Inquietudes de un adolescente

Flores

Bañado en crisantemos y jacintos un hermoso y elegante campo, alegre y risueño bajo la luz del gran sol.
Las catarinas entre mis pieles vagan confusas, las mariposas sobre mi sudoroso cabello revoloteando en gráciles aleteos.
El suave y acojinado césped de las gotas de mi sudor alimentando su vida.
La húmeda tierra bajo mi tibia espalda mis carnes y huesos ansiosa reclama.
Grito al cielo y a las nubes en agonizantes dolores regocijándome.
Duele mi cabeza, que en sudores fríos en polvo se deshace.
Duele mi pecho, duele más adentro en el corazón, duele hasta en la presurosa sangre que en mis venas se pasea.
Duele cada hebra de mi pelo, duelen las raíces de mi cabello y las de la tierra en el fondo del abismo.
Duele mi amorosa alma, duele mi rencoroso espíritu. Duele porque espera, duele porque esperanza tiene, duele porque sueña.
En nubes más densas que las del cielo sueño, sí, yo sueño en hermosos cometas, sobre ellos vuelo más allá de donde la vista alcanza, más allá de donde la imaginación navegar permite.

Duele descansar en el campo de flores, entre olorosas abejas y meloso pasto. Aquí con alegría lloro, con dulce dolor sufro, con amargo amor entristecido gimo.
No me impresiona la belleza de los cosmos, ni de las rosas, ni de los blancos lirios. Más fascinantes encuentro las malas hierbas, porque ni bello ni grato a la vista soy. Oculto entre inacabables malezas estoy yo, tranquilo y sonriente, a salvo de peligrosas e insensatas manos.
A mí solo me arranca del campo aquel que a apreciar la maleza se atreve, pero jamás muero, porque yo soy el campo, yo soy las flores, yo soy la eterna e incorregible maleza.
Yo soy al que todos pisan sin cuidado, pero soy yo en quien su pesada consciencia recuestan.
Yo soy el que bajo el sol se deleita, yo soy el que bajo la lluvia baila, yo soy el que en el tierno otoño de rojo se tiñe, yo soy el que en el infernal invierno entre blancas nieves se esconde. Y soy yo el que en las románticas primaveras más destaca.