«Amor.
Siempre lo supe, nadie podría amarme. ¿Quién podría amar alguien con tantos... defectos, como los tengo yo? ¿Quién podría soportar todo lo que conlleva estar conmigo? No tengo remedio...»
Caminar por el instituto y ver a Mark todos los días no me hace bien. En este momento detesto que sea un cerebrito, porque él no falta a ninguna maldita clase.
Se pasea por los pasillos decaído, y la mayoría de veces que lo observo tiene unas ojeras terribles bajo los ojos.
No hay mucho para decir de mí tampoco, tengo energías para levantarme y cambiarme solamente. Creo que hace días que no como, de hecho, ni siquiera lo recuerdo. Al parecer, la tristeza hizo que el hambre se esfumara.
—Otra vez lo estás mirando. —acusa la pelirroja a mi lado, tirándome del cabello con fuerza.
—¡Au! —me quejo, sobándome la cabeza.
—Tú pediste que hiciera eso cada vez que te quedaras mirándolo como estúpida.
—Pero no tan fuerte —gimoteo—. Y no lo estoy mirando como estúpida. Me preocupa. ¿Ya notaste cuantos energizantes se toma por día?
—No lo hice ni me interesa hacerlo —admite, haciéndome rodar los ojos—. No merece tu preocupación.
—Lo sé, pero... —suspiro con pesadez—. Lo extraño.
—Cada vez que lo extrañes recuerda a Pilar y la foto que le mandó.
Arrugo mis labios. Sí, eso sí ayuda. Cambio mi mirada y noto que Isaac está viniendo hacia nosotras. Ha estado a mi lado toda esta depresiva semana y ni siquiera sabe con exactitud qué pasó. No pregunta, quizás sabiendo que no quiero recordarlo.
—Hola chicas.
—Hola, tonto. —saluda Rosalíe sin siquiera mirarlo. Parece enojada con él, pero no digo nada.
—¿Cómo estás? —pregunto yo.
—Mejor, el entrenamiento es duro pero puedo soportarlo.
—Había olvidado que entraste al equipo de fútbol. —le digo.
—¿A quién tuviste que sobornar para eso? —dice Rosalíe de mala gana. Me quedo sorprendida, Isaac no lo parece—. Tengo entrenamiento, nos vemos más tarde.
No nos da ni tiempo a decir algo que se esfuma en cuestión de segundos. Me quedo extrañada mirando su silueta desaparecer entre el gentío.
—¿Se pelaron? —interrogo con curiosidad.
—Algo así —se encoje de hombros—, creo que sigue enojada porque me emborraché en su cumpleaños.
Asiento. Tiene sentido. Un vago recuerdo me llega de aquel día. Al final, con todo el lío que sucedió después ni siquiera le pregunté a Isaac por qué se había puesto así.
—¿Por qué tenías ese estado de ebriedad, Isaac? —mi voz suena a reproche.
—Ya no importa, Pandora.
—No, yo quiero saberlo.
Rueda los ojos como si estuviera cansado de mí. En cambio, yo, enarco una ceja esperando una respuesta.
—Si no me dices, tengo que recordarte que esa noche me dijiste algunas cositas... —lo engaño para que hable. Mi amenaza funciona, porque sus mejillas se calientan y se pega con una mano la en la frente.
—Si lo que quieres escuchar es que todavía te quiero... Sí, lo hago —dice sin más—. En realidad yo sí estaba enamorado de ti...
—Isaac, yo...
—No hace falta que digas nada —me interrumpe y lo agradezco. Porque no sabía qué decir ante eso. No quiero lastimarlo otra vez—. Te mentí porque quiero verte feliz. Y porque quiero seguir a tu lado, y si eso implica que nuestra relación sea solo una amistad, lo tomo.
No digo nada. No sé qué decir, así que prefiero callar.
Doy un vistazo a la cafetería y mi mirada se encuentra con la de Mark. Nos está mirando. Así es siempre, no me quita la mirada de encima.
—¿No te cansa que esté todo el día así? —masculla, enojado.
Agacho mi cabeza antes de mirarlo.
—Un poco, sí.
—Tengo una solución para eso.
Lo miro con atención.
—¿Cuál?
No responde, acorta las distancias entre nosotros y me besa.
Y yo le correspondo.
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El diario de Pandora
Novela JuvenilCreo que todas tuvimos un diario íntimo alguna vez. Bueno... éste es el mío. Leerlo sería como estar en mi propia piel, vivir mis experiencias como si estuvieras a mi lado y sentir en carne y hueso mis sentimientos. Pero, ni aun así, jamás llegar...