Capítulo 13: Amnesia, un golpe certero a tu mente

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Habitación desconocida – Noche

La habitación es oscura, con paredes de piedra húmeda, algo envejecida por el paso de los años. En una cama al centro apareció acostada Victoria, quién despertó asustada de golpe, respirando muy agitado. Miró hacia ambos lados buscando algo o alguien, pero nada.

–¡Aló! –gritó.

Se dio cuenta que sus manos y pies esta vez estaban desatados. Sin dudarlo intentó moverse de la cama, pero era un trabajo difícil, tenía el cuerpo atrofiado y su rostro demostraba que el sólo mover sus piernas le provocaba dolor. La única puerta que había se abrió de golpe. Ernesto Noriega entró, acompañado detrás de una enfermera, la misma que encontró por primera vez a Irene, la cual traía entre sus manos una bandeja con varias inyecciones vacías y cápsulas con varios líquidos.

–Roser, pásame la primera muestra por favor –ordenó Noriega.

–¿La de la etiqueta azul? –preguntó la enfermera.

–¿Qué me van a hacer? –exclamó muy nerviosa Victoria, quien se rindió a la atrofia que tenía en su cuerpo, recostándose en la cama resignada.

–Tienes paralizada la parte baja de tu cuerpo Vicky –dijo Ernesto, mientras ponía la     inyección en el brazo de Victoria–. No pongas resistencia o te voy a rajar la piel.

Victoria resignada entregó su brazo a las garras de Ernesto Noriega. A un lado, Roser, como él había llamado a la enfermera, preparaba otra inyección, esta vez mezclando dos cápsulas con líquidos, uno de color rojo, y otro de un débil amarillo.

–Estamos listos para comenzar –exclamó Noriega, mirando con una sonrisa en el rostro a Roser–. Doctora Lisazo.

–Excelente doctor Noriega, excelente.


Comisaría Central – 2º piso – Pasillo – noche

Ana e Irene estaban sentadas a un lado de la puerta de la cual había llegado López al pasillo hace un par de horas atrás. Ambas parecían relajadas, nada las apuraba dentro de ese laberinto sin salida en el que estaban capturadas.

–Lo de la enferma que saltó de la cama me dejó demasiado sorprendida –contaba          Irene, poniendo emoción y énfasis en cada parte del relato que lo ameritaba–. O sea, estaba en un hospital psiquiátrico, supongo que allá dentro tienen a puros locos no más, pero no ese animal.

–Puede ser cualquier cosa, la verdad que no sabría que pensar –dijo Ana–. Quizás alguna enfermedad extraña.

–Pero es muy raro que luego de encender una luz se vuelva loca.

– ¿Fotofobia?

–No lo sé, pero... como te iba diciendo –recuperando el hilo de lo que contaba–. Lo mejor lejos, fue cuando le quité el traje de enfermera a la tipa que apareció de la nada.

–Es demasiado intrigante que el hospital esté unido directamente con lo que dicen ser Ciudad Roja –dijo pensativa Ana, poniéndose de pie.

–¿Por qué?

–Porque queda ahí mismo, al medio de la ciudad. No es un lugar muy estratégico para guardar un delito.

Irene miró pensativa a su compañera. Se puso de pie.

–Sigamos caminando mejor –dijo ella.

–Está bien, creo que es lo más coherente que podemos hacer, estando sentadas sólo perdemos tiempo –dijo Ana.

Ana e Irene comenzaron a caminar por el largo pasillo, el cual parecía no tener fin. Dieron varios pasos, saltándose varias puertas.

–Para qué seguir probando, mejor subamos –dijo Ana.

(Terror, Suspenso) Llave al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora