5. Un intruso en mi habitación

36 8 1
                                    

«He leído por ahí que los corazones rotos duelen más que cualquier otra cosa. Y yo siempre he pensado dos posibilidades: la primera, que nunca tendré un corazón roto porque nadie podría enamorarse de alguien como yo. Y la segunda, es que si cabe la posibilidad de tener novio algún día, mi corazón ya está tan roto que romperlo todavía más, sería destruirme por completo...»

—Ayer fuimos a almorzar con su familia. —le cuento a Isaac y a Rosie mientras desayunamos en la cafetería del instituto.

—Oye, parecen novios y todo —codea la pelirroja meneando sus cejas de arriba abajo. Me sonrojo, pero niego con mi cabeza.

—Que no. Creo que vamos a ser buenos amigos —no sé la razón por la que no les cuento que Mark me gusta, y mucho menos lo que pasó ayer. Pero creo que prefiero guardármelo para mí ahora, siento que eso lo hace más intenso.

—¿Por qué no le invitas a comer con nosotros? —pregunta Isaac, dándole una trago al café en su vaso.

—Es que no come aquí —lo busco con la mirada por la cafetería, pero definitivamente él no está por ningún lado.

—Y ahora que su estudio ya terminó, ¿cómo seguirán las cosas? —chusmea mi amiga, parece muy interesada en mi relación con Webber.

Me encojo de hombros.

—Supongo que seguiremos hablando, normal.

—Bueno chicas, debo irme —anuncia el castaño, levantando su bandeja—. Y ustedes deberían hacer lo mismo, hoy es día de exámenes.

Nos despedimos y yo me dirijo al curso donde está Ada por dar clase. Me siento en los bancos de en medio y saco mis cosas para repasar antes de que todo comience.

—¿Puedo sentarme aquí?

Mark espera a por una afirmación de mi parte que no tarda en llegar. Se sienta a mi lado y saca sus cosas también. No nos hemos visto desde el viernes que fuimos a almorzar con su familia. Al final, el sábado no pudimos estudiar porque tuvo algunos problemas y el domingo ya no tenía ánimos para eso. Pero practiqué sola.

—¿Estas lista?

—Perfectamente lista. —le sonrío como niña pequeña y sus ojos se oscurecen más de lo normal.

Cambia la vista hacia otra cosa demasiado rápido.

Nos ponemos a repasar e intercambiamos alguna que otra palabra, pero todo referido a álgebra. La profesora llega y sin darnos ni un respiro nos entrega los exámenes para comenzar a trabajar. Tardo toda la hora completa haciéndolo, Mark ya se fue porque terminó hace rato, y luego de repasarlo unas cinco veces para saber que todo está bien, lo entrego.

—Estoy segura de que será un diez —me dice Ada, guiñándome un ojo.

Salgo allí con toda la seguridad del mundo, y apenas salir, siento una mano rodear mi brazo y tirar de él hasta que choco con el pecho de alguien. Miro al rubio con enfado.

—Bruto. —mascullo con las cejas hacia abajo.

Me da una sonrisa pícara y deja un beso en mi frente. Eso, definitivamente, hace que mi corazón lata más rápido de lo normal y que mi entrecejo fruncido, desaparezca.

—¿Qué piensas que vas a sacar?

—Definitivo que es un diez.

—Entonces voy a darte un regalo por adelantado —anuncia, y como amo los regalos, mis ojos se iluminan.

—Ni siquiera sabes que cosas me gustan.

—¿En serio? Pasamos tres semanas enteras juntos. Un poco sé.

El diario de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora