EPÍLOGO

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Aún tengo pesadillas.

Han pasado dos meses desde que me recluyeron en este lugar.

Cada noche antes de dormir, alusiones invaden mi mente de forma anónima.

Sangre, gritos, golpes y forcejeos son la mayoría de ellos.

Intento no enfocarme. Solo son imágenes simultaneas que mi mente recrea por deseo.

Aprendí a vivir con ello.

Debo vivir con ello.

Trato de no interesante en las cosas insignificantes. Incluso los momentos que más recuerdas, son los que peor se superan.

El aire fresco del día choca contra mi rostro. Mi piel suave se eriza al contacto.

En mi cuerpo incluso abundan moretones y cicatrices. Los médicos dicen que pronto sanarán. Y no solo se refieren a mi físico.

La soledad es un factor fundamental si necesitas un tiempo contigo mismo para sanarte. Mi tiempo apenas comenzaba y ya me sentía libre.

Pero algo me abrumaba.

Un recuerdo distorsionado rondaba por mi mente cada segundo.
Un nombre.

Una persona.

Avanzo lentamente por el jardín de arboles y pasto que me rodea.

Este sitio posee extensos lugares para estar en armonía.

Me siento en un banco solitario. Admiro a los demás pacientes jugando y corriendo por doquier.

Me permito observar y embelesar cada uno de estos momentos.

Sin aviso, un chico alto y delgado se sienta junto a mi. Volteo discretamente a detallarlo.

Su uniforme del psiquiátrico acorde a su cuerpo, su cabello despeinado color azabache le otorga un aire esplendido, sus ojos color negro, su pálida y pulida piel inspiran armonía.

Presentía algo extraño.

No sabría describir en que era en realidad.

Percibe mi pesaba mirada sobre el y voltea a mirarme.

Un escalofrío invade mi cuerpo.

Me levanto rápidamente y comienzo a caminar, alejándome de el.

Mi paz y armonía se desvanecieron.

Un recuerdo abruma mi mente. Permanece conciso, pero el origen es desconocido.

Ese recuerdo es el.

DISTORSIÓN © | #THA2020|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora