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No podía creerlo. Al mismo tiempo, tampoco le sorprendía.

Gus pensó que la popularidad de Hide iba a decaer luego de que lo defendió en su canal durante la transmisión en vivo. Después de todo, era el mariscal de campo de los Ocelotes poniéndose en frente del travesti de la escuela. En la televisión, los jugadores del equipo de la escuela perdían inmediatamente su popularidad una vez que se relacionaban con los losers, ¿cómo sucedería con Hide?

Mas la vida no era un programa de televisión. Nada más viéndolo de lejos, cuando a veces Gus se lo encontraba en los pasillos, notaba que le daban palmadas en la espalda y pulgares arriba. No sólo eso, también escuchó a una estudiante hablando con él, diciendo que había sido muy amable de su parte y era admirable. Parecía que hablaban con la madre Teresa de Calcuta.

Concluyó que la sociedad estudiantil era muy dependiente, e influenciada muy fácilmente. Los propios estudiantes de Woodlock High, en un principio, o lo ignoraban o se sumaban a la burla de los Ocelotes, porque eran la mayor influencia. Tan pronto Hide se puso de su lado, los comentarios y las vistas de sus videos subieron, y hasta lo saludaban en el pasillo.

Él quería popularidad, era lo que siempre quiso desde que le dijeron que emigraría a los Estados Unidos, pero ya no estaba seguro de quererla si dependía de la imagen de Hide.

—Imagínalo como publicidad. Te estoy ayudando —le dijo Hide con una sonrisa arrogante, caminando a su lado en el pasillo. Las clases ya habían terminado, aunque todavía quedaba uno que otro estudiante que saludaba a Hide y fastidiaba a Gus.

—Tal vez, pero yo no quiero tu publicidad.

—¿Y para qué me metiste en tu transmisión del viernes?

—Quería que te disculparas en público. Y aparte, esperaba también que te dijeran algo y te cayera el karma encima —admitió, deteniéndose al frente de la oficina de Francisco. Era ya lunes, y tenía su cita.

Hide le revolvió el cabello.

—Entonces, enano, el karma te llegó fue a ti —bromeó, y miró de reojo la puerta—. ¿Te veo cuando salgas de tu terapia?

—No es terapia. Son reuniones que debo cumplir porque soy nuevo en el país. Para climatizarme.

—¿Hasta cuándo?

—No lo sé. Hasta que Fran decida, supongo.

—Es terapia. —Hide se metió las manos en los bolsillos de la nueva chamarra de los Ocelotes—. Y no lo culpo, con esa cabeza que tienen ustedes.

—¿Qué quieres decir?

Hide no respondió. En cambio, se dio vuelta y caminó, alejándose de él.

—Te espero afuera —Fue lo que le dijo.

Gus se le quedó mirando mientras se iba, con la cabeza ladeada en confusión. ¿Qué quería decir con eso? Él sabía que tenía una mente tan sucia como el suelo debajo de su cama, pero estaba seguro de que no había comentado nada que lo delatara frente a Hide. Ni siquiera sus amigos sabían tanto, tal vez no hasta la Pizza Night del otro día.

Su cara se contrajo en terror en cuanto se dio cuenta. Hide debió escucharlos todo el rato, desde las nudes de Emma hasta los hackeos de Gianni y el interés del propio Gus por esa información confidencial. Las paredes no eran gruesas, y la goma aislante no debió tapar sus voces tanto como hubiera querido. Gianni lo iba a matar.

—¡Hide, espera! —gritó, pero el otro ya había cruzado la esquina—. ¡Hiiiide!

—¿Te debo recordar que no debes gritar en los pasillos? —Gus se quedó tieso y volteó a ver a Francisco, quien estaba en la puerta de su oficina con los brazos cruzados y una sonrisa—. La oficina de la directora Jones no está muy lejos.

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