Era sabado y el cuerpo de Matthew lo sabía. Mientras se peinaba su tupé con un pequeño peine y se ponía su chupa de cuero, pensaba en las macarradas que iba a hacer esa noche. Emborracharse y buscar camorra, seguro, no salía a otra cosa. Era un chaval despreocupado, tenía 19 años y ya había sido expulsado de varios colegios e institutos. Terminó la ESO, repitiendo curso varias veces. Odiaba el instituto, no soportaba el hedor de los profesores que le encaraban, tampoco aguantaba las ganas de formar tabaco o porros mientras estaba metido en el tugurio al que llamaba clase, todo eso le importaba un pimiento, pero ahora ya estaba fuera de él, no tenía nada más que le molestase, excepto su propia madre, que siempre estaba preocupándose por él, aunque eso le traía sin cuidado al jóven. Quería vivie la vida loca, ¡vaya que sí! Cuando ya hubo terminado de arreglarse, se dirigió hacia las escaleras y se deslizó por la baranda hasta llegar al suelo. La voz de su madre se oyó desde la cocina:
-Cariño, ¿adonde vas?Su madre tenía 60 años, era flacucha, con un pelo largo canoso. Había educado a su hijo desde que su marido se marchó. De pequeño, Matthew había sido un niño cariñoso, pero con el paso del tiempo se había ido rebelando poco a poco, haciendo canalladas. Empezó cometiendo pequeños robos en la tienda, llevándose caramelos, lo que le gustaba cuando era pequeño, y terminando atracando con un arma blanca una tienda de ultramarinos, eso le valió para pasar un tiempo en el reformatorio, siendo juzgado como un adulto. Esta experiencia le valió para guardar más y más rencor a la sociedad y a las autoridades. "¿Por qué había pasado esto?" se preguntaba su madre llevándose las manos a la cabeza y llorando. Lo había educado con mucho amor, pero la ausencia de su padre y las malas compañias le habían llevado a corromperse.
La grosera respuesta de Matthew se oyó desde el recibidor:
-¡Silencio, vejestorio! Si hay preguntas, las haré yo, ¡tú a callar!
Sin preocuparse por lo que se sintiese su madre, salió hacia la calle. Ya estaba fuera, en la noche, donde nadie ve a nadie y donde podía hacer lo que quisiese. "La ciudad era grande, podría apoderarme de ella" deliraba en su cabeza. Fue caminando al centro de la ciudad, ahí había un bar, en el que siempre se ponía morado de alcohol, las farolas alumbraban tenuemente los callejones donde se metía. Solía salir solo, "Mejor para mí" se decía, así tendría mas libertad, o libertinaje como suelen decir los cristianos. Había tenido muchas novias, las gastaba como si fueran simples cuchillas de afeitar. Cuando una ya no le parecía atractiva, pillaba a otra. Era un mujeriego, que creía no tener responsabilidades sobre la tierra que pisaba.Llegó a la carretera principal, había mucha gente deambulando. Se me olvidó decirte, querido lector, que esta historia de moral se ambienta en un futuro no muy lejano, 30 o 40 años por delante de nuestra época. Los coches venían de un lado para otro, tanto los voladored como los de tierra. Los voladores costaban 3 o 4 veces lo que un coche normal. A Matthew le hubiera gustado comprarse alguno, pero era muy derrochador para ahorrar. La gente caminaba también de un lado para otro, muy atareados, con sus vestimentas metálicas muy ceñidas a su cuerpo, era la nueva norma de etiqueta de la época, o al menos era lo que se patrocinaba en las nuevas pasarelas de moda. Matthew pasó por el paso de cebra, mientras se encendía un cigarro. Un automovil que venía a toda velocidad se tuvo que parar:
-¡Eh, imbecil! ¿Que te crees que haces? Termina de cruzar para encendértelo, vicioso- le recriminó el conductor.
Matthew se encaminó al cristal del coche y escupió.
-¡Habrase visto que...! Ya te daré yo a ti una lección, remacuajo insolente
El conductor tenía la vena hinchada del enfado, estaba dispuesto a darle una paliza. Se bajó con esas intenciones, remangandose la camiseta de tela que llevaba puesta.Matthew se tiró hacia él, enzarzándose en una pelea. Se echaban maldiciones el uno al otro mientras se golpeaban a puñetazos. Finalmente, Matthew logró tirarlo al suelo, enganchandole el brazo, y atrapandóselo, mientras se lo retorcía.
-¿Vas a volver a vacilarme? Inclínate ante mí, payaso, o te lo retuerzo más.
-¡Jamas, soy un hombre! . Soy más macho que tú. Luché en la Tercera Guerra Mundial.
Matthew hizó el ademán de retorcérselo aún más,el pobre hombré gemía de dolor, intentando resistirse a humillarse ante él. La escena tenía la apariencia de que iba a terminar muy mal. El hombre tuvo que caer de hinojos sino quería terminar con el brazo roto.
-Así me gusta, obediente y sumiso. ¡Jajaja!- dijo Matthew riéndose a carcajada limpia.El hombre se arrastró a su coche, sin intentar mirar a su agresor, eso le hubiera hecho morirse de vergüenza.
"Si me vieran mis hijitos, como su papaito, su heroé... Que salvó al pais una vez... ha sido humillado por un delincuente juvenil ¡Que vergüenza!". Le salían lágrimas de los ojos, le habían humillado. Se metió en el coche, y con la cara roja del todo, arrancó con la llave, pusó la marcha con la palanca y se fue.Matthew estaba orgulloso de la escena, no era un digno rival de sus músculos. Se había enfrentado a miles de rivales más duros en el pasado, muy grandes y fuertes. Con una sonrisa en la cara, se dirigió hacia la otra acera. Ahí estaba, su bar preferido, el lugar donde se emborrachaba. Era un local pequeño con unos taburetes alrededor de un mostrador. El tipo que lo regentaba se llamaba Clancy, era también una buena "pieza". Tendría unos 50 años. Era un tipo musculoso, lleno de tatuajes. Tenía una gran barba, unos ojos verdes, un cabello azul tintado hasta los hombros, y un mentón pronunciado. Sus labios eran delgados, los tenía chupados- quizás debido al consumo de las nuevas drogas recreativas que se habían inventado-. Matthew entró y saludó a Clancy con un abrazo y un apretón de manos. Matthew se sentó en el taburete.
-¿Que quieres hoy, Matt?
-Chupitos y cubatas
- ¿De qué?
-Los chupitos, de crema de orujo, y los cubatas, de lo de siempre, ron con cola.
Clancy sirvió a Matthew y se bebió el alcohol en un santiamén. Sintió el ardor en el estómago. Ya estaba algo borracho, tal y como le gustaba. Fuera se oían, unos gritos y algo de escándalo.
-Matthew, hay algo de barullo ahí fuera, ¿puedes echar un vistazo?
-Claro, jefe- respondió MatthewCONTINUARA
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El Evangelio para Sadboys (En construcción)
PoetryUn libro de poemas y demás escritos católicos para la tribu urbana de los Sadboys