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Fueron varios días en los cuales Gus se escribió con su admirador secreto. El mismo lunes tuvo una respuesta al salir de clases, cuando abrió su casillero para guardar sus libros. Decidió hacer lo mismo y responderle de inmediato, pasando por aquel casillero cerca de las escaleras antes de irse a su reunión habitual con el consejero; por supuesto, no le dijo nada del tema, le daba vergüenza lo contento que se ponía.

Se escribían muy seguido. En cada cambio de clase tenía una carta nueva en su casillero que se apuraba a contestar, ante las miradas divertidas de Emma y Chema. Hablaban de muchas cosas en general, como películas o las bandas que solían escuchar. Gus admitía que descuidó mucho sus clases durante esos días, porque en medio de ellas estaba leyendo una respuesta, o escribiendo la suya, o pensando en el posible autor.

No podían culparlo: allí estaba ese chico adorable que le escribía por cartas porque le daba miedo salir del clóset, y que le preguntaba por todo aquello que ya a nadie le interesaba saber durante las citas. Le encantaba recibir ese tipo de atención, le gustaba sentirse querido. Era genial ser deseado por alguien más, claro que sí, pero cuando se juntaba el sentirse deseado junto al sentirse querido...creaban un efecto maravilloso.

No iba a decir que se estaba enamorando por cartas, todavía necesitaba ver si le agradaba el rostro detrás de ellas, pero sí que le estaban gustando sus palabras.

Gianni llegó el miércoles de esa primera semana. Luego de contarle toda la historia desde un inicio, Gus le pasó las cartas; las estaba coleccionando, manteniéndolas en perfecto estado. Lamentablemente la mente de Gianni no era una computadora, por más que a Gus le gustara creerlo.

—Me parece conocida, pero no puedo recordar de quién es —admitió, devolviéndole las cartas—. Aunque... ¿no te parece muy extraño?

—¿Por qué? —preguntó Gus.

—No sé. Creo que es raro que después de dos meses haciendo vídeos aparezca un admirador justo ahora.

—No seas negativo, Gigi —reprendió Emma, guardando la taza con la que había almorzado—. Estoy segura de que es alguien tímido, y por eso se tardó en aparecer.

Era en gran parte culpa de Emma que estuviera en las nubes. Cada vez que escribía una respuesta o recibía una carta, ella se emocionaba y saltaba junto a él. Chema también estaba presente cada vez que pasaba, y aunque había momentos en donde lo codeaba y bromeaba con el contenido, otras veces se le quedaba viendo algo absorto. No sabía por qué, pero Gus presentía que él sabía quién era el autor de las cartas, o al menos lo sospechaba, y no se lo decía.

¡No importaba! Gus estaba seguro de que conseguiría un nombre tarde o temprano, con o sin su ayuda.

Y hablando de él, con la cabeza recostada sobre su brazo en la mesa, Chema pellizcó su mejilla con un dedo.

—¿Qué vas a hacer para tu video? Haces que encienda la computadora solo para verte.

Gus se quedó callado, mirándolo fijo. Oh, cierto, su video del viernes. Lo había...

—...te olvidaste del video, ¿verdad?

—En mi defensa, he tenido una semana ocupada.

—Escribiendo cartas todo el día... ¡carajo, Gus! —se quejó Chema después de que Gus lo pateó debajo de la mesa.

Pero Chema tenía razón. A pesar de que el asunto con el admirador secreto había empezado gracias a su canal de YouTube, no había tenido tiempo en su cabeza para otra cosa que no fuera pensar en él. Ahora tenía solo dos días para pensar en un tema para el video, grabarlo, pasárselo a Gianni para que lo editara, y rezar que estuviera listo para el viernes en la noche.

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