, se froto la cara con las manos y se quedó mirando como la salida al balcón ya no estaba cubierta por esa manta azulada que llaman cortina.
Pensó en levantarse e ir al trabajo pero al recordar como ese rostro se apoderaba de sus sueños se lanzó de espalda en su cama y se cubrió la cara con el edredón.
Minutos después su alarma sonó y decidió no darle más largas a su flojera matutina.
Camino pesarosa al baño y antes de poder entrar la voz de Mirna la detuvo.
— ¿Qué ocurre Mir?—preguntó al detenerse a mitad de su habitación.
—La señora Amanda la está llamando—su pecho se llenó de alegría— ¿Qué le digo?—sopeso una respuesta.
—Dile que la llamo en media hora—Mirna gritó una afirmativa y Chloe siguió su camino al baño.
Después de unos largos quince minutos y una ducha relajante salió ya vestida de su habitación buscando las llaves de su auto.
—Mirna ¿has visto las llaves del auto?—llegó a la cocina y se sentó mientras tomaba un poco de jugo.
—Si señorita Chloe, están sobre el mesón—terminó de desayunar y salió corriendo de la casa.
Su celular estaba sonando y al subirse al auto lo sacó y contestó.
—Chloe—la voz de su dulce amiga lleno sus oídos.
—Ami ¿Cómo estás?—preguntó mientras ponía las llaves para encender el auto.
— ¿Cuándo vienes? Tienes tres semanas aplazando el viaje—sonrió ante eso ultimo—y Bruno ansia verte.
—Dile a bru que voy mañana—Amanda despegó el teléfono de su oído y lo vio raro como si realmente pudiera ver Chloe su conmoción.
— ¿Segura? ¿No estás jugando?—Chloe bufó.
—Sí, Amanda—dijo poniendo el teléfono en altavoz—solo tengo que solucionar unos problemas y estoy allá, necesito descansar.
—Está bien—fue lo último que dijo antes de colgar.
—Esta Amanda si es obstinada—sonrió para sí misma y se concentró en llegar bien a aquel sepulcral lugar para romper con todo lo que la unía a ese lugar.
Suspiro antes de entrar y como lo supuso estaban todos allí.
—Buenos días— Maximiliano su ex, se iba a levantar pero ella lo detuvo—deja la hipocresía y siéntate, como todos saben lo único que me mantenía en este lugar se rompió por razones que ya todos deben saber.
—Chloe, eso no es necesario—dijo él mirando a Ana.
—Lo siento, yo deje de interesarme por sus sentimientos cuando ustedes dejaron de interesarse por los míos—respiró un poco—así que me voy con mi dinero y los dejo regresar al foso de donde son—salió de la sala de juntas dando un portazo y sintió que alguien venía detrás.
—Chloe...por favor—ella se detuvo abruptamente y dio vuelta.
— ¿Qué deseas Maximiliano?—él quiso acercarse pero ella se alejó—no te atrevas a tocarme—él se alejó sonriendo.
—Está bien—pasó su mano por su cabello— ¿sigues rencorosa bombón?—soltó la carcajada y ella se estremeció al ver esa parte de él que no conocía.
—Si no quieres nada, me voy—intento marcharse pero él la sujeto fuertemente del brazo y la acercó a su rostro.
—No vales nada, por eso te cambie y por eso no te deje tener a ese niño, porque no sirves, solo eres un estorbo—ella asqueada de sentirlo tan cerca forcejeo pero no puedo librarse de su agarre—me das asco—y la soltó.
—Asco me das tú y no quiero que te acerques más a mí, eres un ser despreciable, sin alma—ella se alejó conteniendo las lágrimas, necesitaba salir de allí, rápido.
—Solo recuerda que de mí no te vas a librar, seré la sombra de tu pasado que atormente tu futuro—soltó una carcajada escalofriante que casi la hizo correr.
Realmente necesitaba escapar, por una semana, un mes, un año o quizás toda la vida.
ESTÁS LEYENDO
Mientras respires, hay esperanza.
Novela JuvenilLa vida da muchas vueltas, creías seguras muchas cosas, cosas que solo eran un adorno innecesario en una vida que se destruía en cada paso dado. Pensar y analizar que de alguna manera la vida es injusta sin detenerse a pensar que son solo sus decisi...