Capítulo VI: ¡La misteriosa estrategia de Anon!

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El camino de regreso estaba tomando demasiado tiempo, Anon estaba muy preocupada, sabía perfectamente que Vegeta necesitaba ayuda médica lo más pronto posible. Un tanto nerviosa, algo que era muy raro en ella cuando a Vegeta se refiere, encendió el intercomunicador.

—Vegeta, ¿estás bien? —preguntó suavemente.

Contrario a lo que deseaba, no hubo respuesta. Sin embargo, fue capaz de escuchar su respiración, ya que era forzada, pero era regular lo que indicaba que sólo estaba dormido. Suspiró y observó el panel de control, aún restaba cerca de una semana de viaje, pero ella sabía que existía la posibilidad de que las heridas internas de Vegeta empeoraran conforme avanzaban los minutos.

Con un ataque de furia, le dio un puño a la alcochonada pared de la nave, pero no le causó daño alguno. Cuando los saiyajin crearon esas naves, tuvieron en cuenta los posibles ataques de ira que un saiyajin podría tener, y precisamente por eso, las habían construido así. Ella soltó una amarga risa y cerró los ojos. ¿Qué podía hacer?

Pronto se quedó dormida, pero no fue para escapar de una realidad que la agobiaba, al contrario, sólo sirvió para sumergirla en un mundo aún más turbio. Los recuerdos se manifestaban como una película en sus sueños, siendo ella la única espectadora. Todo estaba oscuro en aquel lugar de su subconsciente, pero sólo una parte, como una enorme pantalla, estaba iluminada, mostrándole las cosas que más anhelaba olvidar. 

Se veía a sí misma más joven, antes de la destrucción del planeta Vegetta, tranformándose en Ozaru en un entrenamiento con Vegeta. En aquella sala había una réplica tecnológica de una luna que era capaz de imitar lan ondas Blutz, por lo que cuando la vio, se transformó. Sin embargo, ese día los médicos presentes le diagnosticaron una rara reacción a las ondas. Dado que la luna que estaba ahí, no era lo suficientemente potente como para lograr que un saiyajin promedio se transformara, por esa razón Vegeta no se pudo transformar.

Su retina, por alguna razón que ninguno podía explicar, era mucho más sensible que una normal a las ondas Blutz, convirtiéndola en un peligro cuando la luna estaba a punto de estar llena, ya que si era la única que se transformaría, sería un problema detenerla y por eso, no podían dejarla andar por ahí esas noches de casi luna llena. 

Una lágrima resbaló por la mejilla de la dormida Anon cuando el siguiente recuerdo se reprodujo.

Era ella, encerrada en una especie de caja metálica, que no permitía que ninguna de las ondas blutz entrara en la habitación —a pesar de que su emisión era casi nula— tres noches antes de que la luna se llenara por completo. Era un oscuro lugar, que sólo tenía unos cuantos agujeros para que el aire circulara y una minúscula ventana en una de las paredes, a través de la cual le daban la comida. Para Anon, era horrible pasar las noches antes y después de la luna llena encerrada en ese deplorable lugar, sus noches eran eternas e interminables, una completa tortura.

Notó que estaba por quedarse dormida cuando escuchó unos golpes al otro lado de una de las paredes. Se extrañó, ya que no era hora de comer.

—¿Quién está ahí? —preguntó con desconfianza. Pero, entonces, una cabellera con una forma muy particular se asomó por la ventanita. Ella sonrió—. ¿Eres tú, Vegeta?

Entonces, la cara de Vegeta se asomó.

—Hola —dijo. Gracias a sus habilidades prodigio, fue sencillo para él deslizarse dentro de aquella prisión, cayó con elegancia, con la capa ondeando detrás de él y caminó, hasta sentarse frente a Anon.

—¿Qué haces aquí? Sabes que está prohibido que alguien me visite durante estos días, sólo los que están autorizados pueden.

Vegeta soltó una cruda risa.

Dragon Ball Z: ¡La Saiyajin!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora