« Desde pequeña siempre tuve esa mortificación de sentir que nadie podría verme de otra manera de la que yo me veía a mí misma: horrible, fea, inútil, sencilla. La mayor parte del tiempo evitaba el espejo. Hoy me está pasando eso.
A veces, aunque cuesta demasiado, hay que apreciarnos un poquito más.»
Llego al instituto demasiado temprano porque quiero repasar un poco para física en la biblioteca. Por más que intente negarlo, sigo un poco atareada por todo lo que pasó el día anterior, y la verdad es que muero por chismear sobre eso con mi mejor amiga.
Cuando entro a la biblioteca, toda silenciosa porque todavía no hay nadie y mis pasos pueden ser resonantes ante tanto silencio, elijo uno de los asientos más apartados de la puerta, ya que cada vez que alguien entra suelo distraerme demasiado rápido. Digamos que no quiero desaprobar física.
Dejo mi mochila y demás cosas sobre el asiento y voy en busca de todos los libros que necesito. Aunque jamás imaginé que tantos. Llego a mi asiento con las manos llenas, con al menos tres libros, que encima son grandes y pesados.
Bufo molesta cuando me doy cuenta que me ha faltado otro que no me cabía en las manos. Así que vuelvo a la repisa, pero en el medio del camino mi curiosidad sale a flote cuando escucho unas risitas que provienen de detrás de una de las hileras de la biblioteca. Como toda una chismosa, con libro encima y todo, me acerco para ver de quién se trata.
¿Te ha pasado alguna vez que te quedas tan impactada que parece que todo a tu alrededor se detiene?
Vaya que quedé sorprendida ese momento. Cuando los libros cayeron al suelo de la impresión y la sorpresa, llamo la atención de la parejita frente a mis ojos.
Son Rosalíe e Isaac.
Él está sentado sobre uno de los sofá y ella está comodamente sentada sobre sus piernas. Todo parece demasiado afectuoso y normal entre ellos, en cuanto a mí, todo me parece demasiado irreal. Cuando por fin notan mi presencia, gracias al impacto de los libros contra el suelo, Rosie salta de encima de él para alejarse lo más posible, como si de pronto éste quemara. La observo. No tiene ninguna expresión en el rostro que explique qué le pasa por la cabeza ahora mismo.
Isaac, por su parte, se encuentra pálido.
—¿Qué mierda...? —exclamo, pero ni siquiera sé cómo terminar la oración. Mi cabeza da vueltas. De pronto me siento demasiado mareada. ¿Cómo es posible lo que sucede frente a mis ojos?
La pelirroja es la primera en acercase, luce bastante desesperada.
—¡Pandora! Pu-puedo explicarte —es atropellada cuando habla para darme una explicación—. Sólo es-estábamos estudiando.
—Una obra de teatro. —Isaac la ayuda, se levanta y me enfrenta también.
—¿Acaso se creen que soy estúpida? —exclamo enojada, más que nada por sus mentiras tan idiotas y poco rebuscadas.
Bueno, aunque muy poco rebuscadas o no, yo jamás me había dado cuenta de nada.
Las mejillas de mi supuesta mejor amiga se tiñen de un rojo escarlata. Hasta los ojos se le ponen llorosos. Le cuesta que las palabras salgan de la boca para explicarme.
—Perdón, Pandora, queríamos decírtelo... —murmura ella, totalmente arrepentida y avergonzada de sí misma.
—¿Y qué esperaban? ¿Qué sucediera esto?
Niega con su cabeza desesperada. Se acerca a mí y trata de tomarme de las manos, pero justo antes de que lo haga, doy un paso hacia atrás, lejos de ella.
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El diario de Pandora
Teen FictionCreo que todas tuvimos un diario íntimo alguna vez. Bueno... éste es el mío. Leerlo sería como estar en mi propia piel, vivir mis experiencias como si estuvieras a mi lado y sentir en carne y hueso mis sentimientos. Pero, ni aun así, jamás llegar...