Gus veía los comentarios de su último video con mucho ánimo. Tenías unas cien o ciento cincuenta vistas más, y los comentarios negativos habían bajado considerablemente. Tal vez porque había dejado de lado el tono acusatorio de un inicio y parecía más abierto a discutir sobre el tema.
Tampoco había visto más comentarios de los Ocelotes, salvo un par de Michael Tucker pero que se perdían en la marea de otros comentarios. Se sentía mejor con todo el asunto, por fin estaba viendo los resultados de su esfuerzo y ahora que estaba de vacaciones en Venezuela podía disfrutar mejor su tiempo allí que estando estresado por su personalidad dentro del internet.
—¿Estás volviendo a ver los comentarios de tus videos? —preguntó Viviana desde su cama.
Era una semana antes de Navidad, y había logrado convencer a los papás de sus amigas para que se fueran a quedar a su apartamento unos días. Eran el grupo que tuvo durante su vida en bachiller en el país, y eran ellas con quienes más cercano se sentía: Viviana, una atleta que había representado a la escuela en varios torneos y con unos brazos tonificados envidiables; Génesis, una chica de piel clara más rellena y con el cabello corto a los hombros; y Saraí, su amiga modelo de cabello negro largo hasta la cintura y que era conocida por la zona por todos los concursos de belleza en los que se metía, incluso asegurando que entraría al Miss Venezuela.
Tenía algo de celos de ellas, porque ya estaban en el último año de bachiller y les faltaban unos cuantos meses nada más para liberarse de la escuela, mientras que él tuvo que retrasarse un año para nivelarse en Woodlock High. Pero hey, había logrado salir del país. No todos podían tener ese lujo, aunque sabía que Saraí lo estaba tratando con todos los concursos en los que se metía.
—Ten cuidado, influencer. Pronto no nos vas a reconocer en la calle —burló ella, y Gus se carcajeó.
—No paso las mil visitas, no exageres.
—¡Pero eres una sensación en tu escuela! Nosotras no podemos hacer algo así, no solo nos matan las monjas, sino que Saraí nos tapa la luz —señaló Génesis, jugando con el maquillaje que Gus había traído.
—Igual...me sigue impresionando todo el asunto del bullying por allá —dijo Viviana, pensativa—. Digo, uno pensaba que eran exageraciones de las series, y que no era tan así como aparentaba.
—Es que...no sé si sea así siempre —suspiró Gus, y se recostó en el suelo viendo al techo de su habitación—. Porque sí hay chalequeos, normal, de esos no me quejo...pero conmigo se meten personas que en mi vida les he cruzado la palabra. Y sigo sin entender por qué, con el resto no pasa tan así.
—Y... ¿capaz le gustas a uno?
Aquella sugerencia de Génesis causó un chillido entre las tres y se agruparon en un círculo alrededor de él, como esperando que les diera más detalles de algo que ni él sabía. Rodó los ojos.
—Si les gusto a alguno, créeme que no están logrando que me gusten, Gene.
—Pero son hombres —lo codeó Saraí—, y los hombres son pendejos. Piensan que se la están comiendo, y lo que hacen es cagarla. —Touché.
—¿Qué hay de ese chico que ahora vive contigo? ¿También te hace algo? —preguntó Viviana.
—¿Hide? —Gus bufó—. Nada. No se mete conmigo como tal, pero si lo veo carcajeándose cuando me pasa algo.
—Todavía no nos has mostrado una foto.
—Cómo carajos le voy a tomar una foto, Vivi. —Viviana lo empujó leve.
—Gafo, por Instagram.
Cierto. Ahora que lo pensaba, nunca se le había ocurrido indagar en el Instagram de ese ser, podría descubrir un par de cosas. Se levantó del suelo para buscar su tableta que había dejado sobre su cómoda y volvió a sentarse con las chicas en lo que se abría la aplicación.
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Losers
Teen FictionMuchos llamaban a la secundaria los años dorados: donde conocieron a sus amigos, donde tuvieron su primer beso, donde tal vez se encontraron con el amor de sus vidas, donde fueron lo más felices. Gus sabe que todo es una mentira. La secundaria es un...