vi

30 14 44
                                    

Cada dos semanas, los esperaba algo los sábados que los emocionaba a todos como grupo. Le decían Pizza Night: se reunían en casa de uno de ellos según sus turnos y pedían dos pizzas familiares de lo que el anfitrión quisiera.

La primera vez había sido en casa de Gianni, el cual tenía la ventaja porque su familia tenía un restaurante de comida italiana, así que las pizzas estuvieron recién hechas en los hornos de la casa de los Falcone, y Gus podía decir que había comido una de las mejores pizzas que había probado en su vida. La segunda vez fueron a casa de Chema, donde conocieron a su hermano menor y sus papás, y comieron todos juntos en la humilde salita frente al televisor de la casa.

Esa vez tocaba en casa de Emma, a la que Gus todavía no había podido visitar. Como ya había mencionado antes, la casa de Emma era lejos y no tenía muchos asuntos que hacer por esa zona, los trabajos grupales que les tocaban terminaban haciéndolos en su casa. De hecho, ya hasta estaba considerando compartir un uber con Chema cuando Gianni se ofreció a llevarlos.

Gus no se sorprendió al entrar en lo que parecía ser una urbanización cerrada, con un guardia verificando que en verdad fueran invitados. Tampoco le sorprendió ver el tamaño de las casonas; a decir verdad, en un inicio no lo relacionó con su viaje, venía charlando con Gianni y a lo sumo pensaba que tal vez la señora Falcone aprovechó que estaban por allí para pasar a ver algún conocido antes de dejarlos con Emma.

Vino a caer en cuenta cuando la mamá de Gianni se detuvo en una de las casas, se despidió de ellos y partió una vez que bajaron del auto.

Observó con atención el lugar: era una casa enorme, no como una mansión, pero sí mucho más grande que una casa común...era más grande que la pensión de su tía, y eso que tenía dos pisos. La casa en sí tenía un estilo minimalista moderno, y un gran jardín con un camino de piedra iluminado que llevaba hasta la puerta principal.

Fue Chema quién lo jaló junto a Gianni hasta la puerta. Los dos se veían tranquilos, como si ya estuvieran lo suficientemente acostumbrados ante la presencia de tanta clase, pero Gus estaba algo intimidado. Él había sido el amigo rico en Venezuela, ahora estaba en el papel inverso. ¿Qué se suponía que hacía en esa situación? Tenía el impulso de ponerse erguido y arreglarse un poco las greñas.

Chema lo codeó leve, y le sonrió.

—Relájate. Es Emma.

La puerta se abrió, dando paso a una Emma que los recibió con una sonrisa brillante, su cabello rubio recogido en un moño alto y con un vestido casero corto. Parecía una princesa.

—¡Ya me estaba preocupando! —expresó animada, abrazando a cada uno como un saludo—. La pizza ya está casi lista.

—¿También hiciste la pizza? —espetó imprudente Gus, pensando ya que la próxima vez sería en su casa, y él no podía cocinar para salvar su vida. No al menos platos salados.

—¡Sip! Prefiero la pizza recién hecha, así que decidí hacerla acá con mis hermanos...además así le puedo agregar toda la cebolla que quiera. —Emma volvió a entrar a su casa, instándolos a seguirla—. ¡Pasen! Hace frío afuera.

Ya dentro de la casa, Gus se quitó la chamarra mientras miraba alrededor. Se veía como una de esas casas de televisión que derrumbaban para hacerla de cero; se veía pulcra, cada tapete y cuadro y porta retrato en su sitio y sin el más mínimo desajuste. Era imposible no sentirse tímido cuando no sentía que encajaba en el lugar: si bien en su país tenía dinero, Gus era un rico ordinario. No podía compararse de ninguna forma con Emma, que parecía una chica de alta clase ahora que estaba rodeada de esos lujos, la imagen de chica de granja perdida.

De todas maneras, los siguió a todos hasta la cocina, donde ya se encontraban los hermanos de Emma: tres chicos y una chica. Luca se había graduado el año pasado y los saludó con una mano mientras comía con la otra; Zoé, la jugadora estrella de casi todos los deportes femeninos, reconoció su presencia con un movimiento de cabeza. Y Ned, centrocampista de los Ocelotes, ni alzó la mirada hacia ellos, aunque verlo fue suficiente para paralizar a Gus.

LosersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora