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Llegó la cena del viernes y en la casa del Dr. Lecter había gran movimiento. Isabella procuro llegar más temprano, bajo de su auto, esa noche lucía un vestido vino de corte recto, un maquillaje natural y los labios en un tono parecido a su vestido, una cascada de su ondulado cabello caía por su espalds y otro tanto se encontraba de lado derecho disimulando un poco el vendaje de la herida, dominando esos tacones camino con paso delicado, pero firme y subió las escaleras.

Una vez dentro de esa casa se mezcló entre la multitud, algunas miradas curiosas se posaron en ella, Isabella se sorprendió de no ver a Hannibal con sus invitados, un mesero le ofreció una copa y ella aprovecho a preguntarle -¿dónde se encuentra el doctor Lecter?
-En la cocina, señorita- respondió el mesero y siguió en su trabajo.
Isabella se dirigió a la cocina y al llegar observó por la ventilla como Hannibal terminaba otra ración de bocadillos, se hizo a un lado para dejar pasar al mesero después ingresó y al entrar exclamó -Pero si el psiquiatra se ha convertido en cocinero.
Hannibal esbozó una sonrisa y contestó.
-Mira a quien tenemos aquí- decía mientras se acercó a saludarla, -Isabella, luces sensacional- luego le hizo dar una vuelta. Isabella le dio una sonrisa, diciendo, -eres un adulador incorregible-.
Hannibal le devolvió la sonrisa y continuó -ya sabes que me gusta cocinar y esta no podía ser la excepción.
Isabella asintió y luego respondió -ya sabía de tu amor por la cocina, pero no me habías contado que en este tipo de eventos los platillos siempre estaban listos antes.
Hannibal sin dejar de decorar los platillos, le contestó -Sí, pero tuve problemas con mi proveedor de carne, hace dos días me aviso que no tenía listo el pedido entonces tuve que buscar otro, por suerte lo encontré y la carne es de excelente calidad.
Isabella jugaba con su copa y contestó -que bueno que encontraste alguien más hubiese sido desastroso cambiar el menú.
-Vaya que sí, el proveedor no me decepcionó- finalizó Lecter.

Días atrás...
Hannibal estaba en la cocina del departamento de Isabella, el juego de cuchillos rudimentarios estaba extendidos, un paño blanco y dos bolsas negras para la basura preparadas, el cadáver desnudo todo estaba listo.

Hannibal con el cuchillo de filetear pescado hizo unos profundos cortes que empezaban en las clavículas y convergían en el esternon formando una "v" más adelante siguió con un corte del esternon al pubis ahora era una "y" luego cojió el cuchillo más grande y dio golpes certeros en las costillas los cortes no fueron limpios, los huesos se astillaban, pero a pesar de aquello logró cortar las costillas.
Bernad se abrió como si fuera un bolso.

-Al menos se ahorrará la carne de alguien más- exclamó Hannibal y observó que las heridas hechas por Isabella eran certeras, ya que Bernard tenía un pulmón colapsado lleno de sangre coagulada y licuada, el páncreas estaba destrozado y el intestino delgado estaba lacerado.
Primero sacó los intestinos, brillantes y largos, los colocó en la bolsa negra, luego cojió el corazón y lo dejó sobre el paño blanco, más tarde extrajó el pulmón derecho que estaba sano e hizo lo mismo con el hígado.

Después examinó cuidadosamente el cuerpo, se decidió que los muslos eran adecuados y fue cortando por tajos logrando que salieran perfectos los cortes, luego fue por la espalda de la cual le desprendió todas las costillas y realizó cortes profundos; por último como si una manía se tratará cortó las mejillas.

Más adelante vació el cadáver, en la bolsa negra colocó los riñones, el bazo, el pulmón, el páncreas, cerró la bolsa y compacto el cádaver en la otra bolsa, limpió el desastre de sangre que volvió a surgir, empacó los órganos y los cuchillos.
Subió a la recámara de Isabella -Vales la pena niña, vas ganando mi confianza solo no me decepciones-exclamó, y asegurandose de que ella descansaba, abandonó el departamento, subió a su auto, manejo a las afueras de la ciudad y saco de su cajuela la bolsa negra, una pala, cavó una fosa profunda, además intento reconstruir a Bernad, al terminar se dirigió a su casa donde en la comodidad de su cocina limpió los cortes y los acomodó en su refrigerador, también conservó los cuchillos guardándolos en un armario.

Dinastía LecterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora