De cara a los problemas

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—¿Quién es él? —preguntó Taichi a Sora una vez que lograron que Yoshino se durmiera.
—Yamato Ishida —respondió ella con la voz neutra.
Taichi tomo asiento al otro lado de la mesa mientras dejaba una taza de café frente a ella.
—Comprendo —fue todo lo que dijo en un buen rato.
En el pequeño departamento sólo el sonido del reloj marcando los segundos llenaba el silencio entre ellos.
—Deberías hablar con él —sugirió Taichi apretando la porcelana entre sus manos. —Supongo que...
—Hablare con él, pero las cosas no tienen porque cambiar, no para nosotros, no para Yoshino —casi suplicó Sora, porque, ¿qué sería de su hijo sin la única figura paterna que conocía? No podía simplemente ir y decirle que Taichi no era su padre y obligarlo a reconocer como tal a Yamato, cuando ni siquiera se conocían.
—¿Quieres que te acompañe? —se ofreció Tai un tanto dudoso.
—No, Yamato, al menos el que yo conocía nunca fue un hombre que actuara con malicia. Quiero creer que podemos arreglar esto por nuestra cuenta.
Taichi asintió con la cabeza, luego desvió su mirada a la ventana. El cielo esa noche estaba encapotado y el aire húmedo. Taichi no se lo dijo a Sora, pero presentía que sus vidas estaban a punto de cambiar.
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2

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Taichi entro al set, con una mirada disimulada recorrió el plato buscando hasta toparse con los ojos más dulces, con el rostro más angelical, con la belleza innata de una mujer en plena juventud.
—Hermano —dijo ella apenas hacer contacto visual sólo usando los labios para después sonreírle.
Taichi se mordió los labios para evitar mostrar toda su felicidad y correr a atraparla en un abrazo de oso que seguro afectaría, destrozaría completamente su imagen de jefe energúmeno.
Con un carraspeo de garganta recobró su fingida frialdad. Una que hizo reír a Hikari.
—Es hora de trabajar —dijo Tai en voz moderada y todos comenzaron a moverse; modelos, de iluminación, maquillistas, y sobre todo fotógrafos.
Cada uno apresurado a terminar lo antes posible y así no despertar la ira del dragón Yagami.
Las primeras dos horas fueron relativamente fáciles, siempre eran más rápidas las sesiones fotográficas de los varones. Los accesorios eran mínimos y la atracción que ejercían en el público se basaba más en su actitud y sexapil. Por otro lado, las mujeres...
Taichi miró su reloj de pulsera, eran las 12:30 y no pensaba retrasarse porque a las féminas no les gustara el collar que eligieron para ellas, su prioridad era Yoshi, por lo que con un suspiro simplemente indicó a las modelos femeninas, que ya entraban por la puerta del estudio, que tenían media hora para escoger los atuendos y accesorios que utilizarían. De una a dos de la tarde se tomaba la comida y luego reanudarían la sesión.
Hikari no perdió de vista a su hermano hasta que abandonó el plato, luego sonrió enternecida. Amaba esa faceta de chico malo que adquiría en el trabajo porque al regresar a casa, y cuando jugaba con Yoshi era un panquesito suave.
—Disculpe, ¿qué clase de atuendo le gustaría señorita? —preguntaron a su espalda.
Hikari se giró con el rostro ruborizado.
—Yo no soy —dijo apenada.
La chica de cabello negro se llevó las manos a la boca sorprendida y luego se disculpó.
—Lo lamento, soy nueva aquí, y al verla pensé que era una de las modelos y... de verdad lamento la confusión —volvió a decir.
—Yo también soy nueva, así que comprendo. Mi nombre es Hikari, pero todos me dicen Kari, ya sabes para abreviar. Soy fotógrafa —se presentó ella elevando primero la cámara y luego tendiéndole la mano a la chica para que olvidara el asunto anterior.
—Meiko Mochizuki, pero todos me dicen Mei, soy maquillista y de vestuario —respondió feliz de hacer su primera amiga.
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3

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Eran las seis de la tarde y Tk estaba estacionado justo frente a la puerta de d'Xim esperando ver salir a Hikari. Tenía en el asiento del copiloto dos cafés de Starbucks, un late con caramelo y un capuchino esperando para ser ofrecidos en forma de ofrenda de paz.
Lo primero era congraciarse con ella, después podría subir al patíbulo y confesarle todo lo que ella deseara saber, aunque bien podría recordarle en el camino que:
Lo que no fue en tu año, no fue tu daño.
Lamentablemente las mujeres tendían a tomar todo demasiado personal aun cuando no les afectara en lo más mínimo. Porque no es que todas sus ex se fueran a presentar como una horda de zombis asesinos, o que debido a sus muchas relaciones amorosas él hubiera contraído alguna enfermedad sexual. Porque esto último podía comprobarlo con los miles de exámenes que se realizó. Y si aún no estaba satisfecha, pues entonces estaba dispuesto a demostrar la seriedad de sus intenciones presentándola con el único ser humano en el planeta al que le tenía miedo y respeto: su madre.
Natsuko Takaishi seguro no tomaría a bien su precipitada acción, pero después del disgusto con el tiempo comprendería que él realmente estaba enamorado y lo apoyaría.
Ahora, cualquiera pensaría, es un flechazo y ya.
Pero no era así. Porque mientras el divagaba con ese rostro de ángel un recuerdo le llegó a la memoria. Hikari Yagami fue hace mucho tiempo, en específico, durante sus últimos años en la elemental y primeros de la secundaria, su primer amor.
La recordaba con el cabello corto, su figura delicada y esa sonrisa dulce y amable que la volvían el centro de atención de varios chicos. Claro que ella no lo recordaba a él, porque en aquel entonces era un niño muy tímido de apellido Ishida.
Y la razón del terminó de su naciente amor fue la ruptura marital de sus padres. Su madre en un gesto despechado le retiró el apellido de su padre y se mudaron con sus abuelos a Francia por un par de años, luego cuando regresó se instalaron en Hokkaido.
Así que ahora se veía duplicado el deseo de estar con ella, esa energía rosa que parecía envolverlo al pensar en Hikari le oprimía el corazón de solo pensar que su romance terminó antes de haber comenzado, por segunda ocasión.
Mientras recordaba todo eso dieron las siete y media y el café se enfrió, pero para este momento estaba más que decidido a esperar por ella porque no podía permitir que caminara de regreso a casa sola.
Y entonces, como si los dioses hubieran escuchado su plegaria, las puertas de d'Xim se abrieron para dejar salir una pequeña multitud. Y entre ellos resaltaba Hikari, como una rosa blanca en medio de un pastizal. Tk sonrió al ver como todos comenzaban a despedirse, tomó su charola con las dos bebidas ya frías y...
Y conoció lo que muchos llamarían karma o justicia divina. Porque la única chica del grupo aparte de Kari que aún quedaba era Mei, la misma Mei que hace mucho fue su pareja, y a la que no quería volver a ver.
Se veía igual a cuando terminaron, el mismo flequillo recto sobre su rostro, las mismas gafas de montura gruesa y esa aura de mosquita muerta que en este momento no lograba sino enfurecer a Tk. Lo peor del asunto era que ellas parecían ser buenas amigas y ya comenzaban a caminar por la acera al parecer en busca de un taxi.
Después de tres intentos al fin un vehículo de alquiler se detuvo y ambas chicas abordaron.
Tk golpeo el volante con fuerza dejando salir parte de su frustración. Porque si pensó que Miyako sería un obstáculo, Mei era un abismo insalvable.
—Diantres —remilgo con los dientes apretados. Necesitaba ayuda con urgencia. 

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