«Esto soy.
Un desastre andante.
No sé qué hago aquí todavía. Es como si no sirviera para nada, como si fuera inútil que siguiera intentando y buscando respuesta de algo que ya sé hace tiempo. Quizás simplemente soy cobarde al intentar seguir adelante. Quizás simplemente ni para eso sirvo. Ni para seguir, ni para nada... »
Cierro mi diario con fuerza cuando veo que alguien se está acercando. Es la profesora de Álgebra. La miro de arriba abajo sin intenciones de nada, simplemente por mirar. Lleva puesto un collar de perlas que parece heredado de su bis abuela. Y un conjunto rosa con negro parecido al que usó alguna vez Marge Simpson.
—Pandora —llama, con una sonrisa en la boca. Sus labios, perfectamente maquillados con gloss, me dan la impresión de pelo pegoteado—. Ya conseguí quién va a ser tu tutor.
—¿Quién?
—Mark Webber.
—¿Webber? —escupo con indignación—. ¿No había alguien peor?
Comienzo a guardar las cosas en mi mochila dispuesta a irme.
No pienso estudiar con Webber.
—Es el mejor de la clase, Pandora —reprocha, dándome una miradita de «no juzgues sin conocer» —. Y necesito que empiecen hoy. Porque los exámenes próximos ya están bastante cerca, no creo que estés lista para ellos.
—Gracias por creer en mí, eh. No hace falta que me recuerdes lo mala que soy en todo.
Cierro la mochila con más fuerza de la necesaria, me la cuelgo del hombro y desaparezco de la biblioteca, dejando a mi hermana atrás.
Lo primero que le pedí fue que no me pusiera al más ñoño de la clase, y es lo primero que hace. A veces siento que la detesto. O más detesto a mis padres por mandarme a este colegio porque ella trabaja aquí.
A la salida del instituto visualizo a Mark sentado en las banquillas que esperan el autobús. Ruedo mis ojos. Echando un suspiro de puro desgano, echo a caminar hacia él.
—Hey, tú. —llamo. Pero no voltea.
Me acerco más hasta ponerme frente a él.
—¿Estás sordo?
Mark Webber, chico de estatura promedio, ojos oscuros y pelo rubio algo cenizo. Este es.
—¿Me hablabas a mí?
—No, a la banca, por supuesto —respondo con ironía, parece a punto de contestar pero no le dejo—. ¿Ya te dijo la profesora de álgebra que serás mi tutor?
—Sí, estaba esperándote.
—Ow, muy lindo —me burlo—. ¿Y a dónde vamos a estudiar? Porque no tengo ganas de estar en mi casa realmente.
Se muerde los labios pensando, parece que arruiné sus planes. Pero definitivamente no quiero ir a casa. Hoy no estoy de demasiado buen humor.
En realidad, no suelo ser así de brusca con las personas. Ni siquiera yo sé que me pasa hoy. Así que decido calmar un poco los nervios, ni Mark ni Ada tienen la culpa de lo que siento.
—Bueno, en realidad esperaba que fuéramos a tu casa —confiesa—, pero si no se puede no hay problema. Vayamos a la mía, entonces.
—¿Hay algún problema en ir a tu casa? —curioseo, pero el semblante que cambia en su rostro me demuestra que la respuesta es afirmativa—. Podemos ir a otro lado.
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El diario de Pandora
Dla nastolatkówCreo que todas tuvimos un diario íntimo alguna vez. Bueno... éste es el mío. Leerlo sería como estar en mi propia piel, vivir mis experiencias como si estuvieras a mi lado y sentir en carne y hueso mis sentimientos. Pero, ni aun así, jamás llegar...