VII

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-Tu nombre es Philip Brown, eres mecánico y por alguna extraña razón causaste el accidente, dudo que fuera un acto imprudente, nadie es tan idiota, es por eso que voy a averiguarlo y si fue predemitado haré que supliques jamás haber nacido- decía Hannibal mientras empezaba a estacionar su auto frente a ese taller. Odiaba dejar que alguien más pusiera una mano a su auto, pero esto valía cualquier cosa.

Eran las ocho de la noche, Philip había tenido un día pesado cuando de repente un auto negro se estacionaba frente a su taller. Del auto bajo un caballero alto, fornido, de cabello rubio, con rostro serio y mirada altiva, el hombre desprendía elegancia.
-Buenas noches, usted es Philip Brown- habló Hannibal.
-Sí, lo soy, dígame qué sucede- habló el mécanico con un poco de temor, esa voz le había causado un poco de escalofrío, como si presintiera que nada bueno tenía todo aquello.
-Que bueno que le encontre, me lo recomendó una buena amiga, es mi auto, tiene un problema y quiero que lo solucione.
¿Amiga? Pensó Brown, no tenía alguna clienta tan distinguida como él hasta que pensó en ella, seguro que ella lo había recomendado y dijo -por supuesto la señorita Lounds, qué le ocurre a su auto.
Hannibal emitió una sonrisa suave, para ser un secuaz el chico era un imbécil, pero prosiguió, -no sé, quizá sean los frenos, pero necesito que lo arregle.
-Por supuesto; dígame cuándo vendrá por su auto- preguntó Philip.
-No, Philip necesito mi auto para esta noche, mi esposo y mi cuñada me esperan.
Philip no se esperaba esa respuesta, algo inusual, tampoco esperaba esa información extra a lo que solo asintió, respondió -claro, entonces quedará listo- intento platicar para aminorar esa incomodidad -seguro es una linda familia.
-Oh por supuesto, mi esposo es encantador y mi cuñada igual.
-Que bueno- habló Philip un poco más tranquilo, fue por sus herramientas y luego preguntó -entonces el auto se descompuso en el camino.
-Sí, estaba a punto de regresar a casa, es que mi esposo tuvo un accidente en auto y mi cuñada lo esta cuidando entonces aprovecho y  me pidió algunas cosas.
Philip cuando escucho la palabra accidente, se le revolvió el estómago y es que no se reponía de aquella vez a lo que solo expresó -cuanto lo lamento.
-Gracias, sabe Philip yo pienso que quien fue el responsable es una tonta y estúpida sabandija, es un cobarde e insignificante hombre, incluso puedo decir que es una excusa de hombre que no es siquiera apto para lamer el sucio de mis zapatos, aunque en fin fue un accidente.
Philip escuchaba cada palabra y se quedaba mudo, solo regreso a la realidad cuando la voz de Hannibal le preguntaba -Disculpe, se encuentra bien.
-Por supuesto, solo que el cofre de su auto no se abre, necesitaré de otras herramientas.
-Vaya, si gusta yo puedo ayudarle- dijo él, así que el mecánico asintió y Hannibal se acerco e intento ayudarlo.

En un solo momento la cabeza de Philip fue estrellada contra el cofre con una fuerza brutal, su nariz estaba rota, apenas podía visualizar las cosas cuando las dos manos de Hannibal lo tomaron por el cuello de la camisa y azotó de nuevo su cabeza, perdiendo así la consciencia.
Poco a poco Philip despertaba y tenía un dolor punzante le invadía la cara, pronto se dio cuenta que estaba sobre una mesa e inmovilizado, las piernas y manos estaban atadas a dicha mesa, solo una lámpara iluminaba tenuemente lo demás estaba en plena oscuridad y es que en las sombras se encontraba Hannibal ahí quien se colocaba guantes de látex, mientras ponía atención en todas las reacciones de su invitado.
De pronto hizo resonar sus pasos en esa habitación y Philip se alteró, recordaba vagamente los hechos, un hombre bastante extraño había llegado pidiendo una compostura y de repente un golpe le hizo perder la noción del tiempo, ante tanta incertidumbre pregunto a la oscuridad.
-¿Quién eres?
Hannibal sonrió, siempre iniciaban con esa pregunta y como el pobre era un incauto, decidió darle más miedo así que contestó: -Tu peor pesadilla.
-Eso no es una respuesta, dime quién eres.
-Tendrás que conformarte, pero sabes Philip tengo muchas ganas de conversar, así que jugaremos Quid pro quo?, tú me dirás algo y yo te respondo con otro cosa, te parece bien.
-No tengo de otra- respondió Philip con un deje de temor.

Dinastía LecterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora